Tal día como hoy, pero hace 25 años, Amigos da Cultura y A Reiboa abrieron una suscripción popular con el fin de levantar un monumento en recuerdo de Alexandre Bóveda, al igual que algún tiempo antes habían hecho con Alfonso Castelao. La idea original estaba encaminaba a situar una figura muy cerca de la otra, simbolizando así su conocida fraternidad. Lamentablemente este conjunto escultórico nunca llegó a plasmarse por falta de autorización municipal.

Aquella campaña actuó como punta de lanza de un movimiento de recuperación de la figura de Xandro, que resultó ya imparable con el paso del tiempo. Augusto Fontán, Luís Bará, José Luís Villalba, Luciano Sobral o Alfonso Lima estaban entre los veinticinco miembros de aquella Coordinadora pro Monumento a Bóveda que finalmente vio cumplido su objetivo antes de que concluyese aquel "Año Castelao".

Cada poco tiempo, los promotores de la campaña, con el Partido Galeguista al frente, daban cuenta de la marcha de la recaudación para estimular la participación. Una práctica muy empleada en otras épocas anteriores, cuando en Pontevedra se sucedían por doquier los homenajes populares: un éxito profesional, un nombramiento o un reconocimiento cultural. Cualquier excusa era buena para distinguir a un pontevedrés. Y cuando la colecta llegó a su ecuador, el Partido Galeguista Nacionalista (así se llamaba entonces) anunció su intención de crear la Fundación Alexandre Bóveda.

A la recaudación de las 500.000 pesetas (3.000 euros) presupuestadas por los promotores para sufragar todos los gastos del monumento a Bóveda contribuyeron de forma decisiva las aportaciones concedidas por la Diputación Provincial (60.000 pesetas) que presidía Mariano Rajoy, y por la Caja de Ahorros Provincial de Pontevedra (150.000 pesetas) que dirigía Carlos Velasco. Una contribución olvidada enseguida, que resultó imprescindible para que tan loable iniciativa no acabara mal.

El escultor Alfonso Vilar --recientemente fallecido-- fue el autor del busto en bronce, que descansaba sobre un pedestal de granito, con dos columnas horizontales y una vertical. La insignia del Partido Galeguista como distintivo de su militancia lucía en el hueco interior. Y una simple inscripción rubricaba todo el conjunto: "Alexandre Bóveda, 1936-1986".

El monumento se ubicó en la plaza de Curros Enríquez por acuerdo municipal; una plaza que estaba abierta al tráfico y tenía una configuración algo distinta. Su inauguración tuvo lugar el 7 de diciembre de aquel mismo año en un acto sencillo, pero cuidado y muy emotivo, que congregó mucho público. El momento más cálido se produjo durante la ofrenda floral, cuando la viuda, Amalia Álvarez Gallego, depositó en medio de una gran ovación su ramo formando los colores de la bandera de Galicia.

Así empezó a tomar cuerpo aquel movimiento de exaltación de la figura de Bóveda que ya no tuvo marcha atrás, hasta alcanzar su punto culminante con su nombramiento como hijo adoptivo de Pontevedra a los pocos meses de la trabajada conquista del poder municipal por parte del BNG.

Aprovechando la implantación de la peatonalización en Curros Enríquez y con la excusa de su adaptación al nuevo entorno, la base del monumento fue sustituida en su totalidad para componer el conjunto escultórico actual, que si no es peor tampoco es mejor que el original. Hay gustos para todos.

Sin necesidad de levantarme de la mesa de trabajo de mi oficina ubicada a pocos pasos del monumento, a través del cristal de la balconada veía yo a todas horas su busto mientras escribía "El primer Bóveda", un libro cuya edición está ya agotada, que descubría su etapa más blanca y desconocida, carente de toda actividad política.

Como un hecho puramente objetivo y sin entrar en ninguna otra consideración, solo este libro y nada más que este libro patrocinado por la Diputación Provincial fue la única publicación editada sobre Bóveda en todo el año 2003, cuando se celebró el centenario de su nacimiento. Ramón Villares que además de amigo es un historiador prestigioso, hizo un elogio público del libro durante su participación en el congreso sobre "A Galicia de Bóveda" que tuvo lugar en Pontevedra y al que, obviamente, no fui invitado "debido a un límite de tempo; son só tres días".

Este libro fue rápidamente proscrito --intuyo que sin leerlo siquiera-- por los guardianes de las esencias más ortodoxas. Esos mismos que no se cansaban de reclamar entonces, ni aún se cansan de decir hoy que la figura de Bóveda, su vida y su obra, demandan un mejor y mayor conocimiento. ¿En esto consiste la famosa matraca de la recuperación de la memoria histórica?