“Me gustaría que en el Pazo de Lourizán se hiciera un museo sobre Montero Ríos”

Meses después de su estreno en librerías, la novela El Pazo de Lourizán, ambientada en el icónico edificio de inicios del siglo XX vinculado con la familia Montero Ríos, sigue acumulando alabanzas de público y crítica, en un libro en el que se entrelaza la historia de la familia Carballo con las vicisitudes de la sociedad gallega en los años 30. Ahora, tras la publicación de la segunda edición de bolsillo del libro y del formato en audiolibro, su autora, Lola Fernández, prepara ya una segunda parte, con la emigración y la industria conservera como hilo conductor de este nuevo capítulo de la historia.

–Ese proceso creativo, de contar una historia tan apegada a su legado familiar, tuvo que ser también emocional para usted.

–Yo lloraba al escribirla. Creo que el lector lo percibe. Lo sé por toda la gente que, al final, me reconoce que ha llorado con la novela, con los personajes. Yo les reconozco a ellos que es normal que lloren porque existieron y lloraron.

–Que la crítica siga destacando su libro muchos meses después tiene que ser una señal muy positiva para una autora.

–Sí, la verdad. En julio sacaron la edición de bolsillo y esta última semana han tenido que sacar otra edición. También han sacado el audiolibro. Es un éxito inesperado, la verdad. Es una apuesta de la editorial, con el coste adicional de hacer el audiolibro, pero al ver que el formato normal llegaba a la cuarta edición, decidieron llevarlo a cabo. También creo que tuvo que ver un poco el tema de su restauración, que ha contribuido a darle más nombre.

–Hablando de esa cuestión, ¿qué opina de que se le dé ese nuevo uso turístico que plantea la Xunta, de convertirlo en un hotel de 20 habitaciones?

–A mí me hubiera gustado que se hiciera un museo de Montero Ríos, donde se contara un poco la pérdida de las colonias de ultramar, desde Filipinas hasta Cuba, Guam y Puerto Rico. Pero si lo miro con distancia pienso que cualquier cosa, con tal de que el palacio pueda ser visitado y conocido antes de su derrumbe. Considero que un museo sería un espacio ideal para ver toda la historia de la emigración gallega, ver un poco cómo se elaboró el Tratado de París, adonde Montero Ríos acudió por orden de la regente María Cristina. Mi padre estudió allí en Forestales, y es cierto que la Xunta va a construir una casa donde se va a contar un poco las especies autóctonas y foráneas del lugar. Hubiera estado bien completar ese museo histórico con uno más natural, pero teniendo en cuenta que sería necesaria una inversión mayor, construir un pequeño hotel, con cierto encanto, a lo mejor no es tan mala idea. La historia es que el pazo se nos estaba cayendo.

–¿Cómo diría que se encuentra actualmente el pazo de Lourizán?

–Hicieron una reforma el año pasado, un poco para cañerías y cosas que no se veían, sustentar el edificio en sí. Pero el edificio sigue en proceso de derrumbe. ¿Qué es mejor, que se caiga o que hagan un hotel con encanto? Pues preservarlo.

–Volviendo a la historia y al relato de su novela, ¿qué cree que es lo que más sedujo de su obra tanto a editores como a lectores?

–Yo creo que tanto a la editorial como a los lectores, el hecho de haber sido contado de una manera en la que se mezcla el misterio de qué esconde ese pazo de Lourizán, los personajes van teniendo relaciones que no se desvelan hasta el final de la novela y esa ambientación muy gallega, en un pazo tan emblemático. En ese ambiente tan maravilloso, con un jardín botánico tan especial.Y como es una historia que ocurrió de verdad, que es la historia de familia, la gente considera que la novela es muy conmovedora.

–¿Está ya en marcha una segunda parte de El Pazo de Lourizán?

–Ahora, en noviembre, voy a entregar la segunda parte. Seguimos contando la historia de la familia en un ambiente de las Rías Baixas. Es una historia que conozco, que me conmueve a mí.

–¿En qué aspectos se va a enfocar esa secuela que ya tiene preparada?

–Es una historia donde se va a tocar un poco aspectos clave de nuestra historia gallega como son la emigración y la industria conservera.

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