El próximo jueves se cumple un año del naufragio del Nuevo Marcos, al que solo sobrevivieron Carlos Carballa y Adrián Ligero. Carballa tiene apenas 23 años, pero hace uno tuvo que enfrentarse a la muerte de cerca. Él le ganó el pulso, pero vio cómo su padre y amigos no pudieron salvarse. Doce meses después trata de asumir todo lo que pasó.

-Se cumple un año de aquel trágico naufragio. ¿Cómo lo lleva su familia?

-Bueno, lo vamos llevando. Y ahora son momentos difíciles porque estos días se recuerda más. Duele, pero tenemos que seguir, como lo hicimos todo este año.

-Su padre sería una fuente de ingresos importante. ¿Les está costando salir adelante?

- El tema de los ingresos claro que repercute en la familia. Pero es lo que menos nos importa. No quieres ni pensar en eso. Ni aunque lo necesites: no quieres necesitarlo. A mí me pesan todos los días otras cosas mucho más.

-¿Necesitan que se aclare todo lo sucedido de una vez para poder pasar página, sea en los juzgados o no?

-Pase lo que pase en los juzgados, nunca voy a pasar página. Perder a mi padre y perder a amigos fue lo peor que me pudo pasar en la vida. Te salva saber que hay gente que lo pasa peor y sigue tirando para adelante. Por eso decidí seguir yo.

-Pese a esta negra experiencia, usted no le ha cogido miedo al mar.

-Desde un principio todo lo que pasó me hizo tirar más para el mar aún. Yo trabajé en varias cosas relacionadas con la hostelería, pero el mar me da satisfacción. Está claro que no me gusta levantarme para chupar frío y lluvia. Pero cuando estoy en el mar trabajando es lo mejor. No le cogí miedo. Le tengo el mismo respeto que siempre.

-¿No le sobrevienen recuerdos?

-Paso todos los días por la zona del accidente. Y a veces, me he encontrado alguna que otra prenda de ropa. Yo sé que si ellos estuviesen aquí y yo no, harían lo mismo. Seguirían luchando y trabajando en el mar. Mi padre murió honradamente y debo seguir.

-¿Nunca ha pensado en dejarlo, en cambiar de aires, en alejarse de este entorno?

-Muchas veces me dieron ganas de no seguir en esto, de matarme, de todo€ Yo toda la vida me voy a sentir culpable de la muerte de mi padre. Lo dejé ahí y me fui. Le dije que no lo iba a dejar ahí, pero cuando volví mi padre ya estaba en una bolsa (fallecido).

-¿Qué recuerda del momento del accidente?

-Yo sentí un golpe, empezó a entrar agua y yo oía gritos de Adrián diciéndome que saliese. Me levanté e intenté escapar. Estaba todo oscuro y no encontraba la trampilla. Solo había agua entrando. Ahí pensé que me iba a morir. Intenté coger los chalecos, que estaban debajo de donde dormía, pero no fui capaz. A los 20 segundos logré salir y me acerqué a mi padre. Prácticamente al instante el barco empezó a dar la vuelta. Entonces tiré a mi padre al mar para que no lo aplastara el barco.

-Y una vez en el agua, ¿qué hace?

-Traté de pedir tranquilidad. Hice lo que pude. Les di a ellos los aros. Subí encima del barco para buscar a Jesús Ligero, pero no se veía nada. Y les dije que se quedasen ahí, que se subiesen a la batea porque yo iba a ir a buscar ayuda.

-Fue muy valiente. No todos se atreven a recorrer semejante distancia solo y en esas condiciones.

-Es muy duro irse escuchando cómo esa gente te pide ayuda y después no volver a saber nada de ellos. Luego dejas de escuchar todo y te quedas tú solo. Ahí fue donde dije que tenía que llegar sí o sí. Estaba solo ya. Y ellos también. No podía dejarlos ahí.

-¿Se considera un afortunado por haber vencido así a la muerte?

- El haber llegado a tierra para mí fue un milagro. Tengo la suerte de seguir aquí. Pero la pérdida de mi padre es muy dura. Realmente no me siento afortunado. Cuando pasa algo siempre le das vueltas pensando que podías haber hecho otra cosa. Imagínate eso durante un año entero. Pero en ese momento creí que estaba haciendo lo mejor, pero no sirvió. Además, se te juntan muchas cosas. Empiezas a pensar que yo le fallé muchas veces a mi padre. Y él para mí era un padre porque me ayudaba, me enseñaba€

-Hizo lo que pudo.

-Sí, pero siempre le das vueltas. Me dejé guiar por los que iban en el barco porque tenían experiencia. Tuvimos como 50 segundos antes de que el barco se fuese a pique. Podíamos haber actuado de otra forma...

-Una vez comienza a nadar solo, ¿tiene ganas de rendirse en algún momento?

-Sí, claro. Cuando dejé de sentir las piernas por el frío. Pero luego pude continuar nadando. La peor muerte es morir ahogado. Así que seguí. Nadaba boca arriba y trataba de marcarme una línea recta por las estrellas. Yo quería llegar al espigón de Combarro, pero la corriente me arrastró mucho más al Oeste, hasta las piedras a la altura del colegio de Chancelas. Di un rodeo enorme.

-Y cuando llega a tierra, ¿qué?

-Voy a la carretera. Trato de pedir ayuda a los coches que pasaban y en las casas. Pero nadie se me paraba. En el momento me dolió, pero es hasta comprensible por mi aspecto.. Y entonces encuentro a José (Pazos). Por lo que me comentó, yo solo le decía: "Meu pai... Hundimos". Le pedí que me llevase con él a avisar a su casa. Llegué a rastras y con 32 grados de temperatura. No me acuerdo de nada. Si llega a pasar algo más de tiempo o tengo que nadar 50 metros más, seguramente no lo podría estar contando.

-Gracias a usted, se pudo salvar otra vida.

-Sí. Pero aún así, eso no me sirve para dejar de sentirme en parte responsable. Los dejé allí. Y sigo dándole vueltas. Las primeras semanas no era capaz ni de hablar a la madre del patrón (Francisco Castiñeira). Esa familia es muy buena.

-¿Cuánto tardó en darse cuenta de lo que había pasado?

-Me costó tres meses llegar a creérmelo, hacerme a la idea de que esto pasó de verdad y que esas personas faltan. Al principio me embarqué pronto en otro barco, con mi hermano. Pero empecé a estar mal. Eran sensaciones raras. No podía dormir. Pensaba en que también podía pasar allí y ya le das vueltas a cómo vas a actuar. Y con mi hermano allí era todavía más difícil porque la situación me recordaba más a la del Nuevo Marcos. Me fui en julio y no lo tenía asimilado. Tuve que parar y pedir ayuda psicológica. Al principio no quería.

-¿Ha cambiado después de aquello?

-Por suerte, soy un chaval alegre. Eso me marcará para siempre, pero si no fuese por mi forma de ser me habría hundido de verdad. Lo que más me ha dolido han sido muchos comentarios. Comentarios de vecinos y conocidos. La gente habla sin saber, dice mentiras... Eso hace mucho daño. No por mí, sino por mi familia.