Compañeros de facultad que vuelven a verse 50 años después

“¿Te acuerdas de los cafés que tomábamos en el Montesol?”. Esa pregunta al otro lado del teléfono, de una voz que le resultaba familiar, llevó a Francisco a viajar en el tiempo, cincuenta años atrás, a su época como estudiante.

Su compañero José Ramón lo había conseguido, había logrado lo que parecía imposible: cerrar el círculo. Más de medio siglo después de graduarse había localizado a sus compañeros de clase de la Escuela de Ingeniería Técnica de Vigo: “Ya he hablado con todos. Eres el último. Tenemos que vernos”.   

Esa llamada culminó una búsqueda iniciada tres años antes, en pleno confinamiento, cuando José Ramón Rodríguez Rivera se propuso reunir a los doce estudiantes de su promoción de ingenieros técnicos industriales, la tercera de la especialidad de "Mecánica: Estructura e Instalaciones Industriales", que acabaron sus estudios en el curso 1969-1970.

“Después cada uno hizo su vida. Y nunca más”, explica Francisco Rodríguez.

El grupo no había vuelto a coincidir desde entonces, por lo que las pesquisas fueron dignas de un investigador. Tirando de agenda y contactos, José Ramón consiguió localizar a casi todos sus excompañeros de clase: Delfina Carballo Rodríguez, José Benito Paredes Trigas, Manuel Freire Pateiro, José Luis Sanz Acosta, Camilo García Conde, Ramón Carlos Fernández Vázquez, Juan Ramón Sampedro Cedeira y Ovidio Javier Pérez Quiroga. De los doce, dos ya habían fallecido: Antonio Villar Vázquez y Eladio López Oviedo.

El ansiado reencuentro de la promoción del 69-70 estaba prácticamente cerrado, pero a José Ramón se le resistía uno: Paco. Francisco Rodríguez había dejado Vigo décadas atrás, cuando Stellantis (entonces Citroën) abrió una central de compras en Madrid. “Preguntó a conocidos y gente en común… Hasta fue al barrio donde nací, Estribela (en Pontevedra), a buscar pistas sobre mí”, destaca.

Aunque ese arduo trabajo de campo no dio sus frutos, la casualidad quiso que el teléfono de Paco le llegase a través de un contacto en Stellantis.

Fue el pasado mes de febrero cuando José Ramón realizó esa último y ansiada llamada que cerró el círculo. “¿Te acuerdas de los cafés que tomábamos en el Montesol (una cafetería de la calle Torrecedeira)?”

“Me vino a la cabeza un chico. ¿No serás José Ramón? ¿Pero cómo has conseguido mi número?”, exclamó Francisco con tanta sorpresa como emoción.

Un reencuentro medio siglo después

El día señalado en rojo en sus calendarios fue el 11 de abril y el lugar, el Pazo de Rubianes. José Luis Sanz Acosta, natural de Vilagarcía y experto en camelias, ejerció de cicerone en una jornada “inolvidable” que se inició con un recorrido por los jardines históricos de la casa solariega. De allí se trasladaron a un conocido restaurante con espectaculares vistas al mar.

“¡No te puedes imaginar cómo fue el reencuentro! Hicimos como una especie de ronda, a modo de resumen, centrada en la vida laboral, para que nos diese tiempo y aún así llegó justito”, comenta entre risas Francisco Rodríguez. “Empiezas y no quieres acabar. Son 50 años”, detalla.

A pesar de que el reencuentro se alargó durante horas, se les hizo corto, por lo que ya han previsto otro para finales del mes de julio.

“Todo por hacer”

Francisco destaca la gran proyección profesional de aquellas primeras promociones de ingenieros técnicos industriales. “Era un campo tremendo, tenía muchísima salida. Estaba todo por hacer. No había problemas para encontrar trabajo, cambiabas de empresa cuando querías”, recuerda.

Estos primeros titulados están tras la gran transformación urbana e industrial del Vigo y la Galicia de los años 70 y 80.

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