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20 años de la tragedia del Prestige y su huella en la ría de Pontevedra

Aquella lucha contra la marea negra

Cuando el 13 de noviembre de 2002 se hundió frente al litoral gallego el petrolero Prestige, los profesionales de la pesca y el marisqueo de la ría de Pontevedra se organizaron para salvar su costa y su medio de vida

Limpieza del fuel en la playa de Major, en Sanxenxo RAFA VAZQUEZ

Con cubos, con sacos, con capachos, con las manos. La batalla de la gente del mar contra la marea negra del Prestige fue una lucha de David contra Goliat en la que no hubo ganador. En todo caso, fueron los trabajadores del mar y ningún otro estamento, quienes en aquel infausto 2002 lograron parar el vertido de fuel del petrolero hundido frente a la costa gallega y evitar que su manto negro se extendiese por la ría de Pontevedra. Fue un duelo desesperado por la supervivencia de la ría y de toda la gente que vive del mar, en la que pescadores y mariscadores tuvieron que poner sus herramientas de trabajo al servicio de una “guerra” de la que eran víctimas inocentes.

El 13 de noviembre de 2002 se hundía frente a las costas de Galicia el buque monocasco Prestige, operado bajo bandera de Bahamas. La gestión política del accidente y la decisión de “pasear” de forma errática el buque dañado ante la costa, ocasionó uno de los mayores desastres ecológicos de la historia, así como también el movimiento “Nunca Máis”, que llegó a hacer pronunciar este lema en lengua gallega al entonces presidente norteamericano George Bush.

La gestión política del accidente y la decisión de “pasear” de forma errática el buque dañado ante la costa, ocasionó uno de los mayores desastres ecológicos de la historia, así como también el movimiento “Nunca Máis”

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Más de 63.000 toneladas de fuel vertidas, 1.137 playas contaminadas, 2.980 kilómetros de litoral costero afectados, más de 200.000 aves marinas muertas y una movilización social nunca jamás vista, es parte del balance del naufragio del Prestige.

“Como nunca antes”

El vertido del Prestige se extendió por toda la costa gallega, pero no llegó a adentrarse de forma invasiva en la ría de Pontevedra gracias al trabajo heroico de los trabajadores del mar, a pesar de que se enfrentaban a “una situación como no habíamos vivido antes; nunca nos habíamos enfrentado a semejante crisis”, recuerda el entonces patrón mayor de Portonovo, José Antonio Gómez. Lo más destacable de aquel momento fue, para este marino, “la colaboración y la solidaridad de toda la gente del mar, que se volcó en la tarea de la limpieza de la ría sin pensar ni en el dinero, ni en las horas, ni en su barco; el único objetivo de aquellos días era parar el combustible, que no llegase a la costa ante todo” y es que estaba en jaque el medio de vida de muchas familias, además de su hábitat.

Marineros, mariscadores y demás profesionales se organizaron en las jornadas posteriores al hundimiento del Prestige para zarpar cada madrugada a la bocana de la ría y vigilar la llegada del fuel. Allí donde se avistaba alguna mancha, acudían en grupos para retirar el petróleo del agua y evitar que alcanzase la costa. Fue la única forma de hacer frente a la catástrofe. Gracias a la organización de las cofradías de la ría de Pontevedra, el petróleo del Prestige no llegó a alcanzar el litoral.

Mariscadoras trabajando en la limpieza de la arena de Lourido en enero de 2003

Los puertos de la ría, Combarro, Portonovo, Lourido, Raxó... se convirtieron en refinerías. Los barcos mejilloneros cambiaron las cuerdas de moluscos por sacos de petróleo. Y los marineros se vieron obligados a hacer un trabajo tan duro como indeseado.

