José Lage Radío, párroco de San Bartolomé, cumple cincuenta años en el sacerdocio. Y la comunidad parroquial ha querido acompañarlo en esta celebración compartiendo con él una eucaristía que se celebró a partir de las 20.30 horas y una cena de confraternidad en la que se esperaban muchas sorpresas, aunque el propio José Lage desconocía los pormenores del acto de homenaje que tenían previsto dedicarle sus fieles.

Lage Radío explicaba ayer que vive este homenaje que le dedica la parroquia con "mucho agradecimiento y con mucho cariño ya que reconozco que todo es fruto de la amistad, la convivencia y la fraternidad".

En su despacho de la iglesia de San Bartolomé, una de las más bellas de la capital, repasa ese medio siglo de sacerdocio que se inició con su ordenación, en el año 1960. Tras un mes de preparación y convivencia la primera parroquia a la que fue destinado fue la de Nantes, en Sanxenxo, de la que guarda un grato recuerdo. "Era una parroquia rural, pero aquella era una gente ávida de conocimientos". Recuerda como se embarcó en la reparación de una iglesia que mostraba graves deficiencias y como el arquitecto Alejandro de la Sota realizó el proyecto de restauración. Fueron cinco años intensos, pero Lage Radío no pudo terminar esta labor de restauración de la iglesia parroquial. Fue llamado por el cardenal para un nuevo cometido como docente en el seminario. Una labor que continuó en Madrid en un curso de postgrado de Psicopedagogía. Una etapa, la de formador y educador que, sin duda, le marcó.

No obstante, quiso regresar a la vida pastoral y fue nombrado párroco en San Benito y Santa María, en la zona norte de Santiago. Tras 20 años en Compostela, José Lage pensó que "esta gente tenía derecho a un sacerdote que les aportase otras cosas" y cambió de aires. Llegó a San Bartolomé, a la ciudad del Lérez, en 1992. Después de 18 años asegura que se trata de una parroquia "muy activa, comprometida y trabajadora" y destaca la labor que desarrollan "de cara afuera a través de Cáritas y de apoyo a los más necesitados. De cara a dentro, comprometidos con la educación de niños y mayores, sobre todo de los adultos, para que repiensen su vida y su fe de manera activa".

¿Y cómo ve este párroco la relación entre la sociedad y la Iglesia que no siempre parece fácil en los últimos tiempos? José Lage explica que "a nosotros nos gustaría que los cristianos fueran gente moderna, gente sana, gente comprometida y que haga posible una vida relativamente feliz, que no sea un ser aislado sino inmerso en la masa y que la transforme y que ayude al resto a descubrir el valor de lo religioso, ya que el ser humano tiene una dimensión de trascendencia inequívoca". "El hombre debe ser siempre feliz y el ámbito religioso lo pone en ese camino", dice.

En este sentido, cree que la religión no es sólo una tabla de salvación tras la muerte, sino un camino hacia la felicidad en la vida, incluso en la marabunta y el estrés de la sociedad actual. "Si un cristiano no es feliz es que ha enfocado mal algún aspecto", remarca, mientras dice que "ser cristiano no es ser un bicho raro, sino una persona madura que tenga sentido para vivir y sentido para morir también. Los cristianos no sólo pensamos en el más allá, sino en el más acá también, en que la gente crezca y sea feliz."

Después de 50 años, este sacerdote reconoce que la sociedad y la Iglesia que se encontró entonces son muy distintas: "La sociedad ha cambiado y la Iglesia también, hoy es más fraterna, más comunicativa y cercana a la gente", explica.