Sordidez en estado puro

De los ERE a Koldo pasando por Tito Berni

Carmen Martínez-Fortún

Carmen Martínez-Fortún

Impuro, indecente y escandaloso son los tres sinónimos que aparecen en internet cuando se busca sórdido. A mi entender ninguno de ellos resulta igual de descriptivo, pues sórdido se erige como término definitivo para definir en uno todo lo turbio, cutre, sucio y miserable.

Una larga historia de iconos, esos sí y con razón, de la sordidez aparecen si echamos la vista atrás para recordar algunos de los grandes episodios de corrupción que jalonan nuestra democracia. El primero de tantos, el de las denigrantes fotos de Roldán en calzoncillos. Aquel episodio esperpéntico supuso el fin de los cacareados 100 años de honradez del PSOE y debería haber terminado con su superioridad moral, esa que debería haber quedado hecha añicos, por mucha corrupción que hubiera después en la derecha y no solo en la de Bárcenas que abonó la moción de censura, sino mucho antes y mucha más en la del tres por ciento y toda esa derecha nacionalista, elitista y de siempre con vocación golpista catalana de la que es directamente heredera este Junts que chantajea al Gobierno.

Hoy, no se sabe por qué perversiones del relato más mentiroso, el presidente y sus voceros, incluida su prensa y la televisión estatal, se empeñan en incluir en el bloque progresista a los que integran el árbol genealógico político de Pujol, sin que la mentira termine de estallar y todavía haya quien se crea la trola que empareja a los comunistas, los herederos de ETA, los republicanos y el socialismo que durante tantos años se mantuvo constitucionalista y ahora se debate entre pagistas y sanchistas, con la burguesía independentista. Y todo con tal de que no gobierne Feijóo.

En estos días la sordidez, con permiso de los ERE y de Tito Berni, alcanza su máxima expresión en ese Koldo que, no lo olvidemos, custodió los avales de Sánchez y ascendió poco a poco de portero de lupanar a consejero de Renfe entre los encendidos elogios de Ábalos, que le presentó en el Congreso como sobradamente preparado y los halagos del presidente que veía en él las esencias mismas del mejor socialismo. Pues eso.

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