El correo americano

La nave de los locos

Xabier Fole

Xabier Fole

Una buena manera de comprobar el estado intelectual y moral en el que se encuentra el Partido Republicano es escuchando algunos de los discursos que se pronunciaron este fin de semana en la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC). Por allí aparecieron los sospechosos habituales de esta nueva derecha nativista, paranoica, hortera y orgullosamente desinformada. Las intervenciones de Steve Bannon, Donald Trump Jr., Kimberly Guilfoyle y Matt Gaetz constituyen un buen ejemplo del estilo que exhiben estos autodenominados conservadores: un circo kitsch plagado de inseguros charlatanes que se dedican a hacer bullying ante un grupo de personas que celebran sus exabruptos. De ideas se habló poco, más allá de las previsibles amenazas de derribar el sistema washingtoniano, haciendo recortes en todas las agencias gubernamentales (menos en el Pentágono), y los ataques a la izquierda demoníaca, los enemigos de “la América real”, o los recados que algunos dirigieron a Fox News (Bannon) para que no se les ocurriera sucumbir a la tentación de hacer periodismo.

Bien es verdad que los que acuden a este acto, cada año más estrambótico y disparatado, no van a tomar notas sobre las propuestas de los ponentes sino a presenciar un espectáculo. De ahí que muchos vayan vestidos como si acudieran a una convención de Star Trek (sin el encanto y la sensibilidad de los trekkies); se disfrazan de los Padres Fundadores y llevan camisetas y banderas en las que expresan el amor que sienten por su ídolo destronado, el profeta resentido que promete regresar para salvarlos (en 2021 colocaron una estatua dorada de Trump). Que el partido de Lincoln se haya convertido en el refugio de los mentirosos patológicos, los secesionistas de boquilla y los telepredicadores de Twitter no es un asunto poco grave. Pero se entiende bien al observar cómo disfrutan los fans con sus soflamas. Del mismo modo que, desde hace ya unos años, los oyentes comenzaron a dirigir a los locutores conservadores, marcándoles la agenda (si no apoyaban a Trump, perdían audiencia), y no al revés, como sucedía antaño, las bases del Partido Republicano (o lo que se percibe como el votante medio de esta formación política) guían a sus líderes, incitándolos a seguir por el camino de la conspiración, el odio y la mentira (en esos foros, la mesura y la buena educación siempre garantizan unos abucheos).

"Que el partido de Lincoln se haya convertido en refugio de mentirosos patológicos, secesionistas de boquilla y telepredicadores de Twitter no es un asunto poco grave"

Quienes se negaron a sumarse a este movimiento populista o a rendir culto a la personalidad del magnate lo acabaron pagando muy caro, en la política y en el periodismo; ser fiel a ciertos principios supone arriesgarse a perder una carrera. Hay que recordar que Mona Charen, la veterana columnista conservadora y discípula de William F. Buckley, tuvo que salir escoltada de esta conferencia en 2018 después de criticar las declaraciones machistas de Trump y cuestionar la presencia en el evento de Marion Marechal-Le Pen, sobrina de Marine Le Pen, presidenta del Frente Nacional, un partido de extrema derecha. Al menos este año no dejaron entrar al antisemita Nick Fuentes, quien niega el Holocausto y promueve el supremacismo blanco, debido a su “retórica racista” y su “discurso de odio”. Mike Pompeo, exsecretario de Estado de la Administración Trump, también dijo que “no podemos seguir a celebridades con los egos frágiles que se niegan a aceptar la realidad”. Y en ambos casos, por supuesto, nadie se dio por aludido.