El Cunqueiro permite cesáreas programadas con acompañante desde la próxima semana

Los recién nacidos sanos podrán hacer piel con piel con sus madres en la sala de reanimación

La plataforma Loita inició la batalla por este cambio en verano y trasladó medio centenar de denuncias de familias del área

Desde la izquierda: Alba, Inés, Vicky y Andrea.

Desde la izquierda: Alba, Inés, Vicky y Andrea. / Marta G. Brea

La Asociación Loita, hace medio año, trasladó su batalla también al Área Sanitaria de Vigo para conseguir que se aplique lo que ya se está haciendo en otros hospitales de la red del Servizo Galego de Saúde: cesáreas humanizadas con acompañante y sin separación del recién nacido de su madre en ningún momento, para que pueda llevar a cabo el piel con piel. Poco después, consiguió el compromiso de la Consellería de Sanidade de trabajar en este avance para toda la comunidad como “una prioridad”. A lo largo de la próxima semana, según garantizan desde la Gerencia del Complejo Hospitalario Universitario de Vigo (Chuvi), se pondrán en marcha en la mayor maternidade de Galicia.

El procedimiento concreto para su implantación en el Álvaro Cunqueiro ya estaba elaborado desde hace algunas semanas, “conforme a las directrices y en el marco del protocolo general de la consellería”, tal y como habían expuesto a principios de febrero. Esta “Guía de acompañamento da muller e contacto pel con pel na cesárea” que ha desarrollado Sanidade a raíz de la demanda de este colectivo está ahora en periodo de alegaciones, tanto de los profesionales sanitarios como de las asociaciones. Loita está “bastante” satisfecha con el texto, aunque manifiesta sus dudas sobre su aplicación porque las áreas no están obligadas a cumplirlo.

La de Vigo ha decidido ponerla en marcha antes de su aprobación definitiva. Antes ya lo hicieron otras. De hecho, solo faltan Ferrol y Lugo y esta segunda se ha comprometido por escrito a implantarlas “a finales de este primer trimestre”. En A Coruña ya es una realidad la no separación del recién nacido, pero no la presencia de un acompañante en el quirófano durante la cesárea.

En el Álvaro Cunqueiro, hasta el momento, los padres o acompañantes no pueden acceder a las cesáreas. Ni siquiera a los pujos de un parto con más de un bebés, que pueden durar horas y que se hacen en quirófano para facilitar una reacción más rápida ante cualquier problema. Tampoco es posible que los recién nacidos hagan el piel con piel, una técnica por la que se pone al bebé sobre el abdomen o el pecho de la madre durante las dos primeras horas de vida y que tiene beneficios probados para ambos. Las mujeres van solas a la sala de reanimación hasta que se les pase el efecto de la anestesia y los médicos comprueben que está bien. Si hay habitaciones disponibles, los bebés pueden hacer ese piel con piel con los padres.

El contacto de madre e hijo en las dos primeras horas tiene beneficios probados

Esto va a cambiar. A lo largo de la próxima semana, las madres podrán estar acompañadas en el quirófano durante las cesáreas programadas en las que no haya riesgos expresos. No así en las urgentes ni tampoco en las que haya más de un bebé, porque son de alto riesgo. Además, empezarán a llevar a las madres a reanimación con sus bebés y su acompañante y se procurará que estén lo más aislados posible del resto de pacientes de la sala.

No separarse del bebé en esos primeros momentos no es un capricho de las madres para estar más tranquilas. Tiene beneficios probados científicamente, por ejemplo, en la duración de la lactancia materna, la termorregulación, la interacción madre-hijo, el comportamiento neurosensorial, la disminución del estrés del bebé o la reducción de días de hospitalización.

Es una práctica que se recomienda –con nivel “fuerte”– en guías de práctica clínica de atención en el embarazo y puerperio o de lactancia materna, desde hace años –tiene una década la primera–.

“Es antinatural que lo saquen de la barriga y no sepas dónde está”

Son conscientes de que mucha gente no podrá comprender la importancia de sus reivindicaciones si no pasan por ello, pero cuentan sus historias para ayudar a que se entienda. Y también porque el tiempo es importante para estas y otras muchas familias: en 2023 hubo una media de 8 partos al día y uno de cada cinco acaba en cesárea. Hablaron para FARO antes de saber que el Área Sanitaria de Vigo dará un paso adelante en los partos respetados ya la próxima semana.

Una de ellas es Inés Patiño, embarazada siete meses. No quiere que vuelva a repetirse lo mismo que hace dos años, en el nacimiento de su hija Noa. Le indujeron el parto por una preeclampsia grave –presión arterial alta y signos de daño hepático o renal–. Después de más de 24 horas con la bolsa amniótica rota, le hicieron una cesárea de urgencia. Primera expectativa rota. “Me había preparado y quería evitarla a toda costa”. Acepta que tenía que ser así y recuerda a profesionales “muy cercanos” en quirófano. Con los brazos en cruz, le pusieron a su bebé junto a la cara lo que a ella le parecieron “dos segundos”. Y ahí empezó lo que considera “lo peor”: “La sensación de estar sin el bebé. Que lo saquen de tu barriga y no sepas dónde está es antinatural”. Estuvo unas tres horas en reanimación, consciente todo el tiempo, reclamando que la llevaran con su bebé. Esta separación dificultó su lactancia. “Le dan mucho bombo y luego son ellos los que muchas veces se la cargan”. Lo intentaron durante dos días, pero no enganchó el pezón. Inés tuvo que volver a reanimación por la tensión alta. Sintió culpa en el momento de darle su primer biberón. Había leído sobre los posibles beneficios del pecho para el desarrollo del cerebro. “La estoy haciendo tonta”, se reprochaba.

Alba Leivas sale de cuentas en julio de su segundo embarazo. Del primero nació Uxía, en una cesárea programada porque venía de nalgas. Contactó con Loita porque si acaba otra vez en quirófano para ella “es importante que no vuelva a haber otra separación” del bebé. Del primero recuerda a unos profesionales que “se portaron muy bien”, pero también el disgusto porque el parto no se iba a llevar a cabo como ella quería. “Lo demás lo aceptas pero no la ansiedad por la separación, que fue un trauma. No saber si está bien o no”. En 40 minutos le dieron el alta en reanimación, pero tardaron 150 más en encontrar alguien disponible para llevarle a la habitación. “Porque no podía mover las piernas, sino me hubiera ido yo”, cuenta.

Una placenta previa que ocluía el canal de parto también llevó a Vicky Da Rocha a una cesárea programada el 12 de enero. Sabía que no se hacían acompañada y con piel con piel y puso reclamaciones. Le contestaron mandándole los protocolos de parto vaginal. “Ni las leyeron”, concluye. Agradece, especialmente, el trato de la anestesista en quirófano, pero considera que no habría pasado nada porque hubiera una persona más allí: su pareja. Al nacer, tuvieron que llevarse a la niña a neonatos. Se lo habían advertido. A veces, en las cesáreas les cuesta algo respirar. Estuvieron casi doce horas separadas. A la niña le quitaron el respirador a las 14 horas, pero no le mandaron a la habitación hasta cinco o seis después. No saben a qué se debió esa demora.

Andrea Martínez es primeriza y entra en el tercer trimestre de su embarazo. No sabe si el suyo acabará en cesárea, pero se unió a la lucha para que se respeten los partos “cuanto antes”. “Si se está haciendo en otros sitios con menos medios, ¿por qué no aquí?”, plantea.

La expectativas rotas, las presiones sociales a las que están sometidas, la frustración, la culpa... Son habituales en estos relatos, en los que a las mujeres les cuesta contener las lágrimas al recordar sus experiencias. La siguiente conquista que persiguen es que haya presencia de matronas en planta para contar con personal especializado para ayudar en la implantación de la lactancia.

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