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El crimen de Chapela: ¿un planificado asesinato o un homicidio imprudente?

La Fiscalía concluye que Manuel Matanzas actuó “a traición” y por “resentimiento” y la defensa plantea que no quería matar pero que ocurrió por los problemas respiratorios de la víctima

El acusado, a la izquierda, junto a su abogado, en el juicio.

El acusado, a la izquierda, junto a su abogado, en el juicio. / Alba Villar

Marta Fontán

Marta Fontán

El jurado popular deberá ahora inclinar la balanza. El juicio por el crimen de Chapela finalizó este jueves con los alegatos finales de las partes. La fiscal concluyó que Manuel Matanzas asesinó “a traición” a su suministrador de droga Roberto C.P. en un acto “planificado” y “premeditado” que ejecutó por “resentimiento” porque estaba convencido de que lo trataba como a un “cliente de segunda” y que le vendía cocaína “de peor calidad” que a los demás. “No fue un accidente, lo mató queriendo”, resumió. La defensa, mientras tanto, mantuvo como tesis principal la de que el crimen fue ejecutado por una tercera persona que entró en la vivienda después de que el acusado dejase a la víctima malherida tras atacarla para robarle droga, pero introdujo con bastante fuerza la teoría del homicidio imprudente: el procesado “no tenía intención” de acabar con la vida de la víctima ni empleó la fuerza a priori necesaria para hacerlo, pero ésta acabó falleciendo por una antigua traqueotomía que le dejó unos “problemas respiratorios” que su patrocinado ignoraba. “Ese ataque no habría matado a una persona normal, pero a él [al fallecido] le ocasionó la muerte”, zanjó.

Aunque la Fiscalía mantuvo inalterable su petición de 18 años de cárcel por la presunta autoría de un delito de asesinato –con alevosía–, realizó modificaciones importantes en su escrito, entre ellas la retirada de la circunstancia atenuante de confesión, que inicialmente tenía en cuenta a favor del acusado al considerar que había reconocido parcialmente los hechos y que llevó a la Policía Nacional hasta el monte donde ocultó el teléfono móvil y las llaves de la casa de Roberto. Pero, tras el juicio, suprimió esta cuestión al estimar que no hubo voluntad real de colaborar con la Administración de Justicia, sino que fue una estrategia de defensa sin que ese hallazgo, además, arrojase más luz sobre lo sucedido.

La fiscal –que también retiró su petición de indemnizaciones para los hermanos del fallecido al renunciar todos ellos a estas cuantías– pidió en su alegato final a los miembros del tribunal popular que hagan “justicia” por la víctima y su familia. “Estamos totalmente convencidos de que [el acusado] fue a su casa a matarlo y lo hizo queriendo”, introdujo. En su exposición les recordó que Manuel apareció en la vivienda de Roberto con unos guantes y cinta aislante y que, con un claro móvil, el del sentirse “humillado” y “despreciado”, y aprovechándose del trato de “confianza” que tenían, lo atacó “a traición y por la espalda”, asfixiándolo, tras lo cual lo amordazó y maniató “como si fuera un muñeco”. “En ningún momento aflojó y cuando le ató los pies y las manos con la cinta la víctima ya estaba muerta o agonizando, porque no hay ningún signo de que hubiese llegado a defenderse mínimamente”, expuso.

Durante su informe la Fiscalía calificó de “inverosímil” la teoría de que el autor del crimen fuese otra persona y descartó también el otro alegato de la defensa, el de que fue una muerte accidental. “Actuó a cara descubierta porque sabía que no lo iba a dejar vivo y usó guantes para no dejar huellas”, incidió, rechazando, asimismo, que el procesado tuviese sus facultades mermadas. “Se está haciendo el loco para que le rebajen la pena”, advirtió al jurado.

Atenuantes

Tras la fiscal, llegó el turno del abogado defensor que, junto a su principal petición de libre absolución, introdujo la del homicidio imprudente –castigado con entre uno y cuatro años de cárcel– con la concurrencia de la confesión y los trastornos y la sintomatología psicótica que, sostiene, presentaba cuando ocurrió todo. El letrado confesó a los jurados que “lo más probable” es que fuese Manuel el que causó la muerte a Roberto, pero aún así apuntó una serie de circunstancias de la teoría de que el autor del crimen fuese un tercero –entre ellos que la Policía Nacional llegó a tener inicialmente a otros dos posibles sospechosos a los que quería pinchar los teléfonos– porque, indicó, es una posibilidad “mínimamente razonable”.

En todo caso, si su cliente fue el que acabó con la vida de la víctima, no tenía esa intención, expuso el abogado. Junto a insistir en los padecimientos respiratorios de la víctima, que fueron claves considera para desencadenar la muerte, argumentó que si Manuel hubiese ido con intención de matar no llevaría unos guantes y cinta adhesiva, “sino un martillo o un cuchillo” para asegurar el resultado.

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“El día de los hechos en ningún momento fui a matar ni a él ni a ninguna otra persona”. Manuel Matanzas hizo uso de su derecho a la última palabra una vez concluido el juicio que se celebró durante toda esta semana en la Audiencia de Vigo. Tras la elaboración y entrega del objeto del veredicto, el jurado popular se retiró por la tarde a deliberar para decidir sobre la culpabilidad o no del acusado de este crimen ocurrido en 2021.

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