Opinión | Crónica Política

Otra de Transportes

Acabará resultando difícil definir las actitudes que para con Galicia tiene el Ministerio de Transportes. No parecen agotarse las ocurrencias a su responsable el pintoresco titular del departamento, cuya última frase alentadora –por ahora– fue la de que “los trenes Avril entraran en servicio cuando se pueda”, refiriéndose, naturalmente una vez más a este Reino, aparentemente perdido en el noroeste peninsular. Nada es nuevo en don Óscar Puente, como ya se conoce por la gran mayoría de los gallegos y gallegas pero sigue motivando el enfado de la población. Este es otro caso de los que “cuando hablan sube el pan”.

La cuestión de los trenes citados no causaría mayores risas de no estar acompañada del anuncio de que los billetes rebajan su precio a veinticinco euros. Se supone que se referirá su señoría a los trayectos más largos, porque para los cortos la cantidad supondría un agravio para los usuarios. En el caso, claro, de que alguien se creyera que los Reyes Magos, ya lo dijo el ministro, vengan este año con un adelanto inusitado. En todo caso a una velocidad que ni se sueña para los trenes gallegos.

Pero hay más. La “cuestión ferroviaria” acoge otra más de Transportes: los empresarios de Aragón, Levante, Cataluña y el país Vasco han reclamado al ministro la “inmediata construcción” del Corredor Mediterráneo de mercancías. Tal y como están las cosas, y teniendo en cuenta los resultados de las autonómicas del año pasado, no pocos presumen que esa petición puede tener prioridad para Moncloa. Cierto que Valencia y Aragón “son del PP”, pero eso no es un impulso, sino un freno. Aunque compensado por el hecho de que el País Vasco y Cataluña mandan mucho en el despacho de don Pedro Sánchez. Que queda claro.

En definitiva, que entre unos trenes y otros, corredores, además de unos precios que encandilasen, las cosas ferroviarias no tienen un horizonte excesivamente halagüeño para aquellos que no pertenezcan a la cofradía del llamado Gobierno Frankenstein. Y es una lástima, porque a pesar de que en modo alguno serviría de consuelo, la desigualdad esta ya instaurada en España desde hace muy pocos días: fue, oficialmente, cuando la Comisión de Justicia aprobó algo que en 1941 fue calificado de “ignominia” por el presidente de los Estado Unidos con ocasión del ataque japonés a Hawai. Lo dijo alto, fuerte y claro: “fue el día de la ignominia”. Exactamente igual que el que aprobó la amnistía para unos cuantos delincuentes, presuntos o prófugos.

No se trata de comparar. Tan solo de reiterar lo que la gran mayoría de los ciudadanos españoles siente y lamenta en estos días: el hecho de que un estado con mas de quinientos años de historia esté a punto de ser desarbolado por su propio gobierno. Prácticamente nada parecido se ha visto en la historia moderna de Europa y por eso aplican al canciller Bismark la frase de “España es una patria imbatible: ni siquiera los españoles han conseguido acabar con ella en casi seis siglos”. Y así fue.