La escasez de lluvias no solo en los meses de verano sino durante la primavera motivó que sus consecuencias se dejasen notar sobre todo en el campo y las cosechas. La falta de precipitaciones provocó un descenso prematuro y acusado del caudal de la mayor parte de los ríos y que se prolongó hasta el final del año. Por este motivo llegaron a vivirse ciertas restricciones en el consumo del agua. Uno de los puntos en los que se aplicó fue en la capital dezana, donde ante los valores alarmantes de los puntos de abastecimiento optaron por recortar el consumo en el mantenimiento de zonas ajardinadas para intentar paliar y retrasar los cortes a los vecinos, una medida que finalmente no fue precisa acometer al recuperarse valores que garantizaban el abastecimiento.