No ser amado o ser abandonado forman parte del azar, son solo desventuras frente a la verdadera tragedia, que es no amar. Y Avelino Álvarez Alonso, que vivió el infortunio de una infancia sin familia, huyó del desastre convirtiendo a la Virgen Peregrina en depositaria de un afecto sincero, discreto y callado, un amor de "grandullón" (como lo recuerdan cariñosamente sus amigos) que mientras tuvo salud tiró incansablemente de la carroza de su Señora del Refugio.

Lo recuerdan esta semana los numerosos pontevedreses que subieron en su infancia a la carroza y también las familias que fotografiaron una y otra vez a sus niños acompañados de este hombre vestido con aquel traje que le idearon en el Hospicio.

Allí fue donde se crió. Los internos tenían el "privilegio" de tirar de la carroza de la Virgen Peregrina y Avelino Álvarez fue uno de esos niños a los que se les permitía vestir el uniforme de capelina blanca, ser un impoluto "peregrino" acompañando a la patrona.

Los años pasaban y Avelino Álvarez (que muy posiblemente también arrastraba un trastorno de aprendizaje) "se hacía cada vez más grandullón pero por supuesto seguía queriendo dirigir la carroza", explican sus amigos, "así que crearon el puesto de tirador de la carroza y toda su vida lo desempeñó con fervor".

Con ese pulcro uniforme infantil, adaptado a las hechuras del amable "grandullón", salió las siguientes décadas cada segundo domingo de agosto. A finales de los ochenta, al concederle el premio de Amigos de Pontevedra, José Luis Fernández Sieira recordó esos 55 años de trabajo y como Avelino Fernández cuidaba amorosamente de la seguridad de la imagen.

"Lo hacía con mimo, para que no se le cayera un clavel ni se le torciese una vara de nardos", indicó en la semblanza el que fue presidente de la Sociedad Filarmónica de Pontevedra, uno de los pontevedreses que esta semana lamentó el fallecimiento de Avelino Fernández.

En 2001 condujo la carroza por última vez, pero hasta su muerte continuó siendo un discreto devoto, incondicional en las grandes citas de la Virgen Peregrina, en las que ocupaba un discreto segundo plano.

Lo recordaban ayer sus amigos, que la próxima semana celebrarán un oficio religioso en memoria de este hombre que en el año 2009 pidió a un reconocido documentalista pontevedrés que lo retratase. Era una cita especial, la del 14 de agosto en la que la Virgen Peregrina procesionó hasta la basílica con motivo del aniversario de la parroquia pontevedresa.

La imagen lucía un hermoso vestido azul y Avelino Fernández, protagonista involuntario de miles de fotografías captadas por los pontevedreses en el último medio siglo, solicitó en un momento al documentalista que cubría el acto ser retratado con su Virgen.

Fue también uno de los pocos favores que pidió en su vida. Sus muchos amigos recordaban ayer que "cualquier pontevedrés estaría encantado de hacerle un favor, pero nunca nos lo pidió ni en sus momentos más delicados" y evocaban sus últimos años, subiendo la calle Don Gonzalo camino del Mercantil, siempre educado; los buenos hijos heredan de sus madres amor y respeto.