Un hijo del acusado del tiroteo en Tamallancos: “Mi padre se volvió loco cuando sabían que venían a por mi hermana”

La defensa intenta demostrar que Esteban estaba bajo los efectos del alcohol | Las acusaciones que los disparos iban a “causar gran daño”

El acusado llegando a la Audiencia Provincial de Ourense en una de las jornada del juicio. |   // I.O.

El acusado llegando a la Audiencia Provincial de Ourense en una de las jornada del juicio. | // I.O. / A.G.T.

La segunda jornada del juicio por el tiroteo de Tamallancos, el 8 de marzo de 2022, se vivió entre la estrategia de la defensa de demostrar que el acusado de los disparos, Esteban, estaban bajo los efectos del alcohol y la intención de la acusación particular y el Ministerio Fiscal por probar que “los disparos iban a causar un gran daño”.

Los hechos que se enjuician tuvieron lugar el 8 de marzo de 2022, cuando una familia de etnia gitana fue víctima de varios disparos por parte de otra familia de etnia gitana, por desavenencias entre ellas por la relación entre el hijo de una y la hija de otra y un presunto caso de violencia de género en dicha relación. La Fiscalía pide en esta sesión judicial 33 años para el principal acusado, Esteban, por tres delitos de homicidio en grado de tentativa (9 años por cada intento), un delito de lesiones con instrumento peligroso (4 años) y tenencia ilícita de armas (2 años). También, solicita una pena de 31 años, para su mujer Yolanda como “colaboradora”, por tres delitos de homicidio en grado de tentativa (9 años por cada intento) y un delito de lesiones con instrumento peligroso (4 años).

Agentes

En la primera hora de la jornada judicial de ayer, declararon cuatro agentes encargados de las primeras intervenciones en la gasolinera de Tamallancos así como en el poblado donde vivía el acusado. Todos ellos señalaron la colaboración de Esteban a la hora de entregar el arma y la munición, así como el “interés” por las víctimas de sus disparos y el “lamento” de haber herido a un “payo” en el interior del bar de la gasolinera.

Los agentes relataron que no fueron testigos de los hechos, pero que después de los avisos de emergencias, se personaron en la gasolinera y también en el poblado donde vivía la familia. Uno de ello señaló que “primero fuimos en dirección a Santiago, porque nos dijeron que huyeran en esa dirección, y después ya nos dieron la descripción exacta del vehículo y de la persona, así que fuimos al poblado de Esteban y allí nos estaba esperando con su familia”. A preguntas de la defensa, uno de los agentes señaló que “sí, nos dijo que había llamado a la Guardia Civil de Tamallancos”.

Tras la recogida de información, los agentes señalan la “planificación” del suceso en base a que llevaba la escopeta cargada, que se realizó una llamada para que la otra familia de etnia gitana que estaba en el bar de la gasolinera saliera fuera y las indicaciones de Yolanda de dónde estaban para que Esteban efectuara los disparos. Los informes de los agentes señalan que “la intención era hacerles el mayor daño posible”, por la distancia y la altura de algunos de los disparos y también por la afectación de una de las víctimas, ya que sufre lesiones en los pulmones, en el húmero y en la región cervical. Por las grabaciones y las ubicaciones del acusado y las víctimas, los agentes determinaron que se encontraban “entre 6 y 7 metros de distancia”.

Familia

Tras los agentes, testificaron una empleada de un bar hostelero de la capital, un abogado de uno de los hijos del acusado y tres familiares. Todos ellos, declararon que Esteban, el día de los hechos, “había bebido mucho”, “estaba bebido” o “había bebido muchas cervezas”. El acusado, aquel 8 de marzo, estaba celebrando que uno de sus hijos salió absuelto de un juicio, en un bar cercano a los juzgados ourensanos. La empleada del bar y el abogado describieron que Esteban había bebido varias “cervezas 1906” y que estaba “alegre” por la absolución de su hijo.

Los familiares declararon que aquel día, después de celebrarlo en el bar, compraron “churrasco” para continuar con el festejo en el poblado, donde el acusado se bebió “algunas cervezas más”, “una botella de vino” y “chupitos de hierbas”. Todos los familiares también identificaron que aquel día la hermana (hija de Esteban y novia del hijo de la otra familia) estaba “mal”, se fue a la habitación y cuando Esteban le preguntó que le pasaba “se volvió loco”. Uno de los hijos declaró ayer que “él fue a preguntarle y le dijo que su novio y el padre la estaban llamando para llevársela para Ferrol y que la estaban molestando. Entonces se volvió loco, empezó a gritar ‘que vienen a por la niña, que vienen a por la niña’. Cogió a mi hermana y a mi madre y se marcharon”. Tras los hechos del 8 de marzo, volvieron al poblado y fue uno de los hijos el que llamó al cuartel de la Guardia Civil de Tamallancos, pero “no le cogieron”.

Periciales

Los peritos y los forenses fueron los últimos en intervenir. A pregunta del tribunal de la sala, el primer perito contestó que “pensamos que hubo cinco disparos. El primero impacta sobre una persona, el segundo también, el tercero en un coche y una persona, el cuarto en una persona dentro del local y el quinto se produce en los baños donde aparece una vaina”. También a preguntas del tribunal de la sala para dilucidar sobre el grado de potencial lesivo respondió que “hay impactos en una pierna derecha de un pantalón y en otras prendas en la parte trasera, en la espalda”.

El perito respondió que “en los disparos se aprecian dos tipos de munición, uno más grueso, postas, y otro de perdigones”. En el juicio explicó que en una chaqueta encontró esas dos municiones, ya que “se aprecian 16 orificios, de los cuales hay uno que es más grueso y otros más pequeños concentrados, por lo que no podrían pertenecer a un único disparo”.

Otro de los peritos, experto en balística, señaló que la escopeta utilizada tendría capacidad para 4 cartuchos y un total de 5, alimentada el arma tras quitar el taco de retención. Explicó que la diferencia entre posta y perdigón radica en el diámetro, “el primero es mayor de 5 milímetros y los otros menos”. Sobre el potencial lesivo de la munición, describió que “es una munición muy peligrosa, entendiendo siempre la distancia entre el arma y la víctima, porque puede ocasionar lesiones de gravedad o incluso la muerte”. Y añadió diciendo que “una distancia menor de 30-40 metros es letal (el acusado lo hizo entre 5 y 10 metros, según el disparo, aproximadamente). A partir de esa distancia, 40 metros, es cuando el proyectil pierde tensión y fuerza y no causa lesiones de gravedad. Para disparar una arma con un proyectil único necesitas saber usar el arma, pero con esta arma y la munición tiene una mayor capacidad lesiva desde el punto de vista técnico que la munición, por así decirlo, se abre a la hora de disparar”.

En la jornada de hoy terminarán las conclusiones de las partes y la última palabra de los acusados, que en la primera jornada no quisieron declarar.

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