En ruta por la esclerosis múltiple
PrudEM recala en Vigo en su periplo por las 52 provincias con una moto adaptada para pedir a las instituciones apoyo suficiente para las asociaciones
PrudEM. Con “EM” de esclerosis múltiple. Desde que un psicólogo le ayudó a aceptar la enfermedad que le diagnosticaron en 2012, Prudencio Macías la reivindica incluso en su nombre. En el marco del proyecto “EMbárcate, unidos por la esclerosis múltiple”, este vasco asentado en Málaga llegó ayer a Vigo en la ruta en moto que se ha propuesto por las 52 provincias españolas.
Lo hace para visibilizar la enfermedad y para entrar en contacto con “compañeros” de otras regiones. Pero tras haber recorrido ya 39 antes que Pontevedra se confiesa “enfadado”. Desde la sede de Avempo, denuncia que las asociaciones de pacientes “viven de la caridad y de la solidaridad” y reclama a las administraciones unos partidas presupuestarias suficientes y estables que les permitan ofrecer a sus miembros la atención sanitaria que les debería estar brindando desde el sistema público.
“No son una peña. No pueden estar todo el día ideando formas de conseguir dinero para pagar servicios como el de fisioterapia”, se queja. Aunque señala que el problema es generalizado –“también en otras enfermedades”–, en su periplo, sí ha visto diferencias según el código postal e indica que en Navarra, País Vasco y Cataluña hay un apoyo “más firme” de las administraciones.
PrudEM padece el tipo más grave de esclerosis múltiple. La primaria progresiva. Ya le ha dejado en la médula tres lesiones o “cortocircuitos”, como ejemplifica él. Y eso hace que el sistema nervioso central mande “órdenes equivocadas” al cuerpo. A él le afecta, principalmente, a piernas y manos. “Me ralentiza”, explica y cuenta como su día a día va a cámara lenta y con “mucho bastón”. Ahora, en invierno, tarda más de media hora en vestirse, por ejemplo. También siente dolor. Cuando aún trabajaba –como director nacional de operaciones en una empresa de cristalería del automóvil– tenía que sentarse cada 50 metros.
Así que lo que ahora está haciendo, con trayectos de 150 kilómetros al día, solo y en una moto adaptada, desde que el 16 de octubre salió de Jerez de la Frontera, es “una proeza”. Y también una terapia. Para su cabeza y para su cuerpo. Los poco más de 2º de temperatura que registraba ayer Ourense en el inico de la etapa y que bloqueó con escarcha su vehículo, harían tirar la toalla a muchos. A él le gusta. “Me reconforta el frío”. Hace que deje de sentir el hormigueo de pies que le atormenta todo el día.
Emprendió esta aventura tras arreglar todos sus “problemas externos” –regularizar su situación–. “Era un muerto viviente, necesitaba hacer algo”. Ahora busca reivindicar más apoyo de la Administración. El 19 de enero llevará la reclamación hasta el Ministerio de Sanidad y el 3 de febrero espera poner fin a esta ruta, aunque no a esta lucha.
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