La meteorología acompañó y la procesión del Corpus Christi pudo recorrer las calles de la ciudad, que revivió así un año más una tradición ancestral. Sin embargo, como ya ocurrió en 2017, la falta de voluntarios para portar las imágenes impidió que salieran los 13 santos que conformaban tradicionalmente el desfile gremial, saliendo, al igual que hace un año, solo seis tallas. Tras la cruz de flores desfilaron San Telmo, patrono del Gremio de los Mareantes; San Roque, protector de la ciudad, San Cristóbal, patrón de los molineros; San Julián (que en esta ocasión vestía su traje de color granate), patrón de los zapateros; San Sebastián, de los mercaderes, y San Miguel, de los marineros.

Curiosamente, solo procesionaron santos varones, quedándose sin salir la Virgen Blanca, patrona de los escribanos y abogados; Santa Catalina, de los sastres; Santa Lucía, de los hortelanos, y la Santísima Trinidad, patrona del clero de la ciudad, así como San Mauro, patrón de los panaderos; San Antonio Abad, de los alquiladores, y San Juan Bautista, de los carpinteros.

Siguiendo la tradición, la jornada comenzó en el atrio de la capilla de San Roque, donde el Gremio de Mareantes invitó a la corporación a degustar aguardiente y pan de maíz. Momentos después, los socios trasladaron las imágenes de San Telmo y San Roque hasta la iglesia de San Bartolomé, donde tuvo lugar el oficio religioso solemne, que presidió el obispo auxiliar de Santiago, monseñor Jesús Fernández González.

Tras la misa comenzó la procesión, que pasó por las calles Sarmiento, Pasantería y Paseo de Antonio Odriozola hasta llegar a la plaza de A Ferrería, donde se hizo una pequeña parada para realizar una oración. El desfile gremial continuó por los Soportales, Manuel Quiroga, Don Filiberto, Alhóndiga y la Avenida de Santa María, para recogerse, como cada año par, en la Basílica.

Al ser organizada por San Bartolomé, no hubo polémica con el palio del Gremio de Mareantes, cuyos miembros, encabezados por su presidente, José Luis Arellano, participaron activamente en la que consideran una de las principales citas anuales portando, entre otros símbolos, el Teucro.

La celebración convocó a numerosos vecinos, que contemplaron el paso de la procesión en distintos puntos del recorrido. Las inclemencias meteorológicas de la noche del sábado al domingo obligaron a confeccionar alfombras menos coloridas que en años anteriores, pero igualmente apreciadas por los feligreses, para recibir a la custodia del Santísimo, trasladada un año más en un paso con ruedas. La acompañaron seis niñas que hicieron este año la Primera Comunión, además de los sacerdotes de las diferentes parroquias de la ciudad, representantes de las cofradías penitenciales y fieles.

Gaitas y tambores marcaron el paso, haciendo sonar la tradicional Marcha Procesional del Corpus de Pontevedra y el Himno del Antiguo Reino de Galicia.

Una vez más, el lema del Corpus se relacionó con el Día de la Caridad. A su llegada a la Basílica de Santa María, el obispo auxiliar agradeció la presencia de los vecinos y autoridades y también quiso recordar "a aquellos centros, como por ejemplo Cáritas, en los que se atiende a esas personas en las que debemos de tratar de descubrir también a Cristo: a los pobres y excluidos".