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Fidele Podga Dikam: "La familia es el primer ámbito de socialización; en ella mamamos los valores básicos"

El doctor en Ética abrió con una conferencia las actividades de la Semana da Familia del Arciprestazgo do Lérez

Fidele Podga Dikam, ayer en el centro de Pontevedra. // Gustavo Santos

El doctor en Ética Fidele Podga Dikam, colaborador de Manos Unidas, fue el encargado de abrir ayer las actividades de la Semana da Familia, organizada por el Arciprestazgo do Lérez. Lo hizo con la conferencia "Las familias en el mundo", en la que abordó la importancia de estos núcleos en un ámbito más generalizado como el mundial. "No hay que ceñirse tanto a los valores espirituales y sí abrirse más a los humanos", considera.

-Su conferencia se titula "Las familias en el mundo". ¿Qué caracteriza a una familia, por ejemplo, de Pontevedra?

-El modelo de familia europeo es mucho más restringido. En el sur global este modelo se amplía bastante, no solo es el padre, la madre y los hijos, sino los tíos, primos, nietos... es una familia mucho más amplia con todo lo que eso conlleva como problemática.

-Ese era el modelo gallego no hace tanto tiempo. ¿Es malo ser más individualistas?

-Más que perjudicar, lo que hay que ver es que los modelos son diferenciados y que tienen que ver con las condiciones económicas y sociales de cada contexto. Otra cosa bien distinta es ver qué capacidad tenemos de transmitir los valores espirituales y humanos a los sujetos de la familia, sea amplia o restringida. Es más fácil cuando es amplia porque pierde peso el individualismo.

-¿Cuál sería el mensaje a transmitir?

-Que no hay que ceñirse tanto a los valores espirituales ni religiosos y sí abrirse más a los valores humanos. Primero de todo, el valor del amor, pero el Amor en mayúscula, en el sentido de que amando al que está cerca me abro también al que está lejos. También añadiría la palabra Justicia, porque tengo que tener en cuenta al que está lejos por ello, no por compasión. Por último, una tercera palabra: Sobriedad. Guardo para mí lo que necesito y el resto está a disposición de los demás. Así formaríamos personas humanas de calado, solidarias. Nuestra manera de vivir, de hacer, de comer, tiene consecuencias más allá.

-¿En quién debe recaer esa responsabilidad de formar personas más solidarias, más humanas?, ¿en los padres?

-No puedo decir de los padres en general, porque yo, que soy padre, veo que nos vemos abocados a una sociedad en la que los niños en general dependen cada vez menos de la familia. Habría que poner sobre la mesa un modelo de familia, de formación humana, de educación para la ciudadanía que sea algo global. La familia es el primer ámbito de socialización de la persona. Es en ella donde mamamos los valores básicos, con lo cual tiene una gran importancia. A ella se le pide un esfuerzo titánico, más allá de sus posibilidades.

-¿Y los colegios?

-Forman parte de ese universo de formación y dependen de una filosofía del Estado, ya sean públicos, privados o concertados. Juegan un papel importante por lo que habría que recuperar esas asignaturas a las que ahora parece que no se les da importancia, como la Filosofía, que es el arte de pensar. Tengo que pensar qué horizonte tengo para mí y para los demás en el mundo, qué sostenibilidad tengo. Los chavales tienen esa posibilidad de hacerse esas preguntas. Hace unos días llegaron hasta mí unos chavales para hablar sobre la contaminación del agua. Tenían unos 12 años. Si a esa edad se interesan por esas cuestiones, vamos bien. Los niños desde pequeños tienen una sensibilidad medioambiental que es importante y que podemos vincular con la lucha contra la pobreza y en favor de la dignidad de las personas. Cuando en Europa se gastan más o menos 50 litros de agua por día y persona, en otras partes del mundo no llegan a un litro, y es solo para beber.

-¿Se está enfocando demasiado la educación en aspectos técnicos?

-Lo que hay que tener clara es una perspectiva de futuro. Hay que pensar que los problemas que están destrozando la humanidad no son problemas técnicos, como el hambre. Si hay más de 800 millones de personas pasando hambre en el mundo no es un problema técnico. Son problemas humanitarios. Hay que abrir los ojos a la realidad: el hambre, el cambio climático, los derechos humanos, los objetivos de desarrollo sostenible... no están vinculados a esa gran capacidad técnica que el mundo actual tiene, sino a la falta de capacidad humana, del corazón. Es un bienestar material que mira al otro bajo el prisma del éxito y no como a una persona humana en su dignidad.

-Como un igual.

-Efectivamente, porque por el motivo que fuere hemos hecho una sociedad totalmente desigual. Si no compartimos, esto no va a ser soportable, porque en esos lugares está en cierto modo la raíz de la violencia, la falta de paz en el mundo, los conflictos entre naciones pobres... Todo eso tiene que ver con el acceso de todos a los bienes que existen.

-¿Qué se puede hacer a nivel individual?

-A nadie se le pide nada imposible, pero siempre hay un espacio en el que ejercer los valores humanos y respetar los derechos de los demás. Es tan básico como pensar dónde compro, qué compro, dónde invierto y por qué invierto, cómo pago a mis trabajadores, cómo hago mi trabajo como asalariado... Tiene que ver siempre con unos derechos y unos deberes.

-¿Cuál es el último país que ha visitado?

-Viajo mucho a Camerún, mi país. Pero el último fue Perú el verano pasado, en el que participé en un encuentro muy interesante sobre el derecho a la alimentación.

-Un debate que a estas alturas deberíamos tener superado.

-Que no deberíamos de tener. Nadie tener derecho a ser alimentado, ese derecho no existe. Sí tenemos el derecho a la alimentación, suficiente, saludable, asequible y que corresponda a las tradiciones culturales.

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