Opinión | Crónicas galantes

El mundo, en manos de viejos

Un hombre de la tercera edad paseando por el centro de Vigo.

Un hombre de la tercera edad paseando por el centro de Vigo. / FdV

Gozan los gallegos de una esperanza de vida de más de 83 años, y subiendo; lo que acorta cada año la breve distancia que separa a Galicia del líder mundial de la senectud, que todavía es Japón. Sus esperanzadores 84,4 años están a tiro de piedra de los gallegos y de los españoles en general.

Los japoneses comen mucho pescado, al igual que los gallegos; y tal vez esa dieta explique la alta tasa de longevidad de uno y otro territorio. Aunque tampoco es seguro. El mayor número de galaicos que han cumplido ya los 100 años –mujeres, sobre todo– viven en las provincias del interior, donde el régimen alimenticio abunda más bien en cocido, en lacón con grelos y otros platos hipercalóricos fundados en las carnes del cerdo. Y ahí están, tan campantes.

El envejecimiento de los países desarrollados es motivo de preocupación para sus gobernantes, aunque resulte de lo más normal. Solo en tierras administradas por socialdemócratas y liberales es hacedero llegar a viejo, dado que en general gozan de una robusta economía que les permite el pago de los gastos de sanidad y pensiones a sus ciudadanos. Otros no están para esos lujos, por desgracia.

"Por la cabeza del imperio (EE UU) pugnan ahora mismo un chaval rubito de 77 años y otro algo mayor que anda por los 81"

Alcanzar la ancianidad es un incordio, aunque la otra opción –que es morirse– resulte todavía peor. Una de las pocas ventajas que tiene la mucha edad, sin embargo, es que empieza a ser condición suficiente e incluso necesaria para el ejercicio de cargos de poder.

Obsérvese, un suponer, el caso de los Estados Unidos. Por la cabeza de ese imperio pugnan ahora mismo un chaval rubito de 77 años y otro algo mayor que anda por los 81. Gane Trump o Biden, el mundo acabará gobernado por octogenarios tras las elecciones de noviembre en Norteamérica.

“Alcanzar la ancianidad es un incordio, aunque la otra opción –que es morirse– resulte todavía peor”

Llama la atención que no haya candidatos de edad menos provecta para el puesto de emperador, que sin duda exige grandes facultades; pero en esto se conoce que el mundo ha envejecido.

Cuando el actor Ronald Reagan ganó la presidencia americana –y la del planeta en general–, sumaba la razonable edad de 69 años; pero ya entonces les parecía a sus adversarios un vejete inadecuado para el cargo.

El propio Reagan hizo una inteligente defensa de la veteranía cuando su contrincante, Walter Mondale, aludió a las limitaciones propias de la edad durante un debate previo a las elecciones. “Les aseguro que no voy a aprovecharme de la juventud e inexperiencia del otro candidato”, retrucó Reagan sarcásticamente.

Ahora se acepta con naturalidad que Trump y Biden aspiren a repetir en la presidencia pese a tener bastantes más años que el viejo Reagan. Será que la edad media de la población ha aumentado también y se ven las cosas de otra manera, no solo en USA. También el ruso Putin anda por los 71 y el chino Xi Jinping por los 70, sin que muestren la menor intención de abandonar su empleo.

De ahí que los gallegos, que suelen surtir de gobernantes a España, puedan salir beneficiados de esta nueva tendencia. Los vecinos de una Galicia líder en longevidad han de estar en ventaja para llegar al gobierno: ya sea aquí, ya en cualquiera de los países a los que les ha llevado la larga emigración. Feijóo ha fallado al primer intento, pero ya se sabe que la vida es larga. Y aquí, mucho más.

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