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Ceferino de Blas.

Vigo, tradición de cuarentena

Hace cuatro siglos ya se recomendaba contra las epidemias "apartarse unos de otros"

Si en algún sitio se conoce lo que significa la palabra cuarentena es en Vigo. Desde el año 1838, en que se construye el lazareto de San Simón, toda la población se enteró de su cometido: ser el lugar donde los barcos que llegaban de ultramar, sospechosos de transportar infestados, atracasen allí para pasar cuarenta días sin que personas ni mercancías pudieran bajar a tierra.

Vigo, y el entorno de la ría, eran lugares de riesgo, porque las enfermedades infecciosas llegaban por mar. Y existía una larga y triste experiencia.

En el lejano 1598, trece años después de que el corsario Drake arrasase y despoblase la villa, cuando empezaba a remontar la población, tres naves, se dice que procedentes de la India, trajeron consigo la peste.

La infección comenzó por unos marineros vigueses que contactaron con las naves, y se propagó como la pólvora.

| El remedio, "apartarse". Cuenta la crónica que escribió el Prior de la colegiata, Gregorio Servido, que fue tal el contagio que el 18 de octubre de 1598, solo existían dentro de la villa veintidós hogares, pues la mayoría de los vecinos habían huido a la península del Morrazo y valle del Fragoso, "en cuyas aldeas vivían apartados unos de otros".

Es curioso el símil con lo que ocurre en la actualidad con el coronavirus. Lo que servía para atajar las epidemias hace más de cuatro siglos, vuelve a aplicarse ahora como pauta de comportamiento.

Por orden de la autoridad, salieron pregoneros por las calles de Vigo, señalando "que el remedio más verdadero era apartarse unos de otros". Añade el historiador José de Santiago: "y el consejo de las autoridades fue seguido por todos los habitantes"

Tras esta lamentable experiencia, ocurrieron otras, aunque no tan letales ni tan conocidas.

Entre ellas la ocurrida en 1833, en la que el joven médico Nicolás Taboada Leal resolvió la epidemia de cólera morbo asiático, que había llegado en barco. De suyo, fue el primer médico español que se enfrentó y venció a esta enfermedad, que acabó con medio centenar de vidas.

Este médico e historiador, con calle en la ciudad y monumento en Pereiró, será una figura capital en el siglo XIX vigués.

Se sumará a la petición de las autoridades locales y apoyará la creación de un lazareto para la cuarentena de los buques en las islas de la ensenada de San Simón.

| El lazareto de San Simón. Tenía dos objetivos. Por una parte ser un atracadero donde anclasen los barcos sospechosos de peste, que por la importancia del puerto de Vigo, a donde arribaban multitud de naves parecía justificado. Y por otra, como se verá, por el valor económico que suponía, ya que estos arribos dejaban considerables ganancias.

Además, la circunstancia de ser lazareto que atraía a más barcos, fue la causa de que el puerto de Vigo fuese habilitado como puerto internacional, con lo que se multiplicaba la dimensión.

El ser cuarentenario produjo dos efectos contradictorios. Internamente, es decir, entre la gente de Vigo, de recelo y miedo.

Externamente, o sea en otras puertos y ciudades, de envidia, e incluso de guerra abierta contra Vigo para arrebatarle el lazareto.

Muchos vigueses no comprendieron al principio que se ubicase en la ría un lugar al que iban a llegar barcos infestados, que podrían contagiar a la población. Las protestas se hicieron más intensas en 1854, cuando se declaró un brote epidémico que desató gran alarma, y que aviesamente fue aprovechado por los rivales de la ciudad para atacarla. Principalmente, desde A Coruña, algunos periódicos pidieron el cierre de la provincia. Querían que se establecieran controles, tanto en el Sur, en Ourense, como en el Norte, en Padrón, para que no saliera ni entrara nadie en el territorio de Pontevedra.

Se decía que, al estar tan próxima a la costa la isla de San Simón, los pasajeros de los barcos, incluidos los infestados, bajaban a tierra y contagiaban a la población. Y, según ellos, es lo que había ocurrido.

| Ataques contra San Simón. Por eso se desató una feroz campaña, a la que se sumaron periódicos de Madrid, para trasladar el lazareto a otras islas, entre ellas a Tambo, alguna de A Coruña, y también de fuera de Galicia, como Santander. Incluso llegaron a proponerse las islas Cíes para albergar el nuevo lazareto.

Entre los mayores defensores de San Simón estaban Nicolás Taboada Leal y el fundador de este periódico, Angel de Lema Marina.

Ambos fueron duramente criticados en Vigo por los contrarios a la existencia del lazareto. Por eso Taboada publicó unas "Consideraciones para esclarecer la cuestión sobre la conveniencia o inconveniencia de que exista el lazareto de San Simón".

El último servicio que prestó el lazareto fue en el bienio 1898-1899, cuando llegaron los barcos con los repatriados de las guerras coloniales de Cuba y Puerto Rico, que algunos llamaron "barcos de la muerte".

Desde entonces, los pabellones de San Simón ya no volvieron a cumplir la misión para la que fueron construidos.

Por eso en Vigo, los vocablos lazareto, cuarentena o cuarentenario son conceptos completamente asimilados y de uso común, a diferencia de otros lugares en los que resultan inusuales.

La historia de Vigo acumula una larga experiencia de pestes y enfermedades, porque junto a la prosperidad que llegaba por mar, en los barcos también viajaban las infecciones. Aunque dejaron una estela de dolor y lágrimas, todas pasaron. Y los vigueses supieron comportarse como correspondía.

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