Se te está viendo la otra

Marta Gándara

Marta Gándara

Hay un poema de Pedro Salinas que se titula “Se te está viendo la otra”. Utilizo esa frase cuando alguna de las personas a las que quiero saca su lado rabudo, ese ramalazo envenenado, gritón; la mala baba, la furia, la retranca dañina, la envidia o la queja. Se te está viendo la otra, les digo. Y como se dan cuenta de que es cierto, se ríen.

A mí la Navidad me calma mucho la otra. La mantiene distraída y confusa. Quizás no encuentra espacio, quizás mientras me siento tan a salvo ella se ahoga. La tristona, la que teme lo peor, la del miedo. Esa tampoco ve su hueco nocturno y se marcha.

Todas mis Navidades han tenido minutos en los que me sentí mimada. A buen recaudo. Como sabiendo que voy a un lugar en el que tengo un sitio. Me he despertado con esa ilusión de los días en los que te espera un gran plan, nerviosa de bien, deseando que eso tan bueno no se acabe. Viviendo sólo un día a la vez.

Sé que es difícil encontrar un segundo para sentirte bien con lo que haces justo cuando lo haces. Quizá muchas veces no aprecié esos segundos, pero ahora recuerdo Navidades en las que era imposible desear otra cosa. Por eso este año quiero buscar la Navidad. Aunque tenga que rebuscar mucho. Aunque a primera vista me eche para atrás lo que veo, me parezca viejo o demasiado moderno. Para qué íbamos a querer celebrar algo distinto cuando en el mejor recuerdo de nuestras vidas teníamos siete años y era el día de Reyes.

Para qué cambiar si aún puedo sentarme cerca de esas risas, verlos volver y montar el follón de siempre. Si puedo ser una de sus historias, ser parte de su suerte. Si puedo volverme por momentos loca, dejar que se rían de mí y me digan mamá, se te está viendo la otra.