Lleva días ultimando el que será su primer proyecto gastronómico en tierras baleares. La silledense Raquel Fondevila Alén se ha embarcado en una aventura personal y profesional a casi 2.000 kilómetros de su casa en la que ha puesto toda su energía. En breve dirigirá en el número 4 de la calle Ramón y Cajal de Palma de Mallorca un nuevo establecimiento de la franquicia La Pepita Burguer Bar, un establecimiento especializado en hamburguesas de calidad.

-¿Cómo acaba una silledense montando una hamburguesería en pleno centro de Palma?

-La verdad es que me iba bien trabajando como autónoma en Galicia en el marketing digital orientado a la hostelería. De hecho, llegué a tener una página propia de reservas on line que, al final, se quedó en un hobby porque enseguida me empezaron a llegar nuevos proyectos. Mientras tanto, a mi novio, que llevaba dos años en el paro, le contratan en Iberostar para un puesto bastante bueno en la central de Mallorca, y se vino para aquí. Y yo, como me suelo buscar bien la vida, me vine detrás de él. Aquí estuve llevando el departamento de marketing de una central hotelera de dieciséis hoteles hasta que me ofrecieron montar La Pepita Burguer Bar en la ciudad de Palma.

-¿En qué consiste su nuevo reto profesional en Baleares?

-La Pepita Burguer empezó en Galicia, concretamente en Vigo, y lo montaron unos chicos que fueron compañeros de estudios en el centro donde me formé. Estudiaron en un par de cursos superiores al mío, pero nos conocíamos de la escuela. Después de dar la vuelta al mundo decidieron montar una hamburguesería gourmet, y de cada sitio del mundo en el que han estado se han traído una idea. Por ejemplo, la hamburguesa "rouge" es la francesa, y lleva foie, la chaparrita lleva guacamole y es de México, y sobre todo lo que pretendían es apostar por la calidad con ingredientes nuevos, todos frescos.

-La hamburguesa junto con el perrito tienen mala prensa porque están asociadas a lo que se conoce como comida basura, ¿cómo piensan quitarse esa etiqueta?

-También es verdad que antes de hablaba mucho y se etiquetaba alguna comida como fast food, pero ahora se habla más del fast good. Si trabajas con un pan bueno, hecho con masa madre, o carne de ternera gallega sin aditivos junto al resto de ingredientes, es lo mismo que si comes en casa una chuleta.

-¿También existen clases dentro de las hamburguesas?

-Por supuesto. Luego, si te la tomas con una Coca Cola, pides doble de patatas y un brownie, es evidentemente que eso tiene muchas calorías. Sin embargo, la hamburguesa en sí, si está bien hecha, no debe de ser jamás considerada como comida fast food.

-Desde el punto de vista personal, ¿cómo afronta su nueva aventura tan lejos de su tierra natal?

-Al principio no sabes donde te metes, pero se trata de un proyecto muy grande. Comprobé que todas las "pepitas" funcionan muy bien, pero esto es nuevo y es en Palma de Mallorca, la primera isla donde se abrirá el local. Aquí no es tan conocido como en Galicia, y con el bum turístico encontrar un local nos resultó más complicado porque los precios son elevadísimos, y queremos enfocarlo al cliente local, aunque es evidente que también vendrán turistas. Encontramos local en julio y todavía ahora estamos acabando las obras.

-¿Buscarse un hueco propio en un lugar tan turístico y con tanta oferta será lo más complicado?

-Aunque esta es la cuna de la hostelería, hay restaurantes muy buenos, pero también hay verdaderas bazofias y que están llenos. Por eso soy optimista porque digo, si hay tanto local lleno donde se come fatal y la atención es pésima, hace falta que alguien ofrezca algo distinto y bien hecho. Todavía te puedes encontrar mucho restaurante que lo monta cualquiera, que no tiene ni idea del negocio, y así va la cosa. Hay que tener en cuenta que, aunque el proyecto de La pepita es interesante, detrás hay gente formada y con muchísima experiencia en el sector de la hostelería, y eso es lo que distingue.

-¿Cuesta acostumbrarse a vivir en un lugar tan peculiar como es el archipiélago balear?

-Es un cambio radical, pero me formé en el turismo y estaba claro que mi vida laboral iba a estar enfocada por ese ámbito. En lo profesional, estar aquí es lo mejor que me podía pasar. Aquí parece que tienes que estar rechazando proyectos todo el rato. Sin embargo, algo que me cuesta a nivel personal es ir a una playa, estando acostumbrada en Galicia a como mucho tener alguien a diez metros. Aquí hay playas que en verano hay que hacer cola para encontrar sitio en la arena. Ahora que llevo aquí dos años viviendo, me suelo escapar a calitas de roca donde hay cuatro vecinos y ya está.

-¿Cuándo descubrió que le gustaban los deportes de riesgo?

-La verdad es que nunca fui amante de deportes en general. Empecé hace un par de años en Galicia a través de la asociación Galicia Senderismo, y descubrí que me encantaba hacer rutas de senderismo, que no es un deporte como tal, pero me encantaba ir al monte. Incluso me animé con el kayak. Después, aquí en Mallorca, un compañero mío de la escuela de hostelería dejó el mundo del turismo para abrir una empresa de multiaventura, y nos llega a conocer cuevas que no conocen ni los propios mallorquines. De hecho, la foto que te envié para esta entrevista es de Explora Mallorca y fue cuando hacía rapel a una cueva tan grande como la del Drach, y sin explotar turísticamente. La verdad es que la isla es preciosa tanto lo que se conoce como lo que todavía está por descubrir.

-Supongo que será más interesante lo que no se conoce que lo que ya está publicitado, ¿no?

-Yo creo que los mallorquines no conocen algunos sitios por supervivencia porque para ellos cualquier distancia es lejos. Yo creo que no salen de su zona de confort porque si te dedicas a recorrer la isla acabas pronto porque es pequeña. Aquí, si haces una excursión, en más o menos una hora ya te has recorrido toda la isla.