Josele Santiago lleva un lustro poniendo tierra de por medio a su pasado con Los Enemigos. El ex líder de la emblemática banda madrileña se dejó, literalmente, la salud en aquellos años de voltaje desbocado. Ahora vive en calma, distanciado de las tentaciones de la gran urbe. "Las golondrinas etcétera", su debut en solitario, le consagró como letrista mayúsculo de la canción popular hispana. Lejos de arquetipos, servidumbres y con un universo lírico marca de la casa. Su nombre se encuentra en la terna de Tom Waits, Chavela Vargas y Randy Newman. Voces quebradas para narrar grietas emocionales. "Loco encontrao" es el título de su último disco, el tercero por su cuenta.

–Sólo oye por un oído. ¿Tanto follón montaba con Los Enemigos?

–Me queda sólo una oreja. Son gajes del oficio. Creo que se debe a que ensayábamos todos los días.

–Bueno, a Brian Wilson sólo le bastó una oreja para revolucionar el pop del siglo XX.

–Hay que apechugar con ello. Lo llevo bien. Supongo que igual que Brian Wilson. ¡Qué le vamos a hacer!

–¿Añora los embates de Fender?

–Tengo un oído sano y debo cuidarlo. Tanto vatio no es bueno. Uno acaba un poco saturado. Además, algunas canciones ganan, pero otras pierden. El vatio por el vatio no es plan. Sigo agarrando la eléctrica de vez en cuando. No lo decido con antelación. Son las canciones las que te piden un tratamiento u otro. Las últimas que estoy haciendo demandan menos ración de ruido. La guitarra eléctrica es un instrumento básico en la música popular de hoy en día, aunque mis últimas composiciones piden más silencio y matices.

–¿Está componiendo?

–Siempre estoy componiendo y dándole vueltas a temas. No comulgo mucho con lo que llaman intimismo. En ese paquete puedes meter a gente como Aute, pero yo no tengo nada que ver con eso. A veces, me da la impresión de que catalogan como intimista cualquier cosa que no tiene el volumen a tope. Las letras de Los Enemigos nunca hablaron de motos ni de coches. Esas cosas que se supone que representan a lo no intimista.

–Hace un año que publicó "Loco encontrao". ¿Qué tal el recorrido?

–El recorrido está siendo irregular. Fíjate, lo publiqué hace un año y ahora lo presento en Andalucía. Ya no hay giras ni nada parecido. No se puede ir a los sitios hasta que no se dan las condiciones necesarias. No nos llaman. Estamos siempre esperando lo que sale. Y así, cuando publique otro álbum, volveré a lo mismo. Es mi caso. De todas formas, nunca he hecho grandes campañas de promoción. Tampoco noto mucho la diferencia.

–O sea, que la crisis se ceba con el gremio de la música.

–Supongo. Hay mucho miedo y todo va muy lento. Por eso trabajo en varios formatos. Unas veces como dúo y otras me voy por ahí con la acústica. En Granada actuaré con casi toda la banda. Sólo faltará el pianista. Todo quedará más guitarrero. Vamos con un contrabajo y la guitarra de David Krahe.

–Alguna vez ha comentado que vivió "loco perdío". ¿Sigue así?

–Estas cosas no me las planteo hasta que no me las preguntan. Trabajo más por intuición. Puse el título de "Loco entrao" porque encajaba. Es una manera de diferenciar. No estoy loco "perdío", soy un loco "encontrao". Con eso me refiero a una manera de vivir a tu bola porque lo has elegido. Es una locura elegida.

–Sus últimas canciones desprenden más positividad. ¿Le animaron las pinceladas de su prima?

–Son más alegres, aunque eso no significa que vayan bien las cosas. Es más, la gente suele estar quemada cuando todo le sale bien. Es una manera de asumir la pequeñez de uno y no dramatizar. De lo contrario, estaríamos apañados. Entender, lo que se dice entender, nunca entenderemos un carajo.

–Ahora vive en el campo. ¿El lugar adecuado para alguien que se define como "rocker"?

–Es una cuestión de salud mental. Un "rocker" debe serenar los nervios. En Madrid no podía. Pero tampoco estoy tan perdido. Ando entre Galicia y Cataluña. Sigo en contacto con la realidad. De todos modos, viene perfecto para componer. Es una maravilla.

–Supongo que en su pueblo también se habla de la trama Gürtel.

–Los periódicos vienen calentitos estos días. Si destapan en cualquier lado, saldrá lo mismo. Algunos se camuflan más que otros. Lo del ´gürtelismo´ es una simple cuestión de profesionalidad. A estos los han pillado.

–¿Echa de menos el bullicio de Malasaña?

–Bajo de vez en cuando. Lo suficiente para saludar a los amigos de los bares. Tengo 45 años. Lo que quiero es que me dejen en paz (sonríe).

–¿En paz para contar historias?

–Cada canción es una pequeña historia. Me encanta el formato porque permite contar un montón de estados de ánimo de una manera muy condensada. Parecen muy menudas, pero llevan tiempo.

–Sí, es la gran cualidad que estos días alaban del cancionero de Leonard Cohen.

–He cogido todo lo que tenía suyo y me lo estoy merendando. Me lo estoy pasando de maravilla. Lástima que no he podido ir a verle a ninguno de los bolos en España. Mira que hay poco trabajo y siempre coincide. Tampoco he podido ver a Ry Cooder ni a John Fogerty.