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Vivir con arnés

A Estrada es municipio libre de coronavirus, pero gozar de haber ganado la batalla no significa olvidar que aun estamos en tiempos de guerra

Veo cómo brilla el sol a través de la ventana. La abro para que entre este aire primaveral y la leve brisa acrecienta el trinar de los pájaros. Parece que todo fue un sueño. Que ahí fuera no hay nada que temer, que lo vivido estos meses fue una gran mentira, una pesadilla alimentada por una película fantasiosa sobre un virus que amenaza a toda la humanidad. Tengo que combatir el insomnio con algo menos dramático. Pero no. La realidad ha superado a la ficción una vez más. Por muy alegre que se antoje la estampa que llega con ese aroma a avanzada primavera, la pena sigue agazapada, presa de una amenaza que, aunque recula, no se ha dado por vencida.

Quizás hayan sido muchos los que han abierto la ventana y se han fiado de esa promesa de feliz normalidad. Quizás por ello sientan el arrojo de querer lanzarse a las terrazas, al reencuentro con los añorados amigos, a los deseosos abrazos de padres, hijos, abuelos y nietos. Quizás la confundida sea yo y deba ponerme las gafas de la felicidad y dejar de usar las lentes sin filtro que muchas veces nublan mi mirada. Aun arrancándomelas con decisión, sigo viendo que bajo este sol esperanzador hay más mascarillas que sombreros. Por algo será.

A Estrada es un municipio ya libre de coronavirus. La noticia es fantástica. La más deseada. Pero siempre hay un 'pero'. No se trata de pesimismo, sino de responsabilidad. La batalla ha sido dura, a la altura del contrincante. Aunque en estas tierras ondee la victoria, el enemigo no ha mostrado bandera blanca. No se ha rendido, solo se ha retirado. Repliega tropas, pero sigue en la trinchera, dispuesto a atacar si se le da la oportunidad, mientras prepara una nueva ofensiva desde la retaguardia.

Vivir sin disfrutar del viaje sería un insulto para quienes no han tenido más remedio que apearse del tren antes de llegar a su destino. Claro que es tiempo de disfrutar del aire libre, de caminar hacia esta nueva normalidad de la que tanto se habla. Pero gozar de las ventajas de haber ganado la batalla no significa olvidar que todavía estamos en tiempos de guerra. Hay que saber ganar, y eso exige respetar al adversario hasta el final. Sin pesimismos patológicos ni optimismos injustificados.

En teoría, desde este lunes, A Estrada figura entre los municipios que pueden olvidarse de las franjas horarias. Los vecinos podrán salir a la calle cuando quieran, sin tener que mirar antes el reloj. Muchos lo celebran, otros lo analizan con reservas. Echarle un pulso a la curva de esta pandemia y dejarla KO ha sido fruto del esfuerzo de la inmensa mayoría de los estradenses, desde los que pelean con bata blanca hasta quienes lo han hecho con bata de casa y pantuflas, respetando a pies juntillas el mantra del "quédate en casa". Podemos salir a la calle a cualquier hora, pero no de cualquier modo. Conviene no olvidarlo. Conviene recordar que todavía muchos trabajan bajo la losa de un EPI, por mucho que apriete este sol que tanta falta nos hacía. No vayamos ahora a despeñarnos en la desescalada. De momento, quizás lo más sensato sería aprender a vivir llevando puesto el arnés, una línea de dos metros que nos mantenga bien agarrados a la vida.

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