Comicios en la isla

China, obligada a cambiar la fórmula con Taiwán tras el resultado electoral

La caída de los que ansían la unificación y se sienten sólo chinos en las últimas décadas es tan rotunda como el fervor de los taiwaneses a su democracia

Ciudadanos taiwaneses caminan frente al memorial Chiang Kai-shek.

Ciudadanos taiwaneses caminan frente al memorial Chiang Kai-shek. / EFE

Adrián Foncillas

Las elecciones del pasado sábado deslizan a Taiwán a un escenario delicado, tanto interno como geopolítico, y recomiendan un examen de conciencia y propósito de enmienda a todos los actores. Días después, amortiguadas las impresiones inmediatas, emerge la certeza de que no hubo ganadores sino perdedores en diferente grado.

El Partido Democrático Progresista (PDP), de raíz independentista, consiguió un tercer mandato consecutivo. Esa hazaña inédita en la joven democracia taiwanesa llegó, además, con más diferencia de la que habían sugerido las encuestas. Ahí acaba el júbilo. Su porcentaje de votos cayó del 57% al 40%. Ya no representa, como se apresuró a recordar Pekín, el sentir mayoritario de la isla. Y aún peor: perdió la mayoría en el Yuan Legislativo o Parlamento e incluso fue rebasado en escaños por el Kuomintang (KMT), la formación filochina: 52 por 51. Le espera al futuro presidente, Lai Ching-te, un viacrucis y la sombra de la misma parálisis legislativa de principios de milenio. Peligran algunas de sus políticas más relevantes y contestadas como el elefantiásico aumento del presupuesto de Defensa o el apagón de la energía nuclear en 2025.

El PDP ya no huele a hierba recién cortada. Fue fundado por represaliados de la dictadura, creció como resistencia al hegemónico KMT y atrajo a la juventud progresista. A él le corresponden el matrimonio gay, la igualdad de géneros y otras conquistas sociales infrecuentes en Asia. Pero muchos ven en él tras ocho años en el poder la misma casta que en el KMT. Un escándalo de abusos sexuales en sus filas ha difuminado su aura y aquel rol revolucionario le corresponde ahora al Partido Popular de Taiwán. La nueva formación, que se ha acercado al 30% de los votos, recoge el desencanto hacia el viejo bipartidismo. Será improbable que al PDP le baste con su discurso antichino para frenar el trasvase. Son urgentes mejoras tangibles para una juventud castigada por trabajos escasos y mal pagados y viviendas prohibitivas.

Sintonía con Pekín

El KMT ha evitado la ruina temida cuando inició la carrera electoral en tercer lugar. La acabó segunda en las presidenciales y primera en las legislativas, lo que garantiza un altavoz poderoso en esta legislatura. Ahí acaba el júbilo. La formación no ha capitalizado la desastrosa gestión económica del PDP y va a contrapelo en una sociedad que se siente cada vez más taiwanesa. De poco le ha servido reducir las alusiones a la reunificación y el principio de "una sola China" o empujar tras las cortinas a su expresidente, Ma Ying-jeou. Su sintonía con Pekín es percibida por muchos como excesiva y peligrosa para la seguridad de la isla.

La derrota de China no admite matices. Presentó los comicios como una alternativa entre "guerra y paz" y los ganó su candidato más odiado, corolario del autismo taiwanés a sus instrucciones. Doce años de gobierno independentista son una tragedia que obliga a jubilar su estrategia. Durante décadas ha alternado las ayudas económicas, si gobernaban unos, con las sanciones, si lo hacían otros, esperando que la isla comprendiera que bajo el paraguas chino se vive mejor. La evolución es la contraria a la soñada. La caída de los que ansían la unificación y se sienten sólo chinos en las últimas décadas es tan rotunda como el fervor de los taiwaneses a su democracia. No hay más vía que el cortejo pero no atiende Taiwán a sus bondades.

Estrategia china

"Los resultados confirman los problemas de China para seducir a los taiwaneses. Necesita un nuevo plan porque los conceptos de las últimas décadas se han agotado. Con más presión militar y coerción económica no va a generar más simpatía en la isla. Necesita políticas en positivo y abrir más la comunicación con sectores partidarios del no alejamiento. Y también necesita mejorar la economía, resolver los problemas internos, convertirse en la primera potencia tecnológica... porque cuanto más fuerte sea, mejores serán sus perspectivas con Taiwán", señala el sinólogo Xulio Ríos.

¿Ha variado ya su estrategia? China anunció ayer que Nauru, una insignificante isla de la Micronesia, abandonaba el grupúsculo de aliados de Taiwán, pero la decisión se había cocinado meses atrás. Su respuesta a la última bofetada electoral ha sido más sosegada que en las anteriores, sin paseos de sus barcos y aviones por el Estrecho de Formosa ni ataques de su prensa más atrabiliaria.

Quemada en Hong Kong la fórmula de "un país, dos sistemas", a China sólo le queda dar con otra que satisfaga a los taiwaneses. No es el contexto idóneo pero un vistazo a la historia revela que nunca le han faltado a Pekín imaginación ni paciencia.

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