Opinión | Crónica Política

Las irregularidades

El Consello de Contas se ha convertido en la primera de las batallas –por ahora dialécticas– entre la Xunta y la oposición. Batalla de envergadura, no los habituales choques que se dirimen casi siempre en un par de discusiones y después cada uno por su lado. El informe de ese Consello sobre las cuentas del Sergas detecta irregularidades en las finanzas del Servizo Galego de Saúde, que por el momento no han sido explicadas por el Gobierno autonómico como deberían: o refutando con cifras los cálculos de aquella institución o explicando los motivos por los cuales se plantea la denuncia. En todo caso la Xunta debiera responder a lo denunciado de forma contundente y sobre todo convincente.

Lo que se reclama es una necesidad evidente. Y lo es porque la cuestión sanitaria se ha convertido, en términos financieros y asistenciales, en asunto que interesa todavía más en lo político. La oposición, a raíz del informe del Consello de Contas, ejercita el control de las cuentas públicas, que es exactamente su papel. Ocurre que en este terreno de la salud se ha dado un paso peligroso, que es convertirlo en instrumento para desgastar al contrario. En un momento, además, especialmente dañino, como es poner en la picota el mundo sanitario y sus presupuestos. Y es que a día de hoy da la impresión de que se hace más por los efectos electorales que por un interés real en atender o denunciar un asunto de trascendencia.

(Es el caso del llamado “escándalo de las mascarillas”. Un escándalo que no para de crecer y que afecta de lleno a miembros del Consejo de Ministros supuestamente implicados en una trama de corrupción. Es inevitable, conociendo la estrategia de Moncloa, relacionar esos asuntos con otros semejantes aunque no resulten objetivo de investigación policial. Hay quien le llama a esa estrategia “compensar” el escándalo primero con otros, de momento artificiales, para así lograr que se diluyan las responsabilidades. Por eso, la sanidad parece convertirse más en un foco de discusión y polémica que en un mundo de atención a la ciudadanía y su bienestar).

En realidad, lo que acontece en el terreno de la salud es mucho más complicado de lo que parece. Cada año aumenta la población de personas mayores, lo que provoca más gasto en ministerio y comunidades, una situación disparada todavía más por la pandemia del COVID-19. Y que provocó, en cierto modo, una desarticulación de la estructura de atención a los enfermos y la necesidad de buscar un remedio en forma de medicamentos, vacunas y material de protección. Todo ello, y más que podría añadirse, en un marco sanitario “universal y gratuito” resulta imposible de afrontar. Especialmente en los primeros momentos de una crisis no prevista y generalizada.

De ahí viene, seguramente, algunas de las razones por las cuales se está sembrando sospecha. A causa sobre todo de actuaciones que tenían que considerarse urgentes y que quizá supusieran situaciones delicadas. Y como se ha hablado de sospechas hay que citar la reacción de la oposición gallega a las cuentas del Consello. Un Consello que no habló de ilegalidades, sino de irregularidades, diferencia que nada tiene de sutil: solo separa lo que está bien hecho –a pesar de las apariencias– de lo que está mal aunque se pretenda disimularlo u ocultarlo. Y en esto no caben dudas: atender las necesidades cuanto antes es una tarea prioritaria.

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