La última gala de 'Supervivientes' ha vuelto a recuperar su ya mítico puente de las emociones. Los concursantes se enfrentan a algunos de los episodios más duros de sus vidas en un juego para conocer más sobre ellos.

En un puente colgante, los concursante se abren en canal con Lara Álvarez sobre sus vivencias más personales e íntimas compartiendo con la audiencia una cara desconocida. Esta vez le tocó el turno a Kiko Matamoros. El colaborador de 'Sálvame' se emocionó y habló como nunca antes de su papel como padre y de su larga adicción a la cocaína.

"He jugado con la muerte. He jugado a la ruleta rusa porque he entendido la vida como una aventura...He jugado al límite. La gente sabe que he sido cincuenta años adicto a una sustancia, a la cocaína concretamente", apuntó Matamoros antes de dejar claro que "no quiero presumir de nada, ni que estoy en una fase de recuperación que inicié antes de venir al concurso".

"La droga es posible que no mate tan violentamente como se dice, pero la droga mata, hace mucho daño" aseguró. "Afortunadamente, estoy siguiendo un tratamiento aquí y empecé un mes y medio antes de venir", confesó el colaborador mientras celebraba que "ya ni ronco, puedo respirar. He recuperado el tejido mucoso, que tenían los médicos mucho miedo a que se fuera a necrosar: estaba pálido, sin riego, inflamado, no me entraba aire por la nariz... un desastre". 

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"No me queda mucha vida, porque tengo 65 años...No quiero ser muy pesimista, pero la vida que me queda, sé con quién y cómo quiero vivirla, y disfrutar de mis hijos, de mis nietos y de mi pareja, a la que adoro. Y ojalá pudiera tener más descendencia y ser mejor ejemplo como padre y como ser humano" terminó diciendo mientras reflexionaba sobre su papel como padre y se lamentaba de la nula relación que tiene con su hija Anita Matamoros con la que lleva ya unos años sin hablarse.