Paula Frassinetti, fundadora de la congregación de las Hermanas Doroteas, creía que los árboles que crecen en la cima de la montaña, acostumbrados a no ceder ante las tempestades, son más fuertes que los que viven tranquilos en la planicies En la misma medida, recomendaba a sus colaboradoras no ser demasiado exigentes, ni con ellas mismas ni con los demás, "recordad que perfectos solo hay en el cielo", les decía, una mezcla de firmeza y capacidad de comprensión que quiso trasladar al ideario de sus colegios.

El de Pontevedra inició su andadura en 1911 con unas primeras clases en la plaza de A Leña, si bien fue en 1918 cuando verdaderamente se puso en marcha en el llamado actualmente Santuario de las Apariciones. Las niñas disponían por primera vez de aulas, patio e instalaciones en las que no solo recibían clases sino también en ocasiones el desayuno.

El director, Francisco Balado, explica que "esas primeras monjas Doroteas que llegaron a Pontevedra se proponían sobre todo atender a niñas desfavorecidas", de ahí que se situasen en una zona próxima al arrabal marinero de A Moureira. "Sobre todo se centraban en pequeños con dificultades, una antigua alumna, que hoy tiene más de 90 años, contaba que venía al colegio encantada porque también tenía una beca para poder comer algo en tiempos tan difíciles".

La comunidad escolar pasó de contar con apenas 20 niñas a experimentar un gran crecimiento, hasta el punto de que las religiosas alquilaban espacios fuera del colegio.

De esa primera etapa apenas se conservan imágenes. Entre las excepciones, la fotografía que aparece en esta página de una Primera Comunión en el Santuario de las Apariciones, al que llegó en 1925 como postulante sor Lucía, la vidente de Fátima, que entonces contaba con 18 años.

Las religiosas que la acompañaron en esos años recuerdan que "era realmente una Dorotea, estando en su habitación volvió a aparecérsele la Virgen, en un cuarto donde hoy hay una pequeña capilla, pero de ella señalan que era una más, con sencillez y humildad".

El centro contaba con una residencia, un internado que funcionó hasta mediados de la década de los setenta y que supuso un importante salto cualitativo, aunque la verdadera transformación la experimentó con la puesta en marcha en 1957 del nuevo colegio en la calle Alfonso XII.

Éste se construyó con aportaciones de los fieles y de la congregación (presente en Italia, Portugal, Malta, Estados Unidos o Perú) en una finca que las religiosas adquirieron a la familia Llorente.

No fue la primera opción que barajaron ya que también se les ofreció el terreno que ocupa actualmente el colegio Sagrado Corazón. "No aceptaron porque decían, en palabras de las religiosas, que estaba muy cerca del cementerio", señala entre risas Francisco Balado.

A mayores de construir un colegio también adquirieron un chalé cercano, que incorporaron al recinto escolar, por el que han pasado en este casi medio siglo miles de alumnos.

Hoy son 962 estudiantes y 62 profesores. En la comunidad docente no hay religiosas, pero los laicos que la integran conservan el ideario de cuidar de los niños (el centro incorporó varones a partir de finales de los 70) y velar por su formación. "Suavidad y firmeza a través del corazón", resume el director, "queremos que sigan siendo nuestros lemas".