Hace ya bastantes años, Gonzalo Fernández de la Mora sacaba a la luz un libro llamado "El crepúsculo de las ideologías", que con el tiempo ha ido cobrando un protagonismo que entonces se le negó radicalmente y que hoy adquiere toda su vigencia. Así como Maquiavelo, un tipo mal juzgado por quienes no lo han leído, supo ver en su momento la clara tendencia de su tiempo a independizar la moral de la política, dos conceptos que Aristóteles consideraba inseparables, Fernández de la Mora dio un paso mas, e intuyó el divorcio entre ideología y política, previendo un futuro en el que la política no sólo tuviera que ver muy poco con la moral, sino incluso con la ideología. Pero ni Maquiavelo defendía que para ejercer la política se debía ser un inmoral, ni Fernández de la Mora que hubiera que ser un advenedizo, todo lo contrario en ambos casos, sino que si a eso se llegaba, las claves consistían en actuar de determinadas formas, ajenas a la moral y ajenas a la ideología, para triunfar.

La ideología no es más que la militancia en una idea que nace de la insatisfacción con determinadas situaciones y la esperanza en poder paliarlas. Cuando esa militancia utiliza como cauce de expresión y de acción los caminos establecidos en el sistema político instaurado, suele devenir en un partido político, mientras que si esa militancia, generalmente intolerante, se radicaliza, considera su verdad como la única e indiscutible y no quiere esperar a que los cauces establecidos arrojen los frutos esperados, atajando por el camino de la imposición y la violencia en aras de la causa, el resultado es el terrorismo o la revolución sacralizada, si al final triunfa.

Los nacionalismos son generalmente el caldo de cultivo de ideologías extremas que se apoyan en emociones de quienes valoran extremadamente lo propio por encima de lo común, con un trasfondo enormemente insolidario y excluyente (la solidaridad no consiste en compartir con los tuyos, sino con los ajenos), algo por otra parte no demasiado lejano a exaltaciones en cadena no demasiado pacíficas, que en algunos casos, generalmente por la aparición de un líder carismático desde la propia idea, han devenido, a lo largo de la historia en funestas consecuencias. Sin que ello sirva de excusa y sin pretender establecer paralelismos, el nazismo alemán y el fascismo italiano con un origen claramente nacionalista, no alarmaban demasiado en sus orígenes a la ciudadanía e incluso triunfaron democráticamente y a nivel popular. Lo cierto es que de forma natural, a los pueblos no les llama expresamente esa postura como una de sus principales preocupaciones (al parecer, sólo la ampara como tal preocupación el 0,4% de los electores), pero se incrementa, y se radicaliza peligrosamente, cuando políticos que no tienen cabida en formaciones de mas largo alcance, deciden explotar la cuestión, creando partidos independentistas, para detentar en su provecho parcelas de poder cada vez mas radicalizadas, ya que esos partidos sólo buscan un fin último, la independencia, lo que confiesan mas o menos abiertamente en función de su proximidad o no a conseguirlo, aunque sin renunciar nunca a ello.

En España, los mas cercanos a esos planteamientos son los partidos independentistas vascos y los catalanes (no hay que olvidar que el partido socialista catalán siempre fue antes mucho más catalán que socialista), encontrándose el BNG, de momento, algo retrasado en tales planteamientos.

En España, hasta hace muy poco, las ideologías, al menos las no radicales (PSOE y PP), tenían aún un cierto peso, y sus dirigentes mas destacados actuaban movidos en gran parte por planteamientos cercanos a tales ideologías. Alfonso Guerra respondía más a las tesis de Maquiavelo que a las de Fernández de la Mora, al igual que Bono, Vázquez, Chaves, Rodríguez Ibarra y en algunos aspectos González, sólo en algunos aspectos.

Hoy las cosas han cambiado y finalmente las tesis de Fernández de la Mora están perfectamente vigentes, ya que ni moral ni ideología se destacan especialmente en el quehacer político al uso. Sólo importa el poder y si es a costa del Estado, de su desintegración, de la insolidaridad o de lo que sea, se pacta con quien sea para seguir en el poder, se vende a una ciudadanía generalmente mal informada en forma de talante o de que el mandato en elecciones era de alianza, y aquí no ha pasado nada. Pero no nos engañemos, ya que esta forma de ejercer la política no es exclusiva del Sr. Rodríguez Zapatero, es algo muy, pero que muy cercano también a Ruiz Gallardón, la gran esperanza blanca del PP, figura, aunque de mayor talento y preparación, de "talante" similar, quien tarde o temprano, por su tirón popular será colocado ahí porque así lo demandarán las encuestas, para convertir a los dos líderes de los partidos mayoritarios en la prueba mas evidente del triunfo de las tesis de Gonzalo Fernández de la Mora.

En política, vende ya mas el talante que el talento, la fortuna que la idea, la imagen que el contenido, la forma que el fondo, la superficialidad que la seriedad, el corto plazo que el medio o el largo, la mentira que se quiere escuchar que la verdad que molesta, y en definitiva todo un sistema de contravalores, desgraciadamente cada vez mas asentados en la sociedad, en los que la moral, la ideología, y en mayor medida la idea, tienen cada vez menos cabida.