Las personas ilustres que desempeñaron un papel importante en la construcción de la iglesia de Santa Eulalia de Donsión fueron Felipe Antonio Gil Taboada, obispo de Osma, ministro de Felipe V para asuntos eclesiásticos y arzobispo de Sevilla; Francisco Vázquez Teijeiro, procurador y encargado de pedir la licencia al obispo; Cayetano Gil Taboada, obispo de Lugo y arzobispo y señor de Santiago; Juan Eligio de la Cárcel y Reinoso, canónigo de la Catedral de Santiago y administrador real de las rentas de Cayetano Gil; Andrés Sarmiento Villamarín, cura de San Miguel de Goiás y encargado de las finanzas para la construcción; Manuel Bernardo Enríquez de Yebra, abad y cura de Santa María de Donramiro, Santa Eulalia de Donsión y San Martín de Lalín; Manuel José de Santa María Salazar, obispo de Lugo, que concedió la licencia; Juan Antonio García Trabazo, mayordomo fabriquero de la iglesia de Donsión; y Andrés González y Andrés López, apoderados y representantes de los vecinos.

En 1721, Francisco Vázquez Teijero, en nombre de Felipe Antonio Gil Taboada, presentó al obispo de Lugo una petición de licencia y facultad, para hacer y fabricar una iglesia en el lugar y sitio donde estaba la antigua de Santa Eulalia de Donsión, dado que la que había era angosta, pequeña y poco decente. El 2 de septiembre, habiendo visto las diligencias hechas con los vecinos, que estaban de acuerdo que se hiciese la iglesia e informado favorablemente por el párroco, el obispo Salazar dio su licencia.

Felipe Antonio Gil Taboada falleció el 21 de abril de 1722, sin llegar a construir la iglesia. Para que la iglesia estuviese más decente y capaz y en ella se pudieran hacer las funciones más ampliamente, su sobrino Cayetano, nacido en Barcia, ayudado por el sacerdote Andrés Sarmiento Villamarín, tuvo la devoción por el servicio de Dios y su culto divino de hacerla de nuevo, conforme a los planos presentados por su tío, dotándola con tres altares, decorados con retablos, imágenes de la gloriosa patrona Santa Eulalia y otras de su devoción, y con ornamentos, cálices y patenas decentes, y con una lámpara para alumbrar al Santísimo Sacramento. Todo ello con la sola condición de poner en la capilla mayor dos nichos para trasladar a ellos los huesos de sus abuelos y demás familia, en los cuales se tenían que poner sus armas, por los que pagaban de diezmos seis ferrados de centeno de renta, así como sepulturas junto a ellos y otras dos delante de los altares colaterales para enterrar a las personas que diese licencia el poseedor del mayorazgo, y otras dos en medio de la capilla mayor, entre los altares colaterales, para que en ellas se sepultasen, si quisiesen, los curas de dicha iglesia o cualquier otro clérigo ordenado in sacris que muriese en dicha feligresía. Dentro de la capilla mayor no se podría abrir ni poner ninguna otra sepultura, para evitar la descomposición del enlosado, quedando libre todo el cuerpo de la iglesia, para enterrarse los vecinos de la feligresía, pagando la limosna correspondiente.

Durante la construcción, para que no faltase iglesia en la que se pudiese decir misa a los feligreses, se utilizaría el sitio situado detrás de la antigua para fabricar la nueva y hecha la capilla mayor, estando terminada con la debida decencia, se trasladaría a ella el Santísimo Sacramento y la pila bautismal para que pudiese decirse misa y aprovechar los materiales de la antigua para continuar el cuerpo de la nueva, que se tenía que hacer por maestros del arte, los cuales podrían ser de la elección del obispo o de su directo patrimonio. Si sucediese el caso de que cayese el templo o parte de él, no tendrían que reedificarlo ni el arzobispo ni sus herederos.

Andrés Sarmiento Villamarín, el 23 de junio de 1731, presentó la petición al obispo de Lugo, por la cual Cayetano Gil Taboada se ofrecía a hacer de nuevo la parroquial de Donsión y, además, daría por una vez a la fábrica de dicha iglesia 3.598 reales de principal a los que corresponderían 107 reales y 38 maravedíes de réditos anuales y donaba 14.070 reales de vellón, que producirían de réditos 422 reales y 2 maravedíes de vellón de renta anual. Manuel José de Santa María Salazar, hallándose de visita en San Pedro de Maceda (Corgo, Lugo), el 8 de julio de 1731, concedió la licencia para construir la iglesia.

Cayetano Gil Taboada dispuso que se fabricase la nueva iglesia en las cercanías de la otra, en sitio y territorio que para ello y cementerio se adquirió y, terminada la obra con el seguro y lucimiento debido, se adornase con los altares, retablos, imágenes, campanas, ropas y todo lo necesario para la celebración del culto, todo ello a su cuenta. Para sus reparaciones, gastos de fábrica y su mayor adorno y decencia, consignó 40 ducados de renta, cada año, y 90 reales para el mayordomo o persona que corriese con la cobranza de los censos; una y otra partida importaban 530 reales de vellón de renta anual.

El 15 de mayo de 1749 la bendijo el párroco Enríquez de Yebra, con asistencia del obispo de Lugo, Francisco Izquierdo Tavira, varios sacerdotes y otras personas. El presbítero Domingo Froiz celebró una misa cantada en la nueva iglesia, a la que asistieron los vecinos y feligreses que la admitieron como tal, desde cuyo tiempo continuó y sigue siendo parroquial, demoliéndose la antigua.

Rentas

Estando surtida la iglesia con todo lo necesario, su sacristía y cajones que para este fin se fabricaron, solo faltaba que se le entregase la renta con que había sido dotada la iglesia, los 440 reales de vellón que se le habían consignado y los 90 reales para la persona que los cobrase y recaudase; se acordó que se partiesen a la mitad entre el mayordomo y el fabriquero, el uno para que cuidase de la cobranza y fuese depositario y el otro para que se encargase del aseo de la iglesia, ornatos, alhajas y limpieza.

El 7 de marzo de 1752, el canónigo De la Cárcel y Reinoso dispuso que, para el alivio y descanso de las ánimas del Purgatorio y especialmente las de los Gil Taboada y sus antepasados, y para que de unos y otros hubiera una perpetua memoria en el templo, en reconocimiento y gratitud, todos los años se hiciese una misa cantada con vigilia y responso, a la que asistirían el párroco y ocho sacerdotes; además, cada uno debería decir una misa rezada por las ánimas de sus señorías y sus antepasados el 12 de mayo de cada año, por ser el día que falleció Cayetano Gil Taboada en 1751.

Ordenó pagar al párroco dos reales y cinco a cada uno de los ocho sacerdotes; al mayordomo y al sacristán fabriquero, diez reales, por razón de su trabajo: al sacristán, por tocar las campanas la víspera en que se iba a celebrar el aniversario y por avisar a los dueños de las casas de Barcia, Des y Liñares; y al mayordomo, por ayudar a las misas, poner el túmulo cubierto con un paño destinado para ello, con las armas de los Gil Taboada, el cual solamente se debía usar para dicha función y no para otras, con cuatro blandones de cera, cuatro velas en el altar mayor y dos en los colaterales, que tenían que estar encendidas durante el tiempo que durase la función, después apagarlas y recogerlas para las funciones de los siguientes años, guardarlas en la sacristía con el seguro debido para que no se gastasen en otras funciones religiosas.