Crónicas galantes

El gran Napoleón y su pequeño secreto

Ánxel Vence

Ánxel Vence

Ahora que su leyenda inspira superproducciones cinematográficas, los cotillas han redescubierto que el gran Napoleón tenía, sin embargo, un miembro pequeño. Nada que ver con el de Rasputín, monje brujo y licencioso que gobernó en la sombra gracias a sus enormes atributos en la corte del zar Nicolás II.

Por más que el zar ostentase el cetro, quien llevaba el bastón de mando era el tal Rasputín, con sus 25 centímetros de envergadura en posición de descanso. Una longitud de todo punto desmesurada que contrasta con los poco más de cuatro centímetros que medía el breve pene de Bonaparte.

Lo curioso es que tanto el francés como el ruso comparten en la Historia fama de grandes fornicadores, coincidencia que acaso dé la razón a quienes sostienen que en realidad el tamaño no importa.

Por razones diversas, a los dos les fue cercenado el aparato tras su muerte: y ambas reliquias acabaron finalmente en manos de urólogos, lo que no deja de tener su lógica.

El de Rasputín lo adquirió hace veinte años Igor Kniazkin, especialista en Urología que lo exhibe desde entonces en el Museo del Erotismo de San Petersburgo. Los escépticos y los simples curiosos pueden acercarse hasta la ciudad rusa para comprobar si el órgano –conservado en formol– se corresponde o no con las formidables dimensiones que se le atribuyen.

Más fácil resulta ya constatar la longitud de la reliquia napoleónica, ahora que el cineasta Ridley Scott ha vuelto a poner de moda la figura de quien fue su propietario en vida.

“El pene imperial medía tan solo 4,1 centímetros; y, según cálculos, no sobrepasaría los 6,6 en estado de erección”

El actual dueño de la verga de Napoleón es el hijo de otro urólogo, John Lattimer, norteamericano en este caso, que guarda la curiosidad adquirida por su padre en un sótano de Nueva Jersey. Sea por pudor o por razones de seguridad, el americano solo le enseña el miembro (el de Napoleón, naturalmente) a sus más íntimos amigos.

No obstante, la pieza genital fue brevemente exhibida durante el año 1927 en el Museo de Artes Francesas de Nueva York. Un reportero que tuvo ocasión de contemplarla entonces la describió en términos desalentadores y hasta injuriosos. Parece, vino a decir, “una anguila encogida”.

El propio Lattimer, que era especialista del ramo, incidió en esa idea cuando fue entrevistado por la revista ‘Time’. El pene imperial medía tan solo 4,1 centímetros; y, según sus cálculos, no sobrepasaría los 6,6 en estado de erección.

Nada de esto se sabría de no ser porque un cura, con el que tal vez Napoleón no se llevaba bien, se interesó en su momento por conservar el órgano extirpado al emperador con ocasión de su autopsia. Fue así como el instrumento al que el Gran Corso dio tanto uso en vida comenzó a rular tras su muerte por Francia e Inglaterra hasta acabar en Estados Unidos, donde el urólogo Lattimer le tomó la medida.

En Francia no ha gustado gran cosa la película “Napoleón” de Ridley Scott, actualmente en cartelera, por sus errores históricos y su alegado carácter “antifrancés”. Por fortuna, el filme no hace alusión alguna a que el Gran Corso la tenía pequeña. Solo nos faltaba un conflicto diplomático entre USA y Francia, con lo revuelto de guerras que anda el mundo.

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