Y a medida que trabajaban denodadamente tenían que ir improvisando métodos y sistemas. Así, en los primeros días de lucha contra el combustible, en los que se iban probando los modos de hacer frente a esta situación, los pescadores se dieron cuenta que estaban trayendo a puerto pequeños fragmentos de fuel –lo que en aquel momento se llamaron galletas–, a través de las manchas de los propios barcos, que volvían de la mar completamente embadurnados de chapapote. En ese momento idearon un sistema para que las embarcaciones que recogían el petróleo lo portaran solo hasta un determinado punto de la ría, en el que hacían el traspaso de los sacos de chapapote a otros barcos, principalmente mejilloneros, que se encargarían de aproximar los residuos a la costa.

José Antonio Gómez, entonces patron mayor de la cofradía de Portonovo: "Sin el sector poco se hubiera hecho, la gente del mar demostró ser imprescindible para hacer frente a esa situación”

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En su llegada a puerto expresaban su indignación con los responsables políticos que en aquellos primeros días trataban de quitar gravedad al problema. “¡Que no digan que no hay petróleo; está la boca de la ría llena, está todo perdido!” gritaba a los periodistas un marinero, desde un barco que llegaba teñido de negro al puerto de Combarro.

Barcos que regresaban al puerto de Portonovo tras hacer frente a la marea negra del Prestige en la boca de la ría

Mancha de 3 kilómetros

El 3 de diciembre de 2002 una mancha de fuel “diluido” de tres kilómetros de largo por doscientos metros de ancho fue localizada cerca de la playa de Montalvo (Sanxenxo). Anunciaba la inminente llegada de la marea negra a la ría. Marineros, pescadores, mariscadores y mejilloneros del litoral activaron sus propias medidas de emergencia para evitar el desastre, igual que los concellos ribereños, que pusieron en alerta a sus servicios de Protección Civil. La flota pesquera se movilizó para patrullar la ría y tratar de retirar el combustible del agua. Los marineros de Combarro preparaban su malla artesanal y los pescadores de Portonovo se aprestan a retirar las primeras manchas que llegaban a la costa.

Hosteleros

Pero en esta heroica tarea no solo trabajaron los profesionales del mar. Muchos otros sectores económicos de la ría pusieron todo de su parte para hacer frente a esta crisis que afectaba a toda la sociedad. Como ejemplo, el Consorcio de Hosteleros de Sanxenxo se encargó en aquellos días de poner a disposición de los marineros y voluntarios desayuno y comida, con las que poder afrontar largas jornadas de trabajo no remunerado.

Muchas personas ajenas al sector del mar se decidieron también en aquellos tristes días a acudir a las playas y los puertos para echar una mano en lo que pudieran. También al centro de recuperación de aves instalado en O Campiño, para limpiar y cuidar los ejemplares que iban llegando empapados en chapapote.

Más de 63.000 toneladas de fuel vertidas, 1.137 playas contaminadas, 2.980 kilómetros de litoral costero afectados, más de 200.000 aves marinas muertas y una movilización social nunca jamás vista, es parte del balance del naufragio

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Las agrupaciones de la ría de Pontevedra fueron las últimas de Galicia en abandonar la vigilancia del fuel, a principios de abril de 2003. Una vez que los profesionales del mar dieron por controlada la llegada de petróleo, sus representantes se embarcaron en la tarea de intentar salvar el consumo del pescado y marisco de las Rías Baixas. Iniciaron una campaña de información y promoción del producto local por todas las provincias de España que tradicionalmente eran consumidoras, para explicar que la pesca y el marisco de las Rías Baixas tenían plenas garantías. En esta labor contaron con la colaboración de las administraciones públicas, que también desplegaron medios para recuperar la confianza en los productos de la ría.

20 años

Veinte años después, José Antonio Gómez asegura que la mayor lección de aquellos días es que sin contar con los profesionales del mar no se hubiese logrado nada. Este expatrón mayor recuerda que los marineros y pescadores mantuvieron en aquellos difíciles días verdaderas discusiones con funcionarios y técnicos enviados por las administraciones, porque son los profesionales del mar quienes realmente conocen la ría. “Sin el sector poco se hubiera hecho, la gente del mar demostró ser imprescindible para hacer frente a esa situación”, subraya Gómez.

Como nota positiva, los profesionales del mar admiten que, 20 años después, hoy hay muchos más medios y conocimientos para hacer frente a una situación similar, que no debe ocurrir “Nunca Máis.

Rebeca Muñoz/ Voluntaria en la “marea humana”  

“Da limpeza nas praias non gardo un bo recordo”


La pontevedresa Rebeca Muñoz Narciso formó parte de la “marea humana” que hizo frente al vertido del Prestige. Colaboró limpiando en las playas y en el centro de recuperación de aves. “Lembro perfectamente a mañá na que espertei coa terrible nova. Aos poucos días activaron os protocolos de rescate de animais, neste caso de aves mariñas, e como me afectou bastante o desastre púxenme en contaco co centro de recuperación de aves do Campiño. Creo que me enterei polo meu irmán, Rubén, e alí nos presentamos os dous. Eu, nesa época estudaba inglés na Escola de Idiomas e como alí había xente de todas as nacionalidades, que xa estivera en catástrofes medioambientais anteriores, a miña principal función foi actuar un pouco como intérprete. Había xente de Brasil, franceses ou canadenses, norteamericanos, italianos... Así que a miña función alí foi básicamente traducir e axudar a entenderse á xente. Tamén puiden traballar colaborando no coidado dos animais”.


En cuanto a la actividad de limpieza en la playa, esta profesora de Secundaria apunta que “non gardo tan bos recordos” y explica que mientras que en el centro de rescate de animales había profesionales que sabían lo que estaban haciendo (veterniarios, biólogos...), no ocurría lo mismo en las playas. Aquí, con el objetivo de quitar algo de chapapote de la arena, era tal la cantidad de gente que se concentraba (en la mayor parte de los casos con la mejor intención), que se generaba mucha más basura que la que se retiraba. En algunos casos se notaba que los grupos que llegaban iban “a pasarlo bien”, o a vivir ese momento tan mediático. “Chegoume a parecer que danabamos máis o medio ambiente do que o axudabamos”, por lo que dejó de ir.

Rafael Arines/ Voluntario en la “marea humana” 

“Espero non ter que repetir aquela experiencia Nunca Máis”


Rafael Arines Gago fue uno de los voluntarios que en diciembre de 2002 quiso echar una mano para tratar de mitigar las consecuencias más inmediatas de la marea negra. “Foi nas vacacións de Nadal. Ante o desastre e a impotencia de ver as nosas costas tinguidas de negro, moitos sentimos a necesidade de facer algo, o que fose, para aliviar un pouco o remordemento de conciencia de ter consentido que un desastre coma este puidese ocorrer, outra vez. Así que metémonos no autobús e fomos recoller as famosas galletas de chapapote. Eu estiven, se non recordo mal, na Lanzada, San Vicente, Corrubedo e Carnota. O panorama era desolador: a mar enlamada de illotes negros e escumas amarronadas, as rochas enmerdadas con esa pringue noxenta, as praias ateigadas de medallóns contaminantes e moitas aves mortas, alcunhas das cales eu nunca vira nas nosas costas como frailecillos e alcatraces, tan bonitas”.


“Ao principio había bastante confusión, a pesar de que nos indicaran que había que ir desde o principio da praia limpando as pequenas boliñas de chapapote para irse acercando pouco a pouco á costa sen pisalas e enterralas na area, a sensación de facer pouco, levaba a algúns a querer avanzar para recoller volumes máis grandes. Despois, chegamos a adquirir unha experiencia que nunca desexamos ter e xa estabamos máis organizados e sabíamos o que tiñamos que facer. Espero non ter que pór en práctica este coñecemento Nunca Máis. Aínda que non estou nada seguro”, narra este voluntario.

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