Xosé Guillermo (Carballo, 1947) falleció ayer en Vigo tras una larga enfermedad. Los restos del artista, miembro fundador del colectivo artístico Fundición Nautilus, serán incinerados esta tarde, a las seis, en el Vigo Memorial. Conocido especialmente por sus intervenciones a pie de calle -Xosé Guillermo defendía que el arte tenía que acercarse al público-, deja en Vigo acciones como "Azul marino", en el callejón de Manuel Núñez; "Verde primavera", en el Casco Vello, y más recientemente "Hipocampus" en la facultad de Ciencias doMar.

Su última exposición fue "Danza nos tempos" en la Casa das Artes, en septiembre del pasado año, una antológica que reunía 116 obras -pintura y escultura-, seleccionadas por el propio Xosé Guillermo, un recorrido por cuarenta años de trayectoria artística, que incluía tres de los retratos de la muestra sobre la movida viguesa que realizó en los ochenta.

Gran ciudadano del mundo -sus numerosos viajes dejaron su impronta en su obra- aunque vigués de adopción desde niño, Xosé Guillermo es recordado por quienes le conocieron como un hombre vital y bohemio, enemigo de los cliclés, y que se dedicó a lo que siempre quiso, el arte, sin dejarse influenciar por las tendencias artísticas.

"Era un gran acuarelista y retratista, y podría haber explotado estas dos facetas, pero prefirió no encasillarse y trabajar todos los materiales y todas las técnicas, y hacer el arte que le apeteció en cada momento", comentaba ayer Jorge Álvarez, profesor de Filosofía y amigo del artista, para quien su obra está infravalorada.

"Era difícil de clasificar y esto hizo de él un pintor local, cuando no lo es en absoluto, ni por su temática ni por su forma de pensar. Era un artista auténtico, insobornable, que ha vivido siempre según sus principios, y esa fidelidad será la que le dé la proyección que realmente se merece", asegura.

Hombre tremendamente vitalista, Xosé Guillermo no se dejó vencer por la enfermedad y continuó trabajando hasta el final en su taller y también en su blog. "Estaba preparando un taller para niños, en el que colabora en Concello, que estaba previsto para dentro de dos meses en La Alameda", comenta un amigo de la familia.

"Mantuvo una lucidez asombrosa hasta el final y siempre decía que el día que no pudiese seguir trabajando no quería seguir", recuerda Álvarez.

Ayer, miembros de la Fundición Nautilus, amigos y otros artistas se acercaron hasta el Vigo Memorial para arropar a la familia y dar el último adiós a un hombre que ante todo fue, según sus allegados, un espíritu libre.