Los recreos en el colegio de Agolada, las ganas de que llegue el San Pedro, el patrimonio de Os Pendellos, volverse a reunir en la Festa do Emigrante de Ventosa y ahora, el Líbano como destino, son algunos de los vínculos que tienen en común Rubén López Vázquez, Jorge Varela Sandá, Nicolás Méndez Varela y Alexandre Pumar López. Estos cuatro agoledeses forman parte del grupo de 600 militares, cifra que se mantiene desde el 2012, que están desplegados en UNIFIL desde el 21 de noviembre. Pertenecen a la Brigada "Galicia" VII (BRILAT) que relevó a la "Aragón" I. Se encuentran en la base Miguel de Cervantes, cerca de la localidad de Marjayoún, dónde está el Cuartel General del Sector Este, liderado por España. Será en el mes de mayo cuando regresen a su tierra natal.

Los militares españoles realizan patrullas a pie y en vehículo para vigilar de manera permanente la conocida como Línea Azul (Blue Line), que mantiene la separación entre el Líbano e Israel. Rubén, Alexandre, Nicolás y Jorge tienen su propio cometido. Son los cascos azules o Fuerza de mantenimiento de la Paz, por eso son conocidos como los Guardianes de la Paz. Rubén López es operador y conductor de la Unidad de Transmisiones y Alexandre Pumar es auxiliar de la Plana Mayor de Mando y conductor del jefe de Transmisiones. "Hacemos muchas salidas en vehículo por las diferentes posiciones en las que la Unidad de Transmisiones tiene personal desplegado para auxiliarlos en lo que sea necesario y comprobar que los servicios que presta la unidad funciona correctamente", manifiesta el soldado Pumar.

El Sargento Primero Nicolás Méndez compagina el trabajo de oficina con el de dentro de la base. "En el equipo en el que estoy destinado nos encargamos del mantenimiento de las instalaciones de la base y el control de las empresas civiles que nos prestan servicio".

Por su parte, el soldado Jorge Varela es operador de retroexcavadora en la Unidad de Zapadores para apoyar la fortificación de las posiciones defensivas que se encuentran a lo largo de la Blue Line. "Para mí ya no es un sitio desconocido, ya que estuve en el 2009, aunque en diferente puesto táctico, realizaba limpieza de submuniciones y campos de minas en zonas de caída, compaginando con la fortificación de las posiciones que nombré anteriormente".

Jorge Varela juega con ventaja, con respecto a sus otros tres vecinos y amigos, ya que no es la primera vez que forma parte de una misión. Porque además de esas dos en el Líbano estuvo en otra en Afganistán (2010-2011) bajo mandato de la OTAN.

Dejar la familia, la rutina, la tranquilidad de su tierra, vestirse de calle, la morriña, es lo que más cuesta arriba se les hace, aunque en el pico más alto de lo que echan de menos están sus seres queridos, y más, en estas fechas tan entrañables para pasar en familia, una familia, que de seguro, ya estará deseando abrazar a sus héroes. Porque, sin duda, esta profesión requiere de mucha vocación. Algo que define a la perfección Rubén López: "esto no es una profesión más, hace falta valor, entrega y pasión para hacer lo que hacemos, porque aunque es una misión tranquila, hay que estar siempre alerta, con ese pequeño margen de que se desencadene una escalada de tensión". Además, añade que "hay que tener en cuenta que puede que, en algún momento, las cosas se compliquen".

Pero para ellos su mayor motivación, como manifiesta Alexandre Pumar, es pensar que hacen una gran labor allí y que gracias a ellos y a la UNIFIL, el sur del Líbano es una zona más segura dentro de lo que cabe. En esto también coinciden sus demás compañeros. "Lo más gratificante, sin duda, es la satisfacción del deber cumplido. Saber que estás haciendo lo correcto, ayudando a mucha gente; realmente somos necesarios aquí", señala Nicolás Méndez que añade que "saber que con nuestra presencia en el Líbano estamos contribuyendo a que España sea un poco más seguro; es muy gratificante cuando sales a las calles y ves a la población local cómo te mira, te das cuenta de lo importante que es la misión de UNIFIL para ellos". Esto también lo comparte el soldado Jorge Varela: "aquí es donde realmente ves realizado tu trabajo. Te das cuenta de que lo que hacemos los militares es muy importante para mucha gente y ves la realidad de un mundo, que por suerte, en España no tenemos y estamos muy orgullosos del uniforme que vestimos y del país al que servimos". Para Rubén López formar parte de esta misión es reconfortante "por saber que estoy cumpliendo los objetivos que se plantean, que estoy demostrando que he aprovechado los conocimientos adquiridos en todos mis años de entrenamiento, la satisfacción de saber que se ha hecho todo lo posible para que todo salga bien".

El regalo de una sonrisa

El cariño y la sonrisa de los nativos es lo que más agradecen estos cuatro jóvenes agoladeses. "Me impactó ver un campamento de refugiados sirios y ver familias enteras con niños cuya única propiedad es lo que llevan puesto y aún así a la mayoría nunca les falta una sonrisa", cuenta Nicolás Méndez, algo que también relata Jorge Varela: "quiero resaltar lo bien que nos tratan aquí los libaneses. Es impresionante lo agradecidos que están con nuestra presencia y que siempre te ofrecen lo mejor de ellos mismos, todo lo que tienen a mano, por poco que sea". Ya decía Buda Gautama "no es más rico quien más tiene, sino el que menos necesita".

Sin duda, para Rubén, Alexandre, Nicolás y Jorge ésta será una experiencia única e inolvidable que dejará huella, tanto en ellos, como en el corazón de muchos libaneses. Aquí en Agolada ya son leyenda, unos vecinos que abandonan su vida para proteger a los inocentes que les tocó vivir en tierra de nadie.