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Trump mantiene su señorío en el espejismo de la América rural

Muchos recomiendan no sobredimensionar los resultados de un estado abrumadoramente blanco, de población mayor y profundamente cristiano que es escasamente representativo del resto del país

El expresidente de EEUU Donald Trump.

El expresidente de EEUU Donald Trump. / Laura Brett/ZUMA Press Wire/dpa - EUROPA PRESS

Idoya Noain

Donald Trump ha vuelto a probar en Iowa que es el señor de la América rural. En los caucus del lunes, que han abierto el proceso en el Partido Republicano para elegir su nominado para las presidenciales de noviembre, el expresidente de Estados Unidos arrasó, con una victoria aplastante que ha dejado tocados a Nikki Haley y Ron DeSantis, los dos rivales que quedan en liza.

Muchos recomiendan no sobredimensionar los resultados de un estado abrumadoramente blanco, de población mayor y profundamente cristiano que es escasamente representativo del resto del país. Pero Iowa sí encarna esos EEUU entre las costas, el "gran vacío", que es una parte fundamental en la política y en las elecciones.

Porque no está de más recordar: los 26 estados menos poblados de esa parte tienen unos 87 millones de habitantes, poco más de un cuarto de la población del país, pero eligen a 52 de los 100 senadores, y también tienen sobredimensionado su peso en el colegio electoral, lo que explica que Trump llegara a la Casa Blanca en 2016 sin ganar el voto popular.

"Sequía de cerebros"

Es en esa América rural, la parte de EEUU supuestamente en crisis y en riesgo de desaparecer, donde -como explica el historiador Steven Conn en una entrevista telefónica-, los números demográficos confirman que la población ha envejecido notablemente, y muchos lugares sufren la llamada “sequía de cerebros”, con gente joven que no se queda y va a lugares con más y mejores oportunidades económicas.

Es ahí donde Trump, según Conn, “ha hecho de su sentido de agravio sinónimo del de la población rural, prometiendo la vuelta a un tiempo en que esta pensaba que las cosas eran mejor”. Y ha explotado lo que el historiador ve cono una “diferencia clave” entre la gente que vive en contextos urbanos y los rurales: “Los primeros están acostumbrados a un ritmo de cambio más rápido y están más cómodo con ello, ya sea en lo social, en lo económico, en lo cultural o en lo sexual. Bajo mucha de la rabia que se ve en la América rural está su inhabilidad de adaptarse al ritmo de cambio que se acelera”.

La imagen bucólica de pequeños granjeros, de espíritu pionero e independiente y de valores tradicionales, aun teniendo una parte de verdad, tiene mucho de mito. Y hace aguas según el análisis que este profesor en la Universidad de Miami en Oxford (Ohio) hace en su libro 'Las mentiras de la tierra’, donde se identifica el peso y los movimientos en esta parte de EEUU bajo fuerzas de militarización, de industrialización, de “corporativización” y de “suburbanización”.

Ya si se va al origen de esta América rural el mito se tambalea. El Ejército expulsó de forma violenta y forzosa a los nativos americanos de sus tierra, que a partir de la Ley de Asentamientos de 1862 el gobierno federal repartió entre casi cuatro millones de colonos y pioneros, a razón de unas 65 hectáreas por cabeza. La militarización, además, sigue viva hoy y en Iowa, por ejemplo, la gestión y control de proyectos de aguas del río Mississippi está en manos del Cuerpo de Ingenieros del Ejército. “Son cosas que se borran de la memoria colectiva”, asegura Conn.

El espíritu independiente que tantas veces se asocia al mundo rural, resistiéndose a que el gobierno pueda decirte lo que puedes hacer con la propiedad por ejemplo en cuestiones medioambientales, tiene también un punto de “ironía” para el experto, porque “logra borrar todo lo que consiguen del gobierno en forma de subsidios, de proyectos de conservación de suelo, etc”.

La familia de Reagan y el 'New Deal'

No es un fenómeno nuevo. Por ejemplo, tras la Gran Depresión, la familia de Ronald Reagan en una zona rural de Illinois sobrevivió gracias a los programas de ayudas del ‘New Deal’, que en su mayor porcentaje beneficiaron a población rural. Pero “nadie en la siguiente generación lo admitió”, recuerda Conn, “y se alimentó el mito de la autosuficiencia, la independencia, el espíritu pionero, que permite ignorar todas las cosas en las que entra el gobierno”.

Hoy Iowa, además de ser un estado agrícola, es un estado industrializado. El ejemplo que pone Conn es la industria cárnica del empacado, que en los años 80 y 90 del siglo pasado se fue de ciudades como Chicago y Kansas City y se instaló en pequeñas localidades de Iowa. “No construyen automóviles, despedazan vacas y cerdos, pero es la misma escala de producción, son los mismos modelos de economías de escala y eficiencia industrial”.

En esos lugares una parte significativa de la fuerza laboral la componen inmigrantes, algunos con papeles, otros sin ellos. Eso se reproduce en buena parte de la América rural, donde dos tercios de la mano de obra empleada en granjas hoy es nacida fuera de EEUU. Pero la imagen del granjero se sigue asociando al blanco con su tractor y su gorra, y no a la de un salvadoreño que trabaja en una procesadora de carne. Y, como dice Conn, “se tiende a borrar este tipo de cosas que no vemos tan pintorescas y bucólicas”.

La inmigración ha sido precisamente uno de los temas fundamentales en la campaña en Iowa, y va a serlo en toda la carrera electoral, tanto de las primarias republicanas como cuando llegue el duelo con los demócratas. Y según Conn “la razón por la que la gente se enfada sobre la inmigración no es por lo que pasa en su pueblo; la mayoría de la gente está perfectamente feliz o no le importan mucho los inmigrantes que viven ahí, o los niños que van a las escuelas; saben que necesitan esos trabajadores. Pero tienen un sentido a un nivel abstracto de que algo malo está pasando, de que estamos siendo invadidos. Y es más pernicioso que puedas estar enfadado en un nivel abstracto mientras ignoras las pruebas ante tus narices de que si todos esos centroamericanos se fueran las plantas tendrían que cerrar y la economía local sufriría como consecuencia”.

La América Post-rural

Otro de los mitos que Conn deshace es el de los suburbios, que desde los años 80 deciden elecciones estatales y nacionales. Si en 1790 solo el 5% de la población estadounidense vivía en la ciudad, hoy el 95% vive en áreas metropolitanas de medio millón de habitantes o más y solo el 25% en zona rural. Y el historiador explica que “aunque pensamos en su crecimiento como un fenómeno urbano, es también rural, algo acelerado desde después de la segunda guerra mundial”. Además, el crecimiento físico de los suburbios se da en espacio agrícola y, como dice Conn, “es la última cosecha que va a crecer en esos campos. Eso tiene repercusión política”.

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