No todo lo que reluce es oro, y a pesar de que se pueda pensar que la gente gasta en cosas de segunda mano, con la crisis, la realidad es otra: simplemente no gasta.

- ¿La crisis benefició a las tiendas de segunda mano?

- Para nada. Sí es verdad que ahora en julio y agosto al venir la gente de vacaciones sí que hay más movimiento, pero no es debido al núcleo de la población de Lalín, y de la crisis no acabamos de despegar. Creo que la base de todo el funcionamiento es la industria y ésta, con la crisis, se fastidió mucho, y a raíz de esto quedó todo afectado.

- Con la crisis, ¿la gente no vende más sus pertenencias?

- Las ventas también bajaron mucho, porque la gente se encuentra ahora en una situación en la cual no tiene ni para vender. El que no tiene, no tiene y el que tiene, ni vende, ni compra de segunda mano, por lo que en este negocio está todo parado.

- ¿Desde cuándo nota este descenso de transacciones?

- Llevamos con el negocio cuatro años y al principio había mucho movimiento, porque era cuando empezaba la crisis, la gente compraba, aprovechaba las oportunidades la que tenía dinero, pero lo que pasa es que creo que aquí se ha ido mucha gente y por eso radica en el movimiento de comprar y vender. La gente de fuera, tanto marroquíes como sudamericanos, no vienen a las tiendas de segunda mano, venir vienen en algún momento, pero no es lo lógico que compren, lo tienen que encontrar muy barato, porque también tiene otra forma de vida distinta.

- A pesar del descenso de ventas, ¿qué es lo que más demanda su clientela?

- Lo que más se compra es el mueble rústico, un mueble de madera, que sea fuerte, antiguo, para casas que están restaurando, que se están haciendo muchas casas fuera de Lalín, como en Rodeiro, Silleda... y todo los que son las aldeas, y esa gente sí que es la que tiene el dinero, no la gente de Lalín. Después suelen venir a cosas específicas, que si las hay bien y si no, ya nada.