Pase lo que pase con el futuro inmediato de Novacaixagalicia, seguramente nada volverá a ser igual con su Obra Social. El drástico recorte que se vislumbra a partir del próximo año resulta difícilmente imaginable en este momento, cuando lo que está en juego ahora es la esencia misma de una entidad naciente, que parece abocada de la noche a la mañana a dejar de ser lo que debía, quería y podía ser.

El impacto de esa reducción más que previsible de su Obra Social va a sentirse mucho en la ciudad de Pontevedra y no queda más remedio que empezar a asumirlo cuanto antes porque no tiene marcha atrás. Vamos a echar mucho de menos algunas de sus actividades, que ahora se nos antojan más necesarias que nunca.

La mitad de la mitad, en el mejor de los escenarios posibles que están contemplándose actualmente. A solo eso y nada más que eso podría reducirse en Pontevedra (también en toda Galicia) la actividad general de una Obra Social que ha tenido una incidencia muy considerable en distintos órdenes de nuestra pequeña gran sociedad civil.

Durante los diez años largos que han transcurrido desde la absorción no deseada de la Caja de Pontevedra, que originó el nacimiento de Caixanova, esta ciudad se benefició de forma especial de su fuerte competencia con Caixa Galicia en unos tiempos de crecimiento y bonanza que igualmente tardaremos en volver a disfrutar.

La Obra Social que han desarrollado una y otra institución a lo largo de este tiempo nos ha malacostumbrado tanto que la inevitable adaptación a su progresivo adelgazamiento puede resultar incluso traumática.

Cuando no hace tantos años Caixa Galicia se hizo con un paquete accionarial mayoritario de Ence, el director general hizo una apuesta muy seria por incardinarse más y mejor con Pontevedra. José Luís Méndez se empeñó en mejorar la imagen de la fábrica entre la sociedad y, sobre todo, se esforzó cuanto pudo por suavizar la firme posición del gobierno municipal a favor del cierre de Ence al finalizar su concesión en el año 2018. El reflejo más claro de aquella fallida estrategia fue la cuidada rehabilitación y nueva vida insuflada al café Moderno, con su conjunto escultórico incluido.

Y precisamente ha sido por este local emblemático, que ocupa un lugar irremplazable en nuestra memoria histórica, por donde acaba de empezar a vislumbrarse el inevitable recorte de la Obra Social de Novacaixagalicia. Otra institución señera como el Ateneo de Pontevedra ha sido la primera damnificada, pero no va a ser la última, ni tampoco la única.

Al Ateneo le han dicho desde Novacaixagalicia que a partir de ahora se busque otro lugar para realizar su programación cultural. Todas las luces se han encendido de repente sobre el futuro inmediato del café Moderno. Y desde la Obra Social no se ha dado al respecto ninguna explicación, pese a hablarse incluso de un cierre encubierto. ¿Quién se atreve a comprometer o asegurar algo en un tiempo tan incierto, cuando todo está en el aire o cambia de dirección de un día para otro?

La nueva institución naciente de la fusión de todas las cajas de ahorros de hubo en Galicia se ha encontrado en Pontevedra con dos magníficas instalaciones, frente a frente, separadas solo por unos cuantos pasos en la plaza de San José. Si la apertura diaria de sus puertas conlleva un coste nada despreciable, éste se dispararía con el mantenimiento de una programación continuada en términos similares o parecidos a los que hoy disfrutan todos los pontevedreses.

Esta complicada situación incide también sobre el Pazo da Cultura que junto al teatro Principal constituyen otra patata caliente para las modestas arcas municipales. El Pazo da Cultura ha dado ya señales de agotamiento en una programación artística venida a menos y su conversión en un polo de atracción de congresos parece una quimera. ¿Está el Ayuntamiento en condiciones de mantener una actividad permanente y digna con sus propios medios en ambos centros culturales al mismo tiempo?

Como este panorama no cambie y el futuro de Novacaixagalicia no mejore cuanto antes, vamos a retrotraernos más pronto que tarde a aquellos pasados tiempos en que había que salir fuera de Pontevedra para asistir a una atractiva conferencia, un buen concierto o una representación teatral.