Inés
Respuesta a las reflexiones vitales de una mujer mayor
Querida Inés:
Cuando cumplí 68 años te dije que me desconcertaba la aproximación a los 70 y que sentía vértigo por ello. Rápida me respondiste con un lacónico “aceptar y agradecer”. Tú, que solo tienes 40 años, habías encontrado respuesta a las reflexiones vitales de una mujer mayor.
Así es que, después de muchas cavilaciones, no me ha quedado más remedio que aceptar lo inevitable. Asumir el paso del tanque del tiempo sobre mi cuerpo, cuyos estragos contemplo ante el espejo. También, por pura lógica y por sentido de justicia, agradezco la suerte que he tenido en mi camino y la fortuna de haber disfrutado de una vida vivida, a pesar de las penas y los desastres pasados.
Pues bien, Inés, llegadas a este punto de aceptar y agradecer, quiero seguir con el razonamiento sobre el intervalo de tiempo entre la madurez y la vejez. Sobre eso que llamamos la tercera edad. Sabemos, es un tópico, que la tercera edad es el otoño de la vida desde el que se vislumbra el horizonte del invierno. Gracias a esa perspectiva tenemos la capacidad de intensificar el instante, antes desapercibido en la carrera.
“Te dije que me desconcertaba la aproximación a los 70 y que sentía vértigo por ello”
Sin embargo, es la lejanía del destino atisbado –el “veranillo de la vida” que escribe el filósofo Pascal Bruckner– la que nos susurra que podemos ser personas distintas a la que hemos sido; la que nos puede empujar a la búsqueda de amistades, paisajes y aventuras desconocidos; la que nos posibilita repeler los aparcamientos impuestos por las convenciones de la edad, animándonos a no renunciar al trabajo útil, a la ilusión, al deseo y a la risa compartida en el deleite de la buena mesa; también la que nos ayuda a discernir lo fútil de lo esencial . Y es que aún estamos en la tercera edad y si hay salud, el viaje va a ser largo. “Mañana lunes es momento de inventarse y de apostar”, canta Sabina.
En fin, amiga, después de estas cábalas que no corresponden a tu edad, me despido no sin antes recordarte algunos versos del poema “Ítaca” de Cavafis: “Cuando emprendas tu viaje a Ítaca, pide que el camino sea largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias… Pide que el camino sea largo, que muchas sean las mañanas de verano en que llegues a puertos nunca vistos antes… Ten siempre a Ítaca en tu mente. Llegar allí es tu destino. Mas no apresures nunca el viaje. Mejor que dure muchos años y atracar, viejo ya, en la isla, enriquecido de cuanto ganaste en el camino, sin aguardar que Ítaca te enriquezca…”
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