Cuando Almacenes Olmedo anunció a principios de diciembre de 1988 un adelanto de las rebajas de enero dejó boquiabiertos a todos sus competidores. Era lo nunca visto. Nadie imaginó en esta ciudad que se trataba en realidad de una liquidación encubierta de todas sus existencias por cierre de negocio.

Hace veinticinco años, por tanto, de que aquel triste acontecimiento. El gran grupo textil que marcó la moda durante mucho, muchísimo tiempo, decía adiós a sus penúltimas tiendas en Pontevedra y Vilagarcía. Un poquito más se mantuvo su comercio de Vigo, aunque su suerte también estaba echada.

Salvando las distancias, que no son pocas, podría decirse que Olmedo fue el Zara en su tiempo. Es decir, que además de fijar la pauta en ropa femenina y masculina traía de calle a sus competidores en esta ciudad: desde Almacenes Simeón, hasta El Globo, Peláez y otros comercios más pequeños. No había color.

Curiosamente los dos inspiradores y creadores de ambos imperios comerciales se apellidaban Ortega: Fernando Olmedo Ortega y Amancio Ortega Gaona. Ahí empiezan y acaban sus similitudes; no tenía ninguna relación familiar.

Fernando Olmedo Ortega abrió en Pontevedra su primer establecimiento de comercio textil en el año 1886 y ya nunca se movió de aquella magnífica ubicación. El bello edificio caracterizaba la plaza de san Román (hoy Curros Enríquez), frente a una de las fuentes de hierro fundido que pocas semanas después instaló Alejandro Sesmero.

Aquel aire señorial que mostraba todo el exterior de Almacenes Olmedo no era más que un nítido reflejo de su deslumbrante interior: aquel gigantesco mostrador circular, aquellos dependientes perfectamente uniformados, aquellas telas primorosas?. Ser dependiente de Olmedo no estaba al alcance de cualquiera, y algún gerente se convirtió en toda una personalidad de esta ciudad.

Vigo, Vilagarcía, Santiago, León, Valladolid, Zamora, Palencia, Bilbao, Baracaldo y Sestao marcaron por ese orden la expansión de la cadena en el norte y centro de España, hasta llegar a su punto álgido a mediados de los años cuarenta. Almacenes Olmedo dispuso entonces de un total de veintidós sucursales.

Cada nueva temporada la cadena ofrecía los mejores y más atractivos tejidos que traía de diversas partes del mundo, especialmente de Francia. Cuando publicaba grandes anuncios en la prensa local para resaltar la llegada de nuevos productos causaba una gran expectación en esta ciudad y ante sus enormes escaparates se agolpaba un público femenino deseoso de conocer lo último de lo último.

Una publicidad de los años veinte, por ejemplo, reseñaba hasta "500 colores ultramodernos en crespones de China y Georgettes", junto a un enorme surtido de "charmelaines de seda, tafetas chiffon, etamines y crespones estampados, crespones picados, kashás y todos los tejidos modernos de gran fantasía". La potente cadena aportaba la materia prima, y las modistas y los sastres, respectivamente, hacían el resto.

Otro anuncio de los años cincuenta presentaba en exclusiva para España las medias "Viveca", de fama mundial, y los calzoncillos de punto americano "para vivir cómodo y feliz". Prácticamente todos y cada uno de los nuevos tejidos que fabricaba la industria textil eran acaparados por Almacenes Olmedo. "La calidad siempre supera al precio" fue su eslogan más repetido.

La tercera generación de los Olmedo Limeses, principalmente encarnada por José Luís en Pontevedra, y Rafael en Vigo, vivió la cara y la cruz de la gran empresa fundada por su abuelo. Tras disfrutar de las mieles del éxito hasta finales de los años sesenta, les tocó luego sufrir el derrumbe de los años setenta.

Cuando finalmente Almacenes Olmedo cerró su tienda de Pontevedra en 1988, Inditex abrió su primera Zara en Oporto e inició su expansión internacional. A decir verdad el despegue de uno no ocasionó el declive del otro. Simplemente aquél era el pasado, mientras que éste era el futuro y empezaba a encarnar toda una revolución comercial en el mundillo de la moda.

Tras una completa rehabilitación de su estructura interior, el emblemático edificio permanece ahora como entonces en manos de la familia Olmedo convertido en centro de negocios a base de oficinas y despachos. Solo sus bajos siguen destinados a uso comercial, aunque ninguna firma ha logrado sobrevivir allí mucho tiempo y hoy están vacíos. Todo un síntoma de este tiempo de crisis.

Buen acuerdo entre las partes empresarial y sindical

Las partes empresarial y sindical realizaron una negociación modélica, rápida y discreta en torno a la liquidación de Almacenes Olmedo. Apenas veinte días resultaron suficientes para cerrar un acuerdo total entre ambas partes, sin llevarse a cabo una sola medida de presión y sin escucharse una voz más alta que otra. A día de hoy esto sería de todo punto impensable.

Por no decir, UGT ni siquiera anunció que se hacía cargo de la defensa del colectivo. Cuando trascendió la noticia del cierre, el sindicato dijo en público lo justo para evitar que lo acusaran de opaco o colaboracionista. Por su parte la empresa no dio una sola explicación, ni tan siquiera se despidió con elegancia de su fiel clientela.

La veintena de empleados de Olmedo en Pontevedra y Vilagarcía encomendaron la negociación en su nombre a UGT a través de su asesoría jurídica y el secretario comarcal, Benito Gama, que vive para contarlo, supervisó todo el proceso.

Benito Gama versus José Luís Olmedo; el empresario convenció pronto al sindicalista de que su negocio era ruinoso. No había nada que hacer tras el último intento de recuperación tres años atrás, coincidiendo con su centenario. La campaña "100 años de moda" de 1986 resultó un fracaso total y dio pábulo a la crónica de un cierre anunciado

A partir de ese momento los esfuerzos de ambas partes se orientaron a lograr un acuerdo satisfactorio desde la reserva más absoluta. Y lo cierto es que lo lograron. La parte empresarial se mostró generosa con la parte social y no discutió las indemnizaciones más altas que contemplaba la normativa laboral: cuarenta y cinco días de salario por año trabajado para cada empleado, amén de la liquidación oportuna.

Los trabajadores permanecieron en sus puestos mientras duró el saldo final de todas las existencias, incluidos los elementos decorativos y utilitarios: desde los figurines, hasta los mostradores. Probablemente no hubo una sola ama de casa en esta ciudad que en sus últimos tres meses no pasara por Almacenes Olmedo para hacerse con alguna ganga.

El meollo

Las caras pontevedresas para Ciudadanos y Vox

n El meollo de la cuestión está en adivinar si los nuevos partidos que han irrumpido con fuerza para hacerse un hueco en nuestro firmamento político, Ciudadanos de Albert Rivera y Vox de Ortega Lara, atinarán bien con la elección de sus caras más visibles en esta ciudad. Algunos y algunas ya se mueven con mucho tiento en esas órbitas, a la espera de su presentación pública. Su antecesor más inmediato, Unión, Progreso y Democracia de Rosa Díez, no ha tenido suerte con sus apuestas en Pontevedra. Más bien al contrario. Todos sus intentos se cuentan por sonados fracasos. Esa experiencia tan desoladora constituye un fiel reflejo de la dificultad que entraña descubrir hoy en una ciudad como Pontevedra, donde nos conocemos todos, a gente nueva, honesta y capaz, que esté dispuesta meterse en política con la que está cayendo.

Dos lecturas sociales sobre el crimen de Poio

n El meollo de la cuestión está en calibrar el gran impacto social que ha tenido el crimen de Secundino Prego, el anciano de Poio que tanto se resistía a serlo, a manos de sus dos aprovechadas cuidadoras. Este suceso presenta una inevitable doble lectura: por un lado, la situación de vulnerabilidad tan grande que sufren las personas mayores que viven solas y distanciadas de sus familiares directos por unos u otros motivos; y por otro lado, el escenario de desconfianza e incertidumbre que ha abierto sobre la personalidad de las cuidadoras de esos ancianos y la tentación que puede rondar sus cabezas un mal día a causa de su propia precariedad laboral. En este singular caso se suma además la presencia por medio del tal Belarmino y su doble emparejamiento amoroso, que inevitablemente suscita el otro meollo de la cuestión.

El abandono doloso de la Estación de Autobuses

n El meollo de la cuestión está en descubrir la razón última por la cual la Consellería de Medio Ambiente, Territorio e Infraestructuras, ha dejado que el deterioro de la Estación de Autobuses haya llegado hasta extremos verdaderamente inadmisibles. El cierre de su cafetería no es más que un nítido reflejo de la falta de flujo de viajeros y acompañantes para entretener sus esperas. El concejal Luís Bará no ha cometido ningún exceso cuando dijo que esta puerta de entrada y salida de la ciudad se ha convertido en un lugar tan tétrico, que sus instalaciones hasta producen miedo. El conselleiro Agustín Hernández tiene que solventar cuanto antes este débito de la Xunta con Pontevedra desde tiempo inmemorial y no puede mirar para otro lado por más tiempo. Abandonos tan sangrantes deberían costarles sus puestos a los responsables.