Con la llegada del invierno, que se estrenó esta semana aunque la climatología continúa anclada en otros registros menos rigurosos, el cielo de Pontevedra vuelve a recibir a unos inquilinos que no faltan ningún año: los estorninos. Miles de estos pájaros, en armoniosas y sincronizadas formaciones, convierten la ciudad en escenario de sus acrobacias aéreas. Molestos para muchos, con sus graznidos y sus excrementos, son un espectáculo para otros, como ocurrió hoy domingo en la calle Joaquín Costa. Una bandada de miles de estorninos convirtió una torre de telecomunicaciones en la base de operaciones de sus evoluciones en el aire y no fueron pocos los pontevedreses que se paraban en plena calle para observar la bandada, con sus zigzagueos en pleno vuelo, e incluso tomar fotografías.

Se repite así un fenómeno que cada año por estas fechas, y más avanzado el invierno, tiene tantos detractores como admiradores. El entorno del magnolio de la plaza de Méndez Núñez es un buen ejemplo de lo molesto que puede llegar a ser la proliferación de estas aves, que algunas califican de plaga. Ya hace unos años surgieron propuestas para evitar la suciedad que generan al pie de cada uno de los puntos que eligen para pasar la noche, e incluso se pensó en aplicar medidas de control de la población, como ocurre con las palomas y las gaviotas. Pero su condición de pájaros migratorios dificulta esa tarea.

Incluso se pensó en aprovechar sus espectáculos aéreos con la instalación de observatorios urbanos para facilitar la observación de estas inmensas bandadas que al caer la tarde, tras haber pasado la jornada en los campos de la comarca, regresan a la ciudad.

Cada invierno la ciudad registra una llegada masiva de estorninos. En los últimos años se han puesto en marcha diversas medidas de control, como la localización de predormideros (árboles cercanos a la ciudad desde los que posteriormente colonizan árboles y parques del centro) y la utilización combinada de diversos instrumentos como haces de luz y sonidos para intentar espantarlos.

En el año 2008 se estimaba que la población se había disparado hasta el medio millón de ejemplares y los expertos apuntan a la falta de predadores como una de las principales causas de la sobrepoblación, hasta el punto que los estorninos figuran entre las especies exóticas invasoras más dañinas.