El afloramiento de primavera, que este año llegó con un par de meses de antelación (a principios de febrero) y cogió por sorpresa al sector mejillonero de Galicia, provocando un cierre generalizado de bateas, está ahora desapareciendo.

Los niveles de biotoxinas marinas han descendido de tal forma que a estas alturas únicamente quedan cuatro polígonos bateeiros cerrados, por lo que hay casi medio centenar operativos.

En la mañana del martes se levantó la prohibición que pesaba sobre los dos últimos polígonos clausurados en la ría de Vigo, como eran el Cangas F y el Cangas G.

Esto quiere decir que todas las bateas fondeadas en estas aguas (cerca de medio millar de viveros que se reparten en una docena de polígonos), están de nuevo disponibles, una vez superado este episodio de lo que popularmente se conoce como “marea roja”, el cual comenzaba a principios de febrero a causa de las toxinas del género lipofílico.

Escasa actividad extractiva

Aunque esta “limpieza” no sirve de mucho, ya que las operaciones de carga y comercialización del “oro negro” de batea están ahora bajo mínimos. Y no solo por los perjuicios causados por la alerta sanitaria decretada a causa del coronavirus COVID_19, sino también porque en esta época del año el molusco no alcanza su mejor rendimiento, ni mucho menos.

Lo cierto es que, según los informes emitidos por el Instituto Tecnológico para el Control del Medio Marino (Intecmar), únicamente está prohibido extraer mejillón en tres de los cinco polígonos de la ría de Pontevedra, como son el Bueu B, Bueu A1 y Portonovo C, y en el Muros C, uno de los cuatro existentes en la de Muros-Noia.

Por lo demás, están disponibles un centenar de viveros flotantes de Ares-Betanzos, los de Baiona (una quincena) y alrededor de 2.300 parques fondeados en la ría de Arousa.