Prisciliano, el olvidado, vuelve a ser noticia

Una editorial americana edita, traducido al inglés, el libro “Prisciliano. Vida y muerte de un disidente en el amanecer del imperio cristiano” en versión ampliada y revisada

Prisciliano presidindo "A Alba da gloria" de Castelao

Prisciliano presidindo "A Alba da gloria" de Castelao

Diego Piay*

En el año 385 Prisciliano, un obispo galaico, fue decapitado en una ciudad romana llamada Tréveris, por su fama y monumentalidad conocida en aquel tiempo como la “Roma del norte”. La causa oficial de su ejecución fue el haber practicado artes mágicas. Tras su muerte, su doctrina, lejos de desaparecer, se propagó como el fuego por el noroeste hispánico. El cronista galaico Hidacio no deja lugar a dudas cuando en el siglo V escribe “desde entonces, la herejía priscilianista invadió la Gallaecia”.

Un cronista aquitano del siglo V, Sulpicio Severo, dice que tras la muerte de Prisciliano, sus seguidores empezaron a venerarlo como mártir, y que se consideraba religioso en extremo jurar en su nombre. El fervor desatado alcanzó tan altas cotas que el brazo ortodoxo de la iglesia se vio obligada a convocar un concilio en la ciudad de Toledo. Allí, en el año 400, los obispos galaicos fueron obligados a retractarse de sus creencias priscilianistas, aunque algunos se negaron a hacerlo. En el año 651, un obispo de Zaragoza llamado Braulio, aconsejaba a Fructuoso de Braga ser precavido puesto que el “dogma envenenado” de Prisciliano había gozado, hasta hacía poco tiempo, de mucho éxito en la antigua Gallaecia.

Prisciliano, el olvidado, vuelve a ser noticia

Prisciliano, el olvidado, vuelve a ser noticia / Diego Piay*

Prisciliano nació en algún momento desconocido del siglo IV, quizás hacia mediados de dicha centuria. Se enfrentó a la iglesia del momento, pues no compartía las costumbres de algunos obispos cuya vida poco tenía que ver con los preceptos evangélicos. Defendía la lectura de los apócrifos, con las debidas precauciones, y confería un rol importante a las mujeres en su comunidad. Prisciliano, al ser acusado y perseguido, viajó a las ciudades principales del imperio: Mérida en Hispania; Burdeos en las Galias, Milán y Roma en Italia. Su historia se desarrolla en los principales centros de poder del siglo IV. El movimiento surgido en torno a él, interesó a las fuentes desde el año 380 hasta el año 651, casi 3 siglos. Su doctrina se extendió por toda Hispania y el sur de las Galias. Si se revisan las fuentes de aquellos 3 siglos, se encuentran 47 personas que pueden ser integradas dentro del movimiento priscilianista con mayor o menor grado de certeza, y 51 que se opusieron a Prisciliano y sus creencias.

A pesar de su importancia, si se visitan las ciudades que configuran su historia, en ninguna se recuerda su nombre, en ninguna su vida, en ninguna se perpetúa su recuerdo. Solamente Ávila, ciudad en la que fue obispo, decidió hace unos años dar nombre a unas modestas ruinas junto a la muralla de Ávila. Nada, en Galicia, recuerda a Prisciliano. Ni una calle, ni una plaza, ni una estatua. Y ello a pesar de la difusión que este movimiento tuvo en el noroeste hispánico y de la importancia de Prisciliano para la historia del imperio romano de occidente.

La explicación para esta ausencia es clara: Prisciliano fue olvidado, fue marginado y fue condenado por sus creencias y sus doctrinas. Su movimiento fue considerado herético, y por ello merecedor del olvido. Su nombre cancelado de la historia.

Pero ha llegado ya la hora de proceder a su rehabilitación. Desde que en 1885, Georg Schepps descubrió en la Universidad de Würzburg 11 tratados escritos probablemente por el propio Prisciliano, se hizo evidente que las críticas contra él y contra sus seguidores eran mayoritariamente infundadas. Que fue sí, un cristiano disidente, pero no un hereje. Que abrazó el ascetismo, pero sin renegar de la fe cristiana. Que defendió la lectura de los evangelios apócrifos, pero sino contradecían el dogma. Y sí, defendió y promovió la presencia de las mujeres en su comunidad, pero en ello no fue innovador, pues ya entonces otros cristianos, como Jerónimo, celebraban reuniones en compañía de mujeres sin ser motivo de escándalo.

Ante la ausencia de elementos que pongan en valor a una de las figuras más importantes de la tardoantigüedad de la Gallaecia, de Hispania, y de todo el imperio romano, es necesario promover su conocimiento a través de obras rigurosas que recuperen la memoria de Prisciliano, un protagonista olvidado de la historia. Y ese es el motivo por el que la biografía de este insigne galaico publicada en la editorial Trea en el año 2019 por el autor de este artículo con el título Prisciliano. Vida y muerte de un disidente en el amanecer del imperio cristiano (y de la cual se han vendido ya alrededor de 650 copias hasta la fecha), verá la luz, en los próximos meses, ampliada, revisada y traducida al inglés, en la editorial americana Gorgias Press, con el título Priscillian. Life and Death of a Christian Dissenter in Late Antiquity. Desde Galicia... para el mundo.  

*Historiador, autor de “Prisciliano. Vida y muerte de un disidente en el amanecer del imperio cristiano”

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