Parcas explicaciones se han dado respecto a Fexdega, tanto que se echan en falta aquellos farragosos dossieres en los que se explicaba punto por punto el qué de cada cosa, por muy simple que pareciera.

Tras cinco años de silencio llegó el momento de liquidar un recinto, un patronato y todo lo que lleva consigo. Quizás era la última baza posible pero urge que alguien haga un meticuloso balance.

Hace muchos años que nació la institución ferial por excelencia de Vilagarcía. Aún viven la mayor parte de los que impulsaron ese certamen agrícola que primero se extendió por la explanada portuaria -actual TIR- y luego se lo llevaron con superlativos fastos al actual recinto de A Maroma.

El coste de la instalación fue faraónico al igual que las expectativas. De ahí que contase con la aprobación y el impulso de todos los que luego integraron el patronato, desde el Ayuntamiento, la Xunta, la Cámara de Comercio, las antiguas Cajas de Ahorro...Todo quisque quería entrar a formar parte de este proyecto que entusiasmaba a lo más granado del comercio y la industria, con unos feriones que nadie se quería perder, y que generaba unos astronómico retorno de recursos al comercio local.

¡Vaya si no se han regado folios con tinta sobre los pingües beneficios de la Multisectorial! Era casi una fiesta cada cita y el recinto sobrevivía el resto del año con algunos certámenes más y una gestión que requería de gerente y empleados fijos, casi funcionarios.

Pero de un plumazo todo se fue al traste y quedó un recinto en Vilagarcía que ahora es una nave más, pero que en vez de beneficios lamenta su gravoso mantenimiento.

Quizás sea buena idea que revierta en el Ayuntamiento para que las costosas instalaciones no se caigan y los vilagarcianos puedan disponer de un local multiusos más. Cierto es que nunca sobran, pues ha valido para hacer alguna feria, para los exámenes de selectividad o para la masiva vacunación...

Pero no es menos cierto que hay que hurgar en el pasado. Ha transcurrido suficiente tiempo para que alguien dé explicaciones sobre el dinero de la Fundación, no en vano quedó un superávit de más de 800.000 euros cuando se le echó el candado.

Y no vale con decir que se esfumó o que sirvió para sostener el local durante todos estos años. Hace falta claridad, las cuentas exactas para que nadie tenga dudas, porque la opacidad obliga a ser, cuando menos, escéptico.

La Cámara de Comercio tiene que intervenir y explicar a sus socios por qué ha dejado un bien de esta magnitud a la deriva ¿Por qué se ha ido por la puerta trasera y ahora no quiere saber nada de la operación que lidera el Ayuntamiento? Y también la Consellería de Industria tiene una deuda con los vilagarcianos. Todos los años había un presupuesto asignado para celebrar certámenes en Vilagarcía y han dejado de convocarse.

Bueno es que el Ayuntamiento se quiera quedar con las instalaciones, al menos así se consigue que no desaparezca por el inexorable paso del tiempo que lleva a la ruína. Pero no basta con eso. Quienes han perdido por el abandono de todos y el desinterés de otros muchos son los vilagarcianos a quienes hasta no hace muchos años también les repercutía en sus bolsillos, pues los 30.000 visitantes de las ferias dejaban muchos euros y pesetas en bares, tiendas y servicios.

Quizás no sea el momento de recuperar aquel modelo pero urge que alguien le busque una salida que beneficie a la ciudad. En caso contrario alguien debería explicarlo ante alguien que vista toga. Ah, ¡y que no sean los tunos!