Antón Pulido, la perspectiva y el arte del buen humor

Alberto Barciela

Alberto Barciela

Antón Pulido es un gallego esencial. Uno de esos artistas, en el mejor sentido del término, que eleva la ourensanía y el galleguismo a la categoría de universalidad. Es pintor, el mejor perspectivista que he conocido, coleccionista, gestor cultural y un enorme “cardenal” de la vida, provisto de cualidades vocales únicas, que bien lo harían en su mocedad merecedor de los coros vaticanos, para acompañar, eso también, las misas romanas que, en tal circunstancia, oficiaría su mejor amigo, Bieito Ledo, editor y ahora camarlengo mayor del Carballo de Padroso.

En realidad creo que Antón es un petrucio de aldea venido a la ciudad, que no a menos; un ser de inteligencias y propósitos varios, dotado de ironías inteligentes y una memoria prodigiosa, lo que no siempre es sano cuando uno ha derrotado por determinadas “corredoiras” acompañado por Fouché de Silveira y “chimpatazas” tabernarios divertidos y prodigiosos. Antón es hijo de Trasalba, de tierras próximas al Miño, en el Ribeiro. Es una corriente artística en sí mismo, un discurrir de originalidades, que con sus provocados meandros ha recalado en todos los puertos para reactivar el arte o la cultura, continuando los pasos de los Isaac Pulido, su padre y maestro, o de su vecino Otero Pedrayo, o de su amigo Laxeiro o de tantos otros prebostes, como José María Barreiro, de esta Galicia, Madre y Señora, de boina y Castromil, pequeña y hermosa, creativa.

"Es una corriente artística en sí mismo, un discurrir de originalidades, que con sus provocados meandros ha recalado en todos los puertos para reactivar el arte o la cultura"

Entre las facetas del otro de Trasalba, de Antón Pulido El Memorioso, como diría su admirado Borges, está el que en sus abundantes y cultivadas neuronas habitan múltiples datos singulares, avatares insólitos o entretenidas historias y ocurrencias. Es pródigo en el hablar y en el traer hasta nosotros sucedidos de otros tiempos.

Atendiendo a lo que le dijo el arquitecto Álvaro Siza, mientras dirigía el Centro Gallego de Arte Contemporánea (CGAC) aplicaremos el consejo de que “todo lo que no añade, sobra”, por lo que sin más les regalo tres anécdotas relatadas por el admirado maestro ourensano:

Mario, vendedor ambulante recorría Galicia en los años cincuenta ofreciendo una cubertería de 35 pesetas a quien le entregase 5 pesetas por adelantado, toda una fortuna de la época. Después, cobraba las 30 restantes y regalaba un peine, teóricamente valorado en el duro adelantado. Mario era un malabarista de las palabras: al que le compraba la cubertería le obsequiaba un peine, al que no le compraba la cubertería se lo vendía. “Si quiere la cubertería, al que me dé 5 pesetas no le cobro y le hago un regalo”. Él, muy repeinado, siempre ganaba. Los tontos picaban, los listos reían y acababan comprando.”

"Antón Pulido es un lujo como amigo y como intelectual, quizás ya no esté para subir montañas porque él mismo es una cumbre"

Otra: “Un cierto día, en plena transición política, en Ourense, un limpiabotas se dirige a Antón Pulido y, tras entablar una conversación de cierto calado, el ilustrado lustrador matiza una de las opiniones del artista. El pintor, culto y profundo, puso un gesto un poco extraño ante la interrupción de su discurso. El limpia le respondió: ‘No se lo digo como limpiabotas, se lo informo como ciudadano.’” Antón se quedó sin palabras para rebatir, lo que no es fácil.

Y una última, de Laxeiro: “Tras decir el pintor que acababa de hacer el amor –es seguro que él de Lalín no utilizó este eufemismo– y dada su avanzada edad, un médico le comenta a Laxeiro: “Ese esfuerzo equivale a subir a un monte”. Al día siguiente, en la tertulia de la Taberna Eligio, Laxeiro relata la historia con el galeno a sus amigos y, para su tranquilidad, brinda por su salud y la completa: ‘Acabo de subir dos veces al monte’”.

Antón Pulido es un lujo como amigo y como intelectual, quizás ya no esté para subir montañas porque él mismo es una cumbre. Genial.

*Periodista

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