Los inmigrantes que se encuentran en España, en Marín, llegados, muchos de los desde África sabe Dios cómo, son personas. Sí, sí, "personas" aunque hay quien quiere ver en ellos otra cosa. La mayoría buscan "vivir" porque, a poco que hables con algunos, te das cuenta de que, detrás de cada uno de ellos o de ellas, hay una verdadera historia para no dormir. Muchos llevan meses aquí, tratando de que alguien les ofrezca un contrato de trabajo para, con él, conseguir el permiso de residencia. Otros, al revés, intentan conseguir el permiso de residencia para que les hagan un contrato lo que supone la pescadilla que se muerde la cola sin solución. En medio están quienes se aprovechan de ellos sabiendo que son personas vulnerables, sin un puñetero euro que les permita la menor convivencia más que entre ellos que tratan de ayudarse mutuamente en lo posible para sobre llevar la vida mientras no hay otra cosa mejor. En este contexto hay personas "blancas", "españolas" que abusan de ellos sabiendo su debilidad. Les llevan a las fincas a desbrozar y a sachar y, después de todo el día les "echan" 10 o 15 euros como si con ello pagasen un servicio que, seguramente nadie les haría por esa compensación económica. También hay quien les hace contratos de trabajo falsos e ilegales, cobrándoles lo que no tienen, que luego no son ni contratos ni nada.

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