Lecturas de Valle-Inclán

“Jardín peregrino” reúne escritos poco conocidos del escritor gallego

El escritor gallego Ramón María del Valle-Inclán.

El escritor gallego Ramón María del Valle-Inclán. / FdV

Leer a Valle-Inclán debiera ser un frecuente ejercicio obligatorio para los escritores españoles. Pocas veces se ha creado en nuestra lengua una prosa tan brillante como la que don Ramón alcanzó a escribir a lo largo de su obra, desde los comienzos hasta su madurez intelectual, tanto en sus cuentos y en su teatro como en su poesía y en sus novelas. La editorial Drácena nos facilita ahora este ejercicio al reunir en un libro algunas publicaciones que Valle-Inclán dio a la luz entre 1888 y el mismo año de su muerte en 1936. Bajo el título de “Jardín peregrino (Relatos dispersos y extraviados)” se agrupan desde algunos textos muy poco conocidos (es el caso de los cuentos “Babel” y “El mendigo”), a otros como las novelas cortas “Fin de un revolucionario” y “El trueno dorado”, que están entre los más leídos de su extensa producción. El orden cronológico en el que se han ordenado nos ayuda a entender la evolución de la literatura de Valle-Inclán. En el prólogo a esta recopilación, el profesor de Literatura Davide Mombelli explica que ese orden obedece a tres secciones en las que clasifica la obra de Valle-Inclán: una primera de relatos dispersos publicados en diferentes revistas entre 1888 y 1892, un segundo grupo correspondiente a los cuentos de “Jardín novelesco” (1905-1908) y un tercero de relatos históricos que Valle incluyó desde una óptica vanguardista en la trilogía de “La guerra carlista” y “El ruedo ibérico”.

En la primera sección, además de los dos cuentos citados, se incluyen “El gran obstáculo”, donde se plantean las dudas de un padre relacionadas con las relaciones de una hija con su pretendiente, y “Un bautizo”, en el que Valle-Inclán ya introduce el tema de los hechizos, el mal de ojo y las brujerías que aparecerán en obras posteriores.

"El esperpento, una inestimable aportación a los géneros literarios, está diseminado en sus novelas"

Los relatos rescatados de “Jardín novelesco” ya están poblados de muertes trágicas y misteriosas y de personajes que identificarán la obra valleinclanesca: ciegos, huérfanos sin recursos, coimas, damas seducidas, demonios y almas en pena, y protagonistas que aparecerán en obras posteriores, como el don Juan Manuel de Montenegro de “La hueste”.

Las novelas históricas de Valle-Inclán, muy alejadas del estilo de las de Pérez Galdós, como indica el editor de esta recopilación, se inician en este apartado con “Una tertulia de antaño”, donde Valle recrea el ambiente de los salones decimonónicos poblados de aristócratas, militares, dandis y personajes de la alta burguesía que opinan sobre las guerras carlistas y conspiran a favor o en contra de la monarquía isabelina, en un ambiente animado por cantaores flamencos y guitarristas viejos y jorobados: “¡Triste señal de los tiempos, en que puede ser una guitarra el símbolo de un pueblo y de un reinado”.

A pesar de los años transcurridos, el texto de “Fin de un revolucionario” mantiene toda su frescura y la tensión de la persecución a un disidente político, mientras el viaje en barco de los anarquistas Kropotkin, Paul Angulo y Fermín Salvochea a Londres para entrevistarse con un político desterrado, es recreado en “Otra castiza de Samaria” con personajes de ficción que convierten el relato en una narración de intriga y suspense.

"Su poesía trascendió un inicial modernismo para coger al vuelo el pulso de la España del 98"

En “El trueno dorado”, que cierra el volumen, Valle-Inclán aprovecha el crimen de un policía a manos de señoritos jaraneros para hacer un retrato de una sociedad de clases en la que reinan la pobreza y la injusticia.

Una obra inmortal

Dramaturgo, novelista, poeta, don Ramón María del Valle-Inclán nació en Vilanova de Arousa en 1866. Se definió, a través de su personaje de farsa y tragedia el marqués de Bradomín, como feo, católico y sentimental. Su personalidad indomable y su espíritu ácrata merecieron del dictador Primo de Rivera otros calificativos: “Eximio escritor, extravagante ciudadano”. La vida de Valle-Inclán estuvo a la altura de una obra que buscó la novedad, la vanguardia, la ruptura de las normas y una deslumbrante imaginación que aún hoy asombra. El esperpento, una inestimable aportación a los géneros literarios, está diseminado en sus novelas y en sus dramas como el garabato genial de un creador irrepetible. Renovó el teatro hasta el punto de que obras como “Luces de bohemia” mantienen la frescura de su primer estreno. Con el retrato del dictador “Tirano Banderas” inició la narrativa que daría pie al bum de la novela latinoamericana. Y su poesía trascendió un inicial modernismo para coger al vuelo el pulso de la España del 98.

Desde unas iniciales “Femeninas”, retratos esteticistas y ornamentales, en las que manifestaba su militancia en el modernismo entonces en boga, Valle-Inclán evolucionó hacia una literatura que le encumbró como uno de los más destacados escritores del siglo. En sus cuentos recreó el ambiente rural de Galicia, presente en casi toda su obra. En “Corte de amor” y “Flor de santidad” regresa a una Arcadia feudal en la que sus personajes eran la encarnación de una sociedad formada por señores, criados y un lumpen de tullidos, deformes y ciegos que conforman una corte mendicante que vivía de la caridad y el limosneo. En las “Sonatas” mezcla lo sagrado con lo profano utilizando un lenguaje literario exquisito y suntuoso.

En la trilogía de la guerra carlista (“Los cruzados de la causa”, “El resplandor de la hoguera” y “Gerifaltes de antaño”) hay una constante tensión entre la estética y el contenido crítico. Aquí, el fanatismo popular y el sufrimiento del pueblo muestran una grandeza pocas veces alcanzada en la literatura. En el ciclo de “El ruedo ibérico” (“La corte de los milagros”, “Viva mi dueño”, “Baza de espadas” y “El trueno dorado”) lleva a cabo una visión de la sociedad española (de abajo arriba) y somete a un tratamiento esperpéntico al mundo de la corte de Isabel II, desde los bajos fondos a la nobleza, sin olvidarse de los campesinos desheredados. Expone a la aristocracia, a la burguesía y al pueblo a la visión de los espejos deformantes. Enfrenta a la corte isabelina con los bajos fondos y a la nobleza rural con los desheredados de la tierra. En “Tirano Banderas” lleva a cabo el retrato de un dictador, mezcla de Pofirio Díaz y Primo de Rivera, con datos históricos desvinculados de personajes concretos. Su novela póstuma, “Baza de espadas”, tiene como protagonista a Fermín Salvochea, un personaje histórico del anarquismo español, presentado en situación de sentimentalidad romántica.

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