Opinión

Pesca: de traiciones Noruegas y de europardillos

En artículos recientes llevo señalando la imperiosa necesidad de que las naciones, y de manera especial la Unión Europea, respeten el orden jurídico internacional. Lo he venido señalando ante las violaciones de este derecho por parte de Marruecos en el Sahara, comparables jurídicamente a las perpetradas por Rusia y la invasión de Ucrania, y el caso noruego con respecto a archipiélago de Svalbard. Pero además es necesario señalar que no denunciar en todos los casos estas violaciones, tiene consecuencias ante otras violaciones menos espectaculares, pero que animan a ciertos países a la adopción de medidas expansionistas unilaterales. Vuelvo hoy a insistir en un país, Noruega, que parece idílico pero que ha adoptado una línea en su política internacional que se puede equiparar a una verdadera traición a la UE y a la OTAN.

Naturalmente me refiero al contencioso con respecto al régimen de pesca en torno al archipiélago de las Svalbard. De acuerdo con el Tratado de París de 1921, se cedió la soberanía a Noruega de este archipiélago, que hasta entonces era “terra nullius”, pero sujeta a unas condiciones muy claras donde, en el caso de la pesca, el acceso a la explotación de recursos de los países signatarios o adheridos ha de hacerse en plano de igualdad con la propia Noruega. Pues bien, no lo hace así y este simpático país nórdico se reserva la parte del león para sí y… ¡para Rusia! No es necesario hacer más comentarios.

Pero es que además Noruega permite la financiación de la guerra de Ucrania, permitiendo a los barcos rusos que descarguen en puertos noruegos facilitando así la obtención de divisas que le permitirán a Putin seguir matando ucranianos y poner en riesgo la paz mundial. No solo esto, sino que Norges Bank, al que se le permite acceso a las inversiones en el sector bancario español, ha visto oportunidades de negocio en empresas de Rusia en pleno conflicto bélico y lejos de pararse a pensar en la moralidad de invertir en empresas rusas, ha seguido invirtiendo en algunas de ellas. Noruega se va a beneficiar ahora de ser alternativa al gas ruso. ¡Eso sí!, en el caso de que Rusia decidiera invadir el archipiélago de las Svalbard, los soldados españoles tendrían que ir a defender el territorio noruego. Imperdonable y moralmente rastrera la actitud noruega.

Pero en contrapartida a esto, en la posible y necesaria respuesta de la Unión Europea ante este abuso unilateral noruego, parece predominar un número incontable de multitud de sujetos que se pueden denominar “Europardillos” que parecen pulular por las instituciones europeas. Estos Europardillos se caracterizan por darle más valor democrático a ciertas ONGs de oscura fuente de financiación que a las verdaderas instituciones democráticas como los parlamentos de cualquier nivel. A estos Europardillos, como diría mi compañero de colegio el ingenioso Javier Sánchez de Dios, “les entra la pirrilera” si les critica una ONG y por contra contestan con soberbia a representaciones sindicales, patronales e incluso representantes parlamentarios si discrepan con los dictados de ciertas instituciones europeas.

Pero también proliferan los europardillos entre ciertos parlamentarios que votan en contra del arrastre a sabiendas de la importancia que tiene este problema para la pesca europea, así como otros que no reaccionan ante propuestas de su grupo parlamentario que se manifiesta en contra de la acuicultura de los pulpos, o aquellos que no reaccionan ante el posicionamiento de su grupo parlamentario en contra del arrastre.

Pero asusta más aún ese conjunto de “Europardillos” que habitan en ciertas instituciones parlamentarias que parecen dar primacía a lo que denominan “Realpolitik” sobre el derecho internacional: o sea que comercializan con derechos fundamentales, como es el derecho a un trato justo para la pesca europea en Svalbard o en el Sahara Occidental, con el fin de obtener ciertos objetivos comerciales o de otro tipo. Pues bien, yo no quiero una Unión Europea que no se base en el derecho europeo en internacional porque si no, Europa acabará rindiéndose ante Putin en aras de esta Realpolitik para conseguir estar cómodos y calentitos. Y con respecto a Noruega habrá que actuar con mucha firmeza en derecho y conseguir que la Comisión y Consejo Europeos exijan un trato para los pescadores europeos al menos el mismo que se le da a Rusia que es simplemente lo que el derecho internacional les reconoce. Y si Noruega se empeña en negar el cumplimiento de sus obligaciones bajo el Tratado de París, quizá haya comer menos bacalao Skrei y menos salmón noruego, a ver si espabilan.

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