Cuando el sol estival se aleja de O Morrazo y deja paso al mal tiempo, los navalleiros viven experiencias realmente peligrosas. "A veces é duro, cos temporais en vez de botar unha hora non sabes cantas vas botar", explica Jose. Y es que hay días en los que el agua rompe y bate con fuerza en el muelle de Cíes. El mar no perdona en invierno. Lo más duro lo sufren en el trayecto de Cangas a Cíes. "É como ir nun rally sen cinto de seguridade", señala Óscar. Un día de puerto cerrado salieron a faenar. Una familia acabó con el barco virado y así como llegaron se fueron. Ellos continuaron. "É o risco que asume cada un". Como no emplean aparejos, dependen de como se encuentre el fondo.

El incumplimiento de las normas náuticas les afecta de lleno. Óscar comenta que un día unos marineros estaba largando y, literalmente, le pescaron. "Choquei co aparello mentres recollía a rede comigo dentro, menos mal que era de corda e non de malla, senón quedaba atrapado alí, e sen botella".

A pesar de la dureza y peligrosidad del oficio, tiene su parte positiva para los navalleiros. "Aquí saímos a unha hora e imos para casa, é como calquera traballo de oito horas pero máis seguido", explican. Y el incomparable paisaje natural también es algo que agradecen. Para Óscar es una forma de vida."Ves aos peixes coméndoche da man, os delfíns saltando na popa, un amencer distinto cada día; xogas coas raias, chocos, estrellas de mar...temos que apreciar máis o noso entorno".