Opinión

A la sombra de Martin Codax

Con este titular, el periodista Manuel de la Fuente, escribía un espléndido artículo en el que resumía la extensa nomina de poetas que había en Vigo en los años cincuenta-sesenta, que recorrían los pueblos desgranando sus versos. Porque eran unos excelentes poetas y sus letras, entonadas por rapsodas como el propio De la Fuente, gustaban a muchos. No hay duda de que en aquellos tiempos la poesía sintonizaba más con el público, no se sabe exactamente las razones pero parece que existía una mayor empatía.

Lo cierto es que desde que Leal Insua, un reconocido poeta, llegó de Lugo a Vigo para dirigir este periódico (1949-1961), al que estaban vinculados como colaboradores la mayoría de los escritores que pululaban por el territorio, la poesía, un género literario minoritario y para espíritus sensibles, empezó a calar y a contar con adeptos en el entorno.

Viene al caso porque en este año se cumple el septuagésimo aniversario de la primera Fiesta de la Poesía en Vigo, que se celebró a la entrada de la primavera de 1952. Bien está recordar someramente cómo fue.

El recital poético tuvo lugar a las ocho de la tarde en el salón de actos del Casino, que se encontraba “totalmente repleto de público”, e intervinieron estos trece poetas:

María del Pilar G. de Fresco, José María Alvarez Blázquez, José María Castroviejo, Otto José Cameselle, José Díaz Jácome, Celso Emilio Ferreiro, Ramón González-Alegre, Juan Manuel González Luengo, Luís Santamaría, Francisco Leal Insua, Julio Sigüenza, Enrique Romero Archidona y Victoriano Taibo.

Nombres, la mayoría, que han alcanzado un lugar de honor en la literatura regional y varios de ellos son reconocidos nacionalmente, todos residentes en Vigo, lo que habla por sí solo del tono lírico que había en la ciudad.

El recital fue emitido por la noche por Radio Vigo, y recogido con gran despliegue en los periódicos del día siguiente, con fotos en la portada. Como se aprecia, entre el grupo de trece solo figuraba una mujer, Pilar G. del Fresco. Todos recitaron dos o tres poesías.

Es significativo que cuatro de ellos, en plena posguerra, hayan recitado uno de sus poemas en gallego. Fueron estos: José Díaz Jácome (“A cantiga do Miño”), Celso Emilio Ferreiro (“Conto pra dormir a un neno”), Julio Sigüenza (“A gaita no desterro”) y Victoriano Taibo (“So na miña terra”). Aunque ahora parezca irrelevante, entonces era un gesto arriesgado.

"Resulta saludable que se acoja la llegada de la primavera con una rociada de versos, con métrica clásica o libre"

Todos ellos figuran en la relación de Manuel de la Fuente, en su artículo “De cuando la ciudad se acogía a la sombra de Martin Codax”, que añade nombres solemnes que faltaron en aquel recital –Cunqueiro, Paz Andrade, Rey Romero, Emilio Álvarez Blázquez–, pero solo cita a otra mujer, Carmen Kruckenberg. Lo ilustra con la foto del recital de otro “día de la poesía”, celebrado al aire libre, con Celso Emilio Ferreiro diciendo sus versos, rodeado de colegas y mucho público, en la explanada del convento de los Carmelitas, a cuya orden perteneció el patrono de los poetas, San Juan de la Cruz.

Aquellos bardos no se encerraban en salones con sus versos sino que los acercaban a la gente. Eran muchos y buenos. “Vigo forjaba poetas y fraguaba versos en cantidades industriales”, a mitad de siglo, proclama De la Fuente, que humilde se consideraba “altavoz de todos y cada uno de ellos”, recitando sus letras.

Eran otros tiempos, pero parece que retorna el interés por la poesía, ahora ya sí con muchas mujeres entre los que la cultivan. Ha vuelto a celebrarse el día de la poesía. Es una excelente noticia porque resulta saludable que se acoja la llegada de la primavera con una rociada de versos, con métrica clásica o libre. Con el mismo entusiasmo que antaño cuando las “aguerridas filas poéticas de Vigo” acudían a las fiestas populares y lanzaban sus versos que el pueblo aplaudía y hasta comentaba.

En estos días de pandemia, guerras y escaseces, ¡qué bueno que vuelva la poesía, qué bueno emular a Martin Codax!

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