Fernando Iglesias Espiño no regresó el 13 de agosto a la prisión de Pereiro de Aguiar, como debía, tras disfrutar de un permiso de salida. Llevaba cumplidos 22 de 25 años de condena por el triple asesinato de su mujer y de sus dos hijos, de 12 y 18 años, en 1996 en Gran Canaria. Dos meses y medio después, su paradero aún es una incógnita. "Se habló de fuga pero lo que sucedió fue un no reingreso de permiso", puntualiza el director. La hipótesis de una marcha a esas alturas de reclusión resulta difícil de entender a los profesionales del penal ourensano, porque "le faltaban poco más de dos años para salir y estaba clasificado en tercer grado. Ya había disfrutado de más de 80 permisos en su vida penitenciaria y había participado en varios programas, reflejando un buen aprovechamiento de los mismos".

El director, Francisco González, destaca que el triple asesino había experimentado "cambios a nivel cognitivo, conductual y emocional" gracias al tratamiento en la cárcel provincial. "Su evolución penitenciaria había sido positiva, participando en actividades terapéuticas educativas, ocupacionales y laborales", subraya.

Según el nuevo responsable de Pereiro, Iglesias Espiño mantenía "una conducta estable de colaboración y convivencia ordenada en el régimen abierto". En la festividad de la Merced, celebrada a finales de septiembre, el centro recordaba que este es el único incidente de los 638 permisos de fin de semana disfrutados por los internos de la prisión ourensana hasta esas alturas del año.

Con independencia del caso de Espiño, cuyo paradero continúa investigándose, "el camino a seguir es potenciar todos los programas de tratamiento que posibiliten la reeducación y la reinserción social, que es el mandato constitucional", se reafirma el nuevo director.