Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

El extraño caso de Baviera

Cuando Manuel Fraga llegó a Galicia para disfrutar de un otoño de patriarca en la presidencia de su tierra natal, sus detractores le reprocharon que pretendiese montar allí una especie de Baviera a la española. Fraga no se lo tomó a mal, sino todo lo contrario. "Ya quisiera yo", dijo sin mucha esperanza, "que Galicia fuese Baviera".

Razones no le faltaban al líder conservador, quizá sorprendido por el mal concepto que el autodenominado progresismo español -siempre tan ideologizado- tenía de ese Estado Libre alemán. Ya quisieran los gallegos, efectivamente, alojar en su territorio a factorías automovilísticas de patente propia como la BMW y la Audi; o multinacionales del tamaño de la Siemens, por citar solo unas pocas de las empresas que hacen de Baviera el motor económico de Alemania.

Los prejuicios que entonces mantenían los sedicentes progresistas atendían, seguramente, al dato de que los bávaros no han parado de votar a la derecha desde que terminó la Segunda Guerra Mundial. Los socialcristianos llevan más de medio siglo al mando del Land con capital en Múnich, pero esa es cuestión meramente anecdótica.

Lo relevante en el caso de Baviera es que se trata del mayor de los Estados -o "Lander"- de la República Federal de Alemania y, a la vez, el segundo más poblado, con sus doce millones y medio de habitantes.

Su primacía financiera, que es lo que importa, resulta igualmente indiscutible. Baviera aporta casi un 18 por ciento al PIB de la opulenta Alemania y exporta un 45 por ciento de todo lo que produce. Tanto es así que las ventas al extranjero de esta parte de la Federación alemana superan a las de países soberanos tales que Brasil, Australia o Suecia. No extrañará, por tanto, que su economía haya crecido el doble que la media de Alemania: incluso en épocas de crisis como la que comenzó en el año 2008.

Tampoco le faltan a este Estado Libre diferencias de las que enorgullecerse, aunque los bávaros ejerzan la sensatez de no presumir de ellas. Profesan mayoritariamente, por ejemplo, la religión católica: lo que no deja de constituir toda una singularidad dentro de la Alemania protestante que es patria de Martín Lutero. En el ramo de la política cuentan además con su propio partido, la CSU, que viene a ser la versión autóctona de la democracia cristiana y germana.

Por si esos rasgos de identidad no bastasen, Baviera ya tenía reyes hace más de mil años y existió como Estado soberano -con embajadores de los de verdad- entre el año 1806 y el 1918.

A pesar de tantos y tan elevados títulos, así en la Historia como en las finanzas, los bávaros son lo bastante raros como para no mostrar pujo alguno a favor de la independencia de su país. Tal vez esa sea otra -y no la menor- de sus singularidades.

A lo sumo protestan y hasta impugnan el reparto de fondos del Gobierno federal que, en su opinión, les perjudica; pero lo cierto es que siempre han contribuido como el que más a sufragar las necesidades de los territorios menos ricos de la República. Los bávaros tuvieron que cargar, de hecho, con el grueso del enorme importe que costó la integración económica de los Estados de la Alemania Oriental después de que esta le dijese Good Bye a Lenin.

Quizá por eso resulte difícil explicarles a los alemanes en general y a los bávaros en particular ciertos sucesos que últimamente son noticia en España. Y eso que casi todos veranean en Mallorca.

stylename="070_TXT_inf_01">anxelvence@gmail.com

Compartir el artículo

stats