Roberto Verino (Verín, 1945) es uno de los diseñadores más veteranos de Cibeles Madrid Fashion Week, en la que participó desde 1984 hasta 2004. Tras un paréntesis de cuatro años, el creador ourensano regresó el pasado año a la pasarela madrileña, en la que hoy vuelve a presentar sus propuestas. En la colección de otoño-invierno 2010-2011, Verino se inspira en hombres y mujeres urbanos que disfrutan con la moda.

-¿Cómo son los hombres y mujeres que inspiran esta colección?

-Soy muy amante de las personas que disfrutan de la moda y de la vida; es el paradigma de mi trabajo. Por eso busco mujeres y hombres que aprovechen al máximo la vida y procuro que estén vestidos para cada ocasión. Por eso la funcionalidad es importante, pero también la sensualidad en determinados momentos ha de ser notoria. La exposición con motivo de mis 25 años en la moda constató que la intemporalidad es uno de los valores de mi estilo. A mí me gusta pensar que la gente invierte, no que gasta, en moda, que no desecha un modelo la temporada siguiente. A mí me gusta ofrecer calidad, y seducir, sorprender y emocionar.

-¿Esto es lo que le mueve?

-Sí porque hace que el concepto de arte que hay en todos nosotros se haga realidad. Pero además, que sea útil y genere una capacidad de sentirse bien consigo mismo. Nuestra autoestima se refleja en el espejo y nos da capacidad para enfrentarnos a las cosas. Y creo que nuestro trabajo hace que eso sea posible.

-Es su segundo desfile en Cibeles tras un paréntesis de cuatro años. ¿Qué le animó a volver?

-Para nuestros esfuerzos en el mercado internacional, Cibeles es importante porque sigue siendo el mejor escaparate de España. Además, ahora la comunicación entre diseñadores y Cibeles es bastante atractiva.

-En la anterior edición los Premio s L´Oreal a la mejor colección de El Ego y Cibeles fueron para dos gallegos. La salud de la moda gallega parece enviable…

-La moda gallega siempre ha tenido buena salud. Galicia tiene mucho que decir, lo que pasa es que nos lo tenemos que creer.

-¿Y no es así?

-Aquí hay un poco de papanatismo. Lo de fuera siempre nos parece que es mejor que lo propio. Yo soy un gallego convencido. Estoy orgulloso de ser de donde soy y de generar entusiasmo, que es lo que nos ayuda a vencer los malos momentos. Las expectivas no están siendo tan halagüeñas como se pensaba, pero hay que enfrentarse a ella con capacidad para sobreponerse.

-Usted ya ha vivido otras crisis. ¿Cómo se supera?

-Siendo tú mismo y siendo capaz de corregir las diferencias cuando se producen. Hay que evitar despilfarrar, y potenciar la calidad y la esencia. En momentos de crisis es cuando hay que lucir la imaginación. Estoy convencido de que trabajando mucho saldremos adelante.-Y con esta coyuntura económica, ¿se siente más empresario que diseñador?

-No. Siempre me he sentido más diseñador que empresario porque soy empresario un poco a la fuerza. Pero ahora hay que ser como el péndulo que busca el justo equilibrio.

-¿Tiene alguna asignatura pendiente?

-Afortunadamente, creo que me quedan muchas cosas por hacer aún, aunque no se las puedo adelantar. Quien crea que lo ha hecho todo está perdido. Me gusta hacer feliz a la gente. Ahora estamos trabajando en la colección primavera-verano 2011. ¡Imagínese si estamos cargados de energía!

-¿Y qué le hace feliz a usted?

-Pues eso, que la gente sea feliz. Todo sería más fácil si fuésemos más felices, nos entenderíamos mejor y todo sería más atractivo y armonioso, como una gran orquesta sinfónica.

-En 1998 se embarcó también en la aventura del vino...

-Tiene que ver con el entorno del valle de Monterrei, un lugar al que quiero por lo que me ha aportado, y me pareció clave poner en valor todo lo que tiene. Por eso desarrollamos una pequeña bodeguita. En Galicia tenemos los mejores vinos del mundo y un enorme potencial en viticultura. Estoy muy complacido porque hace diez años Terra do Gargallo era la cuarta bodega de Monterrei y hoy hay más de veinticuatro